La banda británica ofreció un notable concierto en la sala Copérnico de Madrid, donde presentaron sus dos recientes trabajos, para despedirse de la capital dentro de su gira europea
No se respiraba el aire nostálgico de otras ocasiones en las que un cualquier grupo anuncia una gira despedida y toca el turno de hacerlo en tu ciudad. Y es que la vida artística de Porridge Radio se ha apagado cuando nadie lo esperaba, y seguramente, en su cima creativa, lo que da más rabia aún.
Quizás por la brevedad e intensidad de su carrera, el ambiente, lejos de dramas y sentimentalismos, era más bien festivo y expectante por ver a los de Brighton sobre el escenario de la siempre cumplidora sala Copérnico, en el norte de la ciudad. Una de las clásicas salas de la ciudad, que si bien era superior en cuanto aforo a la anterior plaza que visitaron –concierto que os contamos aquí– no deja de sorprender lo incomprensible del escaso crecimiento de la formación en cuanto a público se refiere.
Sin lujos ni parafernalia, -y con el ‘Lose yourself’ de Eminem de entradilla- saltaban al escenario las cuatro piezas de Porridge Radio, capitaneadas por la imponente Dana Margolin, el cerebro del proyecto, siempre pegada a su guitarra y con la crudeza de su voz como bandera de un barco que llega a tierra después de 10 años de travesía.
Una travesía que finaliza de la mejor manera, al menos en lo musical, con el lanzamiento, el pasado año de Clouds in the Sky They Will Always Be There for Me, y hace apenas un mes el deslumbrante y efímero EP The Machine Starts to Sing, desbordando originalidad hasta en la clausura de una sobresaliente colección de canciones acumuladas en una década.
Estas dos obras fueron las principales protagonistas de la noche, en un recital que si bien calificaba de notable, contó con otro antagonista durante toda la velada. Desde la primera nota, el bajo de Dan Hutchins sonaba extremadamente amplificado, haciendo temblar las pestañas del barman en la barra opuesta del escenario, y aunque mantuvimos la esperanza de que se tratara de un problema de ecualización, que se ajustara tras los primeros temas, el defecto se perpetúo durante los casi 90 minutos de bolo.
A pesar de ello, el muro sonoro de la banda, sumando las escasas pero fascinantemente ruidosas capas de la sucia guitarra de Margolin, el halo de luz en las teclas de Georgie Stott o el motor perfectamente engrasado de la batería de Sam Yardley, hicieron del show una placentera e inagotable catarsis.
Desde el inicio con el aroma lofi de ‘Sick of the blues’, la melosidad siniestra de ‘A hole in the ground’ o el quebranto coral de ‘Don´t want to dance’, ya estaban por delante en el marcador, manteniendo el resultado holgadamente durante toda la noche. Con un público entregado desde el inicio y medianamente respetuoso para como están las cosas en estos tiempos, Porridge Radio siguió deshojando su último largo, salpimentado con cortes redondos de su EP, como ‘I´ve got a feeling (Stay Lucky)’, donde muestran sin tapujos su capacidad para moverse por las fronteras del indie rock más melódico, el post punk o el shoegaze, el pop alternativo más intimista de la mano de ‘You will come home’, comenzando a sumergirse en las profundidades del alma con la perversidad de ‘Lavender, Raspberries’.
Seguían escarbando en las tinieblas, sin miedo a enfangarse en un tempo de concierto en el que la banda se siente más que cómoda, y donde sus fieles parecen acomodarse en un viaje onírico, casi lisérgico, guiado por la voz de Margolin, capaz de acariciarte como un perrillo para acabar golpeándote como si fueras un saco de patatas. Algo a la altura de pocos artistas, y que me recordó por momentos a los neoyorkinos Big Thief, poca broma.
El protagonismo de los teclados, volviendo a la calma con ‘Pieces of Heaven’, aunque tornándose en tempestad a cada paso, en cada crescendo, desembocaron en temas como ‘God of Everything else’, la distorsión de ‘Wednesday’, para aterrizar en el minimalismo de ‘Anybody’, donde vuelven a agarrarte de la pechera y gritarte a pleno pulmón, para demostrarte que han vuelto a salir indemnes de otra en el fango. Con el synth-pop luminoso de ‘7 seconds’ y el habitual -pero no por ello menos impactante- éxtasis de ‘Back to the radio’ daban carpetazo a sus últimas grabaciones y al concierto.
Tuvieron a bien regalarnos un extenso bis aunque lo mejor ya hubiera pasado. Así, regresamos al majestuoso Every bad (2020) -con el que muchos los conocimos-, gracias a ‘Sweet’, para cerrar definitivamente en una nueva cima con ‘The Rip’.
Y así, sin apenas darnos cuenta, terminábamos de despedirnos de Porridge Radio. Una despedida amarga, como su música: triste pera placentera. Un trago duro pero fugaz, porque no todo va a ser dulce y duradero.

Iñaki Molinos
Redacción