 
			Songs Of A Lost World (2024)
- The Cure
- ⭐️ 9’5/10
- Fiction / Capitol
La oscura belleza de la desesperanza
Aquel sueño, que ha cumplido ya 16 años, produjo un despertar raro. 4:13 Dream, publicado en 2008, era un buen disco, pero no estaba a la altura de sus predecesores. La anunciada segunda parte nunca vio la luz y la banda, pese a mantenerse activa, con giras recurrentes en las que siempre se han mostrado en plena forma y en las que nos han ido presentando nuevas canciones con cuentagotas, no terminaba de cerrar su cita con el estudio.
Y, transcurrido cierto tiempo, la sabia decisión de Robert Smith fue la de no publicar un nuevo disco hasta no estar seguro de que estaría a la altura de su inmensa leyenda.
Las celebraciones de los 40 años en 2018 y la posterior pandemia fueron el detonante, y las trágicas pérdidas familiares sufridas durante ese infausto periodo por parte del líder de The Cure, la inspiración definitiva.
Por tanto, no es casual que el resultado de todo esto llegara a nuestros oídos, por fin, en la pasada noche de Halloween. Y el tono lúgubre y sombrío de la efeméride lo llevan los de Crawley hasta el extremo. El resultado es de una belleza tan oscura como cegadora, que estresa los límites emocionales del oyente.
Se trata de una sobrecogedora colección de 8 canciones demoledoras. Es el mejor trabajo de The Cure desde Disintegration. Aunque habrá quien tire mas por Faith -disco con el que podría intercambiar más de un tema-, quien se incline por Pornography o Wish o, incluso, Bloodflowers, lo que no se puede discutir es que juega en esa liga.
Un canto a la melancolía, la pérdida, la desesperanza y la fugacidad del tiempo, que emociona hasta humedecer nuestros rostros con las lágrimas de un corazón encogido por la fatalidad y la tragedia.
La banda sonora de este mundo perdido y tenebroso se interpreta en el tono más grave que se pueda encontrar en una escala. En esta atmósfera opresiva, la sección rítmica cobra aún más importancia. Al majestuoso bajo de Simon Gallup, la clave del sonido The Cure, que mantiene su papel relevante, se suma la pegada de un Jason Cooper excelso, cuya batería emerge poderosa en las largas introducciones instrumentales que pueblan el disco.
La banda, como es costumbre, se ha renovado en estos años tras la salida de Porl Thompson en 2008. Su sustituto a la guitarra desde hace 12 años es nada menos que Reeves Gabrels, el viejo compadre de Bowie, uno de los guitarristas más versátiles de la escena, al que hemos podido disfrutar sobre las tablas y ahora también en las nuevas composiciones.
Smith ha decidido aprovecharlo al máximo y, en un movimiento inteligente, ha cedido espacio a sus compañeros, que han expandido el sonido, y las tonadas lucen un vigor renovado, impropio de unos músicos sexagenarios.
Aunque en la última gira y en los conciertos de presentación de la pasada semana hemos podido ver el regreso de Perry Bamonte a la formación, en un papel secundario, de apoyo a las teclas y guitarras, las grabaciones son anteriores y no participó en ellas.
No olvidemos que la gestación ha sido larga y, con la parte instrumental lista, las voces de Smith fueron grabadas varias veces hasta que su obsesivo perfeccionismo quedó satisfecho. Y demos las gracias a su empeño: es la voz de un ángel en las puertas del infierno.
Robert canta con el alma desgarrada, pero sin imposturas ni alharacas. La rabia y la furia se dejan ver tras un dulce y translúcido lamento.
A la estremecedora y conmovedora ‘Alone’ le corresponde abrir el álbum, como abriera los conciertos de la última gira. El tono lírico es oscuro, melancólico y e introspectivo, marcado por los remordimientos de las cuestiones no resueltas: esos “gritos de los fantasmas que yacen sin descanso”.
Aunque muchos han interpretado su primer y último verso, “this is the end of every song that we sing (alone)” -“es el final de cada canción que cantamos (solos)”-, como un anuncio de despedida del conjunto, la letra se basa en el poema Dregs, del poeta inglés Ernest Dowson.
Robert Smith, de hecho, ha anunciado que el siguiente disco ya está grabado y ha esbozado el plan de los próximos años hasta llegar a su 50 aniversario. Ahí está marcada la meta de alguien que ha amagado con enterrar la banda en numerosas ocasiones en estos 46 años y nunca esperó llegar tan lejos.
El tema conecta con el segundo corte, ‘And Nothing Is Forever, que lentamente nos habla sobre la fugacidad de la vida, y ‘A Fragile Thing’, de ruptura y arrepentimiento, en las que las teclas de Roger O’Donnell sirven de guía.
El caos se desata con ‘Warzone’, cuyas violentas guitarras y percusiones nos llevan a los tiempos de Bloodflowers, para hablarnos de una ruptura sentimental en un viaje sin retorno hacia un destino fatal.
Esa agresividad también se percibe en el surco de ritmo más rápido, ‘Drone: No Drone’, sobre la pérdida de identidad y la desconexión emocional. Enseguida, las emociones más sentimentales vuelven a la superficie en forma negación en una elegía conmovedora titulada ‘I can never say goodbye’, inspirada por el fallecimiento del hermano mayor de Robert.
El tono reflexivo se hace más patente en ‘All I Ever Am’, centrado en la identidad propia y en un tono más resignado. Su letra y melodía sugieren un halo de esperanza que se desvanece con la escalofriante y demoledora ‘Endsong¸ que recoge el mejor trabajo con las guitarras y una batería ejecutada a golpe de martillo pilón. Las cuerdas de Smith y Gabrels aúllan en una canción turbadora que atrapa y humedece el lagrimal.
Songs Of A Lost World es, sin duda, uno de los trabajos más inspirados de Smith y sus cuates en toda su carrera. Sus canciones son las letanías que invocan a un dios gótico. Una obra maestra que exprime las emociones más tristes y oscuras del oyente.
Su escucha es también una catarsis liberadora porque la melodía de sus canciones es un oxímoron imposible que aúna tragedia y esperanza. La magia de The Cure permite que en las tinieblas más densas de sus ambientes encontremos la luz mas bella.
Disfruta el concierto de presentación:
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Y.H.
Redacción
