Foto: Instagram oficial @doctormusicconcerts
La legendaria banda granadina celebró el 30º aniversario de su primer álbum, Super 8, con un memorable concierto en la Plaza de Toros de su ciudad.
La nostalgia musical siempre es bien recibida por estos lares, incluso cuando no hay mucho más a lo que aferrarse. No es el caso de Los Planetas, que, con una trayectoria impecable, a la par que transgresora, han ido innovando y generando un estilo propio que comenzó a germinarse hace ahora 30 años.
Aun así, los líderes espirituales del grupo, J y Floren, tuvieron a bien rescatar esta primera pieza de su discografía y pasearla por toda la geografía española, de festival en festival, para gusto y fervor de su extensa masa de seguidores. Y es que los padres del malogrado indie patrio siguen siendo una referencia, y cabeza de cartel de cualquier evento de este tipo en nuestro país.
Mientras iban recorriendo el dilatado camino que ahora tienen a sus espaldas, el mito iba creciendo, convirtiéndose en una de las bandas más influyentes de las últimas décadas. Aunque parezca que las guitarras cada vez importan menos, no les faltan herederos, amigos, benefactores de su obra, o incluso una película en su honor presentada como candidata española a los Oscar -aunque no les guste una mierda-. ¿Qué más se puede pedir?
Pues se podría pedir que, además de ser historia viva de la música popular, tuvieran en cuenta el presente y futuro de nuestra generación, acogiendo en su seno a artistas como Depresión Sonora o Alcalá Norte, que tuvieron su rato de gloria la noche del sábado, como teloneros de los patriarcas.
Pasado, presente y futuro se sumaron en una jornada inolvidable que arrancó con el aperitivo, breve pero intenso, de la banda revelación del año: Alcalá Norte han pasado de ser, prácticamente, unos desconocidos, a formar parte de muchos de los festivales más importantes de la extensa oferta nacional, gracias a un descomunal disco debut.
No desaprovecharon la oportunidad y, a pesar de un ambiente todavía algo frio -con gran parte del público accediendo al coso taurino-, Rivas, Barbosa y compañía demostraron estar en plena forma, cumpliendo con las expectativas de una actuación y un sonido notable para la ocasión. Sonaron acertadas ‘Los chavales’, ‘La calle Elfo’ o ‘La vida cañón’, para acrecentar, más si cabe, las ganas inmensas de verlos incendiar el Teatro Eslava a finales de mes.
Depresión Sonora mantuvo la jerarquía para tocar justo antes que los protagonistas de la velada, en otro gran concierto del grupo liderada por Marcos Crespo. Aún no hemos visto uno malo.
Post-punk, lo-fi y electrónica en un show contundente en el que pasearon su solvente carrera, con temas más recientes como ‘Mala’ o ‘Vivo del aire’, ya casi clásicos como ‘Ya no hay verano’, ‘Gasolina y mechero’ o ‘Como todo el mundo’, atreviéndose a versionar, a su genuino estilo, ‘Qué puedo hacer’, de unos Planetas a punto de saltar al escenario.
Sin sorpresas ni artificios, entre vítores y aplausos de un recinto abarrotado, se descubrían saludando las figuras de J, Floren, Manuel y Eric. Antes de comenzar, ya habían marcado la primera ocasión.
Después de gran parte de la gira sin el batería habitual de la banda durante los últimos 25 años, y tras la reaparición estelar en el Sonorama en el mes de agosto, Eric Jimenez volvía a la alineación titular para una ocasión que acabó siendo épica.
Sin más dilación que la ininteligible voz de J dando las gracias al respetable, y el acople de guitarras de Floren dando pie a los primeros golpes violentos de Eric en su batería, arrancaba ‘De viaje’, sonando sucia y bella como el primer día, sin apenas dificultades en un sonido siempre difícil de ecualizar.
Tras ella, y aún tragando el nudo de la garganta, la algarabía invadió cada alma del recinto para que el cuarteto siguiera arrasando con ‘Que puedo hacer’, mientras las nostálgicas y coloridas proyecciones de Javier Aramburu acompañaban a la perfección lo que sonaba desde el escenario.
En estricto orden siguieron sonando el resto de canciones del Super 8, protagonista único al inicio del concierto. El dolor inexplicable de ‘Si todo va tan bien’ bajando las revoluciones, continuando con ’10.000’, otro medio tempo creciendo en intensidad, hasta culminar el arranque con la catarsis de ‘Jesús’, donde ya pocos dudaban de estar asistiendo a uno de los mejores conciertos de la banda.
Un J inspiradísimo a la voz, cobijado por el armazón distorsionado de Floren, y una sobrecogedora sección rítmica, en la que el único miembro ausente de la formación clásica, Banin -aunque Super 8 fue grabado por la mítica May Oliver-, tuvo un sobresaliente sustituto en las yemas de los dedos de Manuel López.
La maraña sonora de ‘Estos últimos días’, dio paso al aire y luz de ‘Brigitte’, mientras los ríos de nostalgia corrían por las mejillas de un público generalmente talludito, que seguramente creció con los ensoñadores textos de un J destapado como uno de los poetas pop del momento. En aquel momento serían unos pocos, hoy una plaza de toros vociferando cada una de sus letras, sumergiéndose en la farmacia de ‘Rey sombra’, la melódica y macabra ‘Desorden’, antes de cerrar con el punteo obsesivo, el susurro endemoniado, y el delirio a las baquetas de ‘La caja del diablo’. Bocas abiertas, despedida sencilla marca de la casa, y el runrún en la cabeza de cómo esta obra maestra pudo ser el primer largo del grupo hace, ahora, tres décadas.
Y si, en otras ocasiones, Los Planetas han pecado de poco populistas en sus repertorios, en esta, todos los fantasmas se ahuyentaron al escucharse el tambor de Eric reventando tras el humo, y a J marcando el compás para alcanzar el éxtasis de ‘Segundo premio’, continuando con la festividad costumbrista de ‘Un buen día’, y revolcándose en los escalofriantes demonios de ‘Santos que yo te pinté’.
Con una ejecución sublime y demostrando que lo mismo les daba el Super 8, que Unidad de desplazamiento o Una semana en el motor de un autobús, siguieron deshojando su excelsa discografía con el pop preciosista de ‘David y Claudia’, el viaje por las ‘Corrientes circulares por el tiempo’ y el canallismo de ‘Espiritu olímpico’ para volver a bailar y abrazar Granada.
Regresaron al origen de todo con ‘Nuevas sensaciones’ y la explosión de ‘Mi hermana pequeña’, adornada por una improvisada y preciosa lluvia de vasos vacíos desde cualquier parte del auditorio -que alucinó al mismísimo J-, antes de marcharse por última vez y culminar con matricula de honor un concierto inolvidable de la mano de ‘Islamabad’ y su soberbia e infinita incontinencia, y la traca final de ‘Pesadilla en el parque de atracciones’.
Una nueva ópera planetaria, para seguir rezando porque les queden muchos años más sobre el escenario. Por lo que fuimos, por lo que somos, y por lo que seremos, viviendo a Los Planetas.
Iñaki Molinos
Redacción