El cuarteto ofreció una actuación vibrante en la que su cantante hizo gala de su capacidad para transmitir emociones en un ejercicio pleno de rabia y fuerza lírica

Brighton sigue siendo, para unos cuantos, una ciudad inevitablemente asociada a la batalla entre Mods y Rockers reflejada en la película ‘Quadrophenia’ (1979), a pesar de los años transcurridos y, sobre todo, de su imagen como uno de los puntales entre los destinos turísticos británicos.

Mantiene, quizá en menor medida que otras ciudades, al menos en términos de notoriedad, una fuerte conexión con la escena cultural, siendo sede de un festival alternativo, el ‘Brighton Fringe’, que compite de tú a tú con su homólogo escocés. En ellos, música, literatura, danza y teatro se fusionan creando originales espectáculos distintos a los habituales.

Partiendo de este contexto, no nos puede sorprender que allí encontremos personalidades con inquietudes y habilidades que se manifiestan en diferentes expresiones artísticas. Una de ellas, Dana Margolin, es una talentosa veinteañera, residente en la citada urbe, que el pasado lunes 28 de noviembre visitó Madrid al frente de  una de las bandas más originales del panorama rockero alternativo: Porridge Radio.

El grupo se formó como evolución natural de su propio proyecto en solitario, sumándose a su voz y guitarra el bajo de Maddie Ryall, la batería de Sam Yardley y los teclados de Georgie Scott, parte fundamental del sonido del cuarteto.

No podría haber, por tanto, un escenario más adecuado que un espacio cultural de vanguardia en el que llevar su propuesta al directo: La Casa Encendida. Un lugar original, con mucho encanto, donde la música y la imagen del grupo encajan a la perfección. Una escenografía sobria, en el que la portada de su último disco, diseñada por la propia Dana Margolin, que también pinta, cobraba vida a través de psicodélicas animaciones proyectadas sobre la pantalla gigante del fondo así como a través de algunos elementos casi mimetizados con los instrumentos y  materiales técnicos.

La música de Porridge Radio sale de las entrañas del alma de Dana, con letras descarnadas, que en su interpretación en vivo afloraban a través de una maravillosa ejecución vocal, apasionada, emotiva y una actitud que exuda sensibilidad y derrocha carisma. Planeaban sobre el patio las sombras de la añorada Dolores O’Riordan y de la mítica PJ Harvey, cuya influencia musical, además, se hizo más que evidente.

Si bien en las últimas filas del abarrotado recinto no consiguieron evitar una cierta reverberación sonora, en posiciones más cercanas al escenario fue mejorando el sonido rápidamente hasta superar la saturación de los primeros compases, y las líneas del inicialmente desaparecido bajo se fueron haciendo notar.

Todo el dolor, fragilidad e intensidad emocional presentes en sus discos cobraban vida transformándose en pura energía, urgencia y descaro punk en un directo que mantuvo el ritmo alcanzado en las primeras canciones durante prácticamente toda la actuación. La buena onda transmitida hizo que los que estábamos entre el público nos diéramos cuenta enseguida de que estábamos ante un bolo de altura.

El desgarro afectivo se hacía patente en temas como ‘Birthday party’ o ‘Long’ en las que la cantante se desgañitaba repitiendo hasta la saciedad que no quiere ser amada (“I don’t wanna be loved”) o la queja por el tiempo malgastado tras una ruptura (“I’m wasting my life”).

Y aunque todo orbite alrededor de la figura que lidera, el puzzle sonoro se completa con las piezas perfectas que aportan sus compañeros de aventuras, tanto en la instrumentación como en la parte vocal, plasmado en el encaje preciso y bello de los coros en composiciones como ‘7 Seconds’.

Fue un repertorio de solo  13 canciones, más de la mitad pertenecientes a su último trabajo, que apenas superó la hora de actuación, incluyendo un par de bises en los que los imponderables técnicos les obligaron a prescindir de su caja de ritmos a la hora de versionar ‘Man of oil’, de Animal Collective, que aún sonó deliciosa con el único acompañamiento de la guitarra y los suaves teclados.

Su presencia y entrega hicieron que la escasa duración, más propia de bandas debutantes que de alguien con 3 discos así como varios EPs y sencillos independientes a las espaldas, no reste un ápice al poso que nos deja el que será recordado como uno de los conciertos más especiales de este año.

La banda, que explotó en plena pandemia y no pudo salir a celebrarlo, lo hace ahora demostrando que tiene mucho que contar y aportar. Pocos líderes/esas de grupos musicales cuentan con ese carisma, magnetismo y esa capacidad, en suma, para transmitir a la audiencia las emociones de su arte.

Yago Hernández

Yago Hernández

Redacción