Entrevista a Marta Movidas

 

 

Marta Movidas, alter ego musical de Marta España, es una artista única que necesita poca presentación en el mundo indie. Como cantante, como profesional de la comunicación o como periodista musical -cuyos primeros pasos tuvieron lugar en nuestra tostada-, es habitual cruzarse con su nombre en alguna parte.

Posee un estilo único que fusiona elementos del pop alternativo, el city pop, y el synthpop, con influencias de la música retro de los años 90, 80 y 70. Su enfoque mezcla lo emocional con un toque irónico, jugando con narrativas culturales nostálgicas y contemporáneas.

Su música ha mantenido una línea muy personal en cuanto a la exploración de sus emociones personales y las propias de su generación, pero siempre con un estilo muy definido en el que nada es casual. Con frecuencia emplea recursos que juegan con el kitsch, referencias a la cultura pop de décadas pasadas y una estética manga muy característica.

Debutó en 2021 con su primer larga duración, Os Castigaré y, tras publicar el EP Yunque el pasado año, tenemos ahora entre nuestras manos su reciente y segundo álbum, Martillo (Sonido Muchacho, septiembre 2024) del que os hablábamos hace poco en nuestra sección de discos destacados.

Como es de esas personas que convierte una entrevista en una conversación amena, además de intentar conocer el proceso de elaboración de su disco e indagar en sus planes, hemos aprovechado para charlar sobre el difícil contexto actual y conocer su visión de la industria.

 

 

 

Proceso creativo y evolución artística

 

P: Marta, tu estilo mezcla lo emocional con un toque irónico. ¿Cómo dirías que ha evolucionado esta combinación desde tus primeros trabajos hasta tu último disco, Martillo?

R: Pues creo que sigue habiendo el mismo humor, pero no es tan literal, ¿sabes? Es verdad que no me siento cómoda haciendo canciones serias. Sí, como esta tradición que tiene el indie en España, que es muy catártica. Me gustan esas canciones, me gusta Vetusta Morla, Quizás antes me gustaba más, pero ahora me parece que es un buen grupo. Pero esa catarsis de emocionarte, ir al concierto a llorar y a cantar, ese espíritu de himno me gusta, aunque no me siento cómoda haciéndolo yo misma porque no me gusta exponerme tanto.

Quería encontrar un híbrido entre una canción que yo pudiese legitimar en base a lo que considero una buena composición, algo con lo que me sintiese cómoda diciendo: «He hecho un buen trabajo con esto». Pero, a la vez, quería que líricamente tuviera menos peso, porque a mí me gusta quitarles peso a las cosas, sobre todo cuando esas cosas las puede escuchar todo el mundo. ¿Cómo ha evolucionado? Pues supongo que yo también he evolucionado. Quizás en mis primeras canciones me tomaba mucho menos en serio, y ahora tampoco me siento cómoda tomándome demasiado en serio. Quería encontrar algo en el medio.

En mi primer disco rimaba «paja» con «navaja». Esas cosas ya no las hago porque no me hacen sentir cómoda cantándolas. Quería encontrar algo con lo que me sintiera bien cantando, pero que no me expusiera demasiado.

P: ¿Por pudor o por ganas de llegar a un público más amplio?

R: Me he vuelto una persona más tranquila, más calmada. Mi primer disco lo compuse cuando tenía 23 años; ahora tengo 28. Sigo siendo joven, pero obviamente ha habido cambios en mi vida. En ese momento estaba terminando la carrera, o el máster, y ahora soy una persona que se levanta a las 8:30 para ir a trabajar, las resacas me duran dos días, tengo una vida superestable y me encanta que sea estable y aburrida.

Eso se nota, claro. A mí me da igual gustarle a la gente o no. Creo que, independientemente de las letras, mi sonido nunca va a ser masivo. Y con masivo no me refiero solo al mainstream, ni siquiera a algo masivo dentro del underground. Entonces no me preocupa hacer letras que conecten con ese concepto. Hubo veces en las que me daba vergüenza cantar ciertas cosas y pensé: «Si te da vergüenza, no las cantes».

«Quizás en mis primeras canciones me tomaba mucho menos en serio, y ahora tampoco me siento cómoda tomándome demasiado en serio».

 

P: Hablando un poco de sonido, con Os Castigaré entraste muy de lleno en el pop alternativo español, pero fue un disco autoproducido. Ahora, sin embargo, has contado con un productor externo, Bearoid. Más allá de la mayor disponibilidad de medios ¿cómo ha sido adaptarte a hacer las cosas con un productor, con una voz externa? ¿Qué ha aportado como colaborador a la visión final del álbum?

R: Bueno, mi primer disco fue autoproducido, pero conté con mi amigo Pablo, que era compañero de la universidad y sabía de producción, aunque no se dedica a ello. También con Mané, que sí se dedica a producir, pero no tiene un estudio propio. Dentro de eso, conté con ayuda externa, pero diría que fue todo bastante amateur porque los medios eran limitados. No sabía si iba a recuperar la inversión del disco, aunque al final sí la recuperé, pero en ese momento no podía saberlo.

Con Martillo conté con Bearoid y me costó mucho encontrar un productor con el que me sintiera cómoda. Pasé por varias etapas en las que no me llegaba a sentir bien con nadie. Soy muy mía, pero no en el sentido de tener maquetitis o de no permitir cambios en el estudio. Dani [Bearoid] rehízo algunas canciones y estuve conforme con eso. Pero busco una identidad sonora propia, y había productores que no estaban dispuestos a adaptarse a eso.

Muchos productores tienen su marca personal, lo entiendo. Como productor, también quieres dejar tu firma. Pero yo necesitaba a alguien que escuchara mis referencias, que son cosas que aquí casi nadie conoce. Le pasé a Dani canciones en japonés, que ni siquiera sé cómo se pronuncian los títulos. Solo sé que me gustan y que quiero parecerme a ellas. Quería a alguien dispuesto a empaparse de mis referencias, y eso fue difícil.

Dani llegó de casualidad porque estábamos bloqueados, no sabíamos a quién más preguntar. Un día quedamos, nos dimos buenas vibras. Creo que le di un poco de miedo porque no estaba acostumbrado a trabajar con mi estilo, pero accedió y creo que al final la dupla fue muy buena. Escuchó mucho, fue muy proactivo. Yo tenía ideas pero no sabía cómo llevarlas a cabo, y él sí. Además, quería llegar a esas cosas conmigo. Así que fue genial, la verdad.

P: ¿Crees que has perdido espontaneidad en este disco? ¿Ha sido algo más buscado, más deliberado?

R: Creo que las canciones las pienso mucho de forma deliberada, pero entre que compongo una y la siguiente, igual pasan tres meses. Y en esos tres meses he pasado de querer hacer rock a querer hacer synthpop. Entonces, al final, siempre me queda un collage que tiene sentido porque lo hago yo misma y no puedo alejarme de mí. Pero dentro de cada canción, siempre hay coherencia.

P: ¿Y respecto a las letras?

R: No, las letras siguen siendo espontáneas. A mí no me gusta escribir letras, me gusta escribir música. Si me encantara escribir letras, escribiría un libro. Mi obsesión es con el sonido, con cómo los sonidos se suceden en horizontal y vertical. Siempre dejo las letras para el final. De hecho, a veces las compongo el día anterior o en el estudio mismo. Siempre son muy espontáneas, algo que me hace sentir cómoda en el momento.

P: ¿Las ves como una obligación?

R: Sí. Me gustaría hacer música instrumental. No descarto en el futuro hacer solo música instrumental. Hay muchos artistas en Asia que publican su disco y luego el mismo disco instrumental. Eso me gusta porque quitas la voz y la canción es diferente, pero sigue estando llena. No necesita nada más. Eso me atrae.

 

Influencias y estética

 

P: De hecho, has dado un paso más en términos de sonido en este disco. La estética japonesa tiene ahora su reflejo sonoro ¿Estás imbuida ya totalmente en lo que es el mundo oriental, sobre todo cultural y musicalmente?

R: Pues mira, culturalmente, sinceramente, soy menos otaku [obsesionada, en este caso, con lo japonés] de lo que aparento. Consumo anime, lo más mainstream; manga, lo más mainstream. No consumo cosas demasiado raras, pero me interesa. ¿Sabes lo que pasa? Creo que me he dado cuenta de que soy una persona muy obsesiva con las cosas que me gustan. Entonces, cuando algo me gusta, lo exprimo al máximo y luego me aburre porque ya lo he explotado todo lo que podía. Eso me ha pasado con muchas cosas en mi vida: con el indie aquí en España, con la ópera, con la zarzuela, con las vanguardias del siglo XX… con muchas cosas. Llegó un punto en que colapsé.

Estando en España, las cosas cercanas a mí ya no me resultaban interesantes porque ya las había conocido todas. Quizá aún tenga muchas cosas por descubrir aquí, pero en ese momento no las encontraba o no tenía fácil acceso a ellas. Japón, en cambio, es un mundo nuevo para mí porque es todo diferente y eso me estimula. Japón tiene muchas facetas musicales: está el rock, el pop, todas las escenas que existen aquí también están allí, pero son diferentes. Así que aún tengo mucho de donde nutrirme. Por otro lado, no es una sociedad perfecta, pero lo que a ellos les parece normal, a nosotros nos resulta excéntrico, y eso me parece muy interesante.

Además, estar desconectada de aquí me ayuda, porque hubo un momento en mi vida en que todo me decepcionaba. Por ejemplo, descubrí cosas sobre artistas que te gustan que no son agradables. En una escena tan pequeña, te llegan rumores sobre gente que no te gusta, o descubres que alguien que admirabas es un acosador. Entonces pensé: necesito admirar a gente que no esté cerca de mí para no estar triste todo el tiempo. Japón me ayuda mucho en eso; muchas personas son anónimas, ídolos virtuales, y eso me da tranquilidad porque esas personas no pueden decepcionarme. Aunque, claro, sí podrían, pero ahora lo veo más lejano.

 

 

P: ¿Cómo adaptas el city pop a tu visión artística? ¿Qué te atrae de ese sonido más experimental?

R: Lo que más me atrae es lo divertido que es. Es funky, tiene un bajo muy bailable que te levanta. Aunque los BPMs no sean tan rápidos, puedes hacer virguerías, meter la orquestación que quieras: trompetas, trombones, saxofones, flautas, violines, un arpa si quieres. Todo cabe. Me imagino metiendo esa orquestación en una canción de rock y sería demasiado hortera, incluso para mí. Es un género en el que todo entra. Armónicamente, también es muy jugoso. Te permite explorar los lugares que me gusta explorar. Yo nunca voy a hacer una canción canónica de citypop porque voy a tener otras influencias que hacen que la métrica sea diferente. El idioma ya hace mucho.

 

«Me encantaría incluir más instrumentos reales, pero no tengo presupuesto».

 

P: Y, en la instrumentación, ¿qué parte del sonido es real y qué parte es electrónica?

R: La instrumentación real son las guitarras. Las grabamos todas. Las baterías, en algunas canciones, también. Grabamos bajos en dos canciones: ‘¿Qué le digo a mis amigos?’ y ‘Calvario’.

Hay partes que son electrónicas y otras que son grabadas. Las guitarras, por ejemplo, es imposible recrearlas de forma virtual. También grabamos los platos de las baterías. Las baterías, en general, las grabamos por separado: primero el bombo, luego los platos. Eso le da un toque más frío y ultra procesado, que era lo que buscábamos. Lo demás fue complicado, sobre todo, recrear instrumentos de viento de forma virtual. No teníamos presupuesto para contratar músicos, así que pasamos horas con plugins, intentando recrear sonidos lo más realistas posible.

P: ¿Te planteas meter instrumentación orgánica en el futuro?

R: Me encantaría, porque me facilitaría mucho las cosas. Yo hago todos los arreglos, pero no toco todos los instrumentos. Si contara con un cuarteto de viento, por ejemplo, podrían interpretar mejor que yo. A veces hago arreglos que no son realistas, y no quedan tan bien. Me gustaría trabajar con personas que pudieran aportar más. Pero eso requiere un presupuesto que ahora mismo no tengo.

P: Al pensar en esos arreglos de viento, te lleva a épocas pasadas como en tus discos anteriores, con referencias a artistas como Jeanette o Rafaella Carrá. Sorprenden esas referencias en alguien tan joven. ¿Cómo has llegado a ellas y qué otras has tenido en el disco?

R: Sí, me encanta ese sonido, pero no te sabría decir el inicio, ¿sabes? Pero, mira, me acuerdo de una en el metro -tenía como 18 o 19 años- y había una señora enfrente de mí. Se me acercó y me dijo: «Te pareces muchísimo a Karina cuando era joven». Y yo no sabía quién era. Sabía que Karina existía, pero no le ponía cara. Entonces, cuando llegué a casa, me puse a escuchar ‘Las flechas del amor’ o algo así, y dije: «Uy, qué gracioso, qué divertido es esto». No era la primera vez que escuchaba música “antigua”, pero me acuerdo de eso. Siempre me ha gustado mucho Jeanette. Creo que en casa se escuchaba. Y me gusta mucho la zarzuela, y de la zarzuela llegué a la copla, y de la copla llegué al cuplé.

Y es lo que te he dicho antes: necesito estar todo el rato descubriendo cosas porque me canso de lo que ya conozco. Como al futuro no puedo viajar todavía, pues tengo que viajar o al extranjero o al pasado. Además, es verdad que hay muchas similitudes entre el citypop y la música de aquí de los años 60 o 70. La orquestación era la misma entonces. Ya existía la globalización en aquellos tiempos, aunque ahora decimos: «Buah, ya nada es original, todo está mezclado». Pero ya estaba todo mezclado antes, realmente. Fue un estímulo nuevo en ese momento que me ayudó mucho.

Si me dices que tengo que escuchar música en español, probablemente elegiría los 70. Ahora mismo, en casa, escucho mucho playlists de YouTube; música sin autoría, fundamentalmente. De estas personas que tienen una cuenta en YouTube, pero que nadie sabe quiénes son y lo hacen porque les gusta. Eso me ayuda a concentrarme. Eso es lo que escucho.

 

Recepción y proyección del disco en un contexto muy complicado

 

P: Centrándonos en los resultados, parece que tienes bastante suerte. Eres un poco la niña bonita de la crítica aquí.

[Nota: el día anterior se publicó una crítica en un medio cuyo texto está por encima de la nota y ella se declaró conforme con ella en Twitter/X. Esta referencia forma parte de la pregunta y de la respuesta]

R: ¿Sabes qué pasa? Que a veces me da la sensación de que esta escena es mucho más pequeña de lo que pensamos. Porque yo te conozco, y tú conoces a mi asesor, entonces parece que no puedes ser neutral conmigo. Si tú me pones un 5, vas a quedar mal conmigo, y yo me voy a enfadar.

P: Pero un 5 es un aprobado de toda la vida.

R: Claro.

P: ¿No te parece que hemos cogido unas referencias un poco de TripAdvisor y las hemos llevado a la crítica cultural? Parece que si pones un 8 o menos de 4 estrellas, te cargas una obra, ¿no?

R: Claro. ¿Qué es un 10 para ti? Imagina que a este disco le pones un 8. ¿En serio? ¿Solo hay 2 puntos de diferencia entre yo, que no soy tu artista favorita, y un disco que para ti es un 10? Es que me parece que a veces no tiene sentido poner notas. Yo puntuaría más bajo todo en general. Me parece lógico hacer una reseña en base a lo que ese disco supone, al contexto, al sonido, y si cumple su propósito. Pero el propósito de mi disco no es el mismo que el de otro.

P: Pero debe ser una mezcla entre el texto y la nota, ¿no? Tengo la impresión de que en el mundo indie se le tiene pavor a la crítica negativa. Veo muchas críticas negativas de músicos internacionales, pero aquí los músicos españoles reciben valoraciones más altas.

R: Claro, es el problema de que esta escena sea tan pequeña. Yo no tengo problema en ponerle un 3 a Dua Lipa porque no la conozco. No me va a repercutir, pero si tú me pones una crítica negativa, igual la discográfica no te pasa más lanzamientos o no te deja entrevistar a los artistas. No digo que eso pase conmigo, he puesto un ejemplo tonto, pero hay ese miedo a que suceda. Aquí todo está muy precario y poco profesionalizado, entonces nos conocemos todos. Personalmente, no tengo ningún apego a lo que hago; me da igual si me ponen un 4, un 5, un 7 o un 10. Mi disco no me define como persona. Muchos amigos míos no disfrutan mi música y no me supone ningún problema porque compartimos los mismos valores. ¿Qué más da si no te gusta mi trabajo? A mí no me gusta trabajar, en ninguno de los sentidos. Agradezco que alguien se tome el tiempo de escuchar mi disco, eso ya es suficiente. Si le gusta o no, me da igual.

P: Pero más allá de las reseñas o las notas, eres una persona de la que todos hablan bien. Los medios, en general, hablan bien de ti.

R: A alguien le caeré mal, supongo, o alguien pensará que no tengo validez, pero no lo ha dicho. Es verdad que tengo titulitis. Mucha gente cree que porque tengo un doctorado, tengo más potestad para hablar sobre ciertos temas que otra persona. Yo personalmente no lo creo así, pero en España hay mucha titulitis. Tengo un perfil 360, soy periodista, artista, intérprete, trabajo en una agencia de comunicación, y tengo un contrato discográfico. Entonces, más o menos sé lo que se cuece en cada lado. Pero hay gente mucho más formada que yo para ciertos temas, claro.o hay hueco para todos.  No todo el mundo puede dedicarse a la música.

P: Es curioso eso de ser artista y trabajar en una agencia de comunicación ¡Y luego periodista musical! ¿Cómo evitas el conflicto de intereses?

R: A eso voy. Yo no tengo ningún beneficio porque ni soy jefa de redacción en ningún sitio, ni la empresa es mía. Soy una empleada en un sitio y en otro. No hay conflicto de intereses. Lo hago bien en los dos trabajos. Además, sé que llevo artistas que no encajan en determinados medios. Esto me ha ayudado a entender debates como «las agencias de comunicación nos bombardean a correos» o «los periodistas no nos hacen caso».

Entiendo a todo el mundo, la industria musical española es muy precaria. No existe una infraestructura potente y todo el mundo tiene contratos de mierda. Quien tiene contratos, porque luego hay medios que lo hacen por amor al arte, ¿no?

Y, a la vez, las únicas veces que he sentido ganas de cogerme de los pelos es cuando yo soy artista. El resto es trabajo. Sabes si ya como artista es diferente porque pones tu alma en una cosa y es muy triste ver como no hay tiempo para que se dedique a tu proyecto, ¿sabes? ¿Porque obviamente los periodistas no tienen tiempo para sacarte y las agencias de comunicación, si llevan 300 proyectos, ¿qué lugar ocupas tú dentro de eso? ¿En tu discográfica? Si hay 300 proyectos, ¿qué lugar ocupas tú dentro de eso? Nadie tiene tiempo para ti. La única persona que tiene tiempo para ti eres tú misma, y esa es la verdadera tristeza.

P: Centrándonos en la parte más publicitaria ¿Qué planes tienes un poco para la promoción? ¿Vas a tocar? Por cierto, en gira hay festivales, hay salas…

R: Mira, la realidad es que gira no hay. Yo toco el sábado 19 de octubre en El Sótano, dentro del [Festival] Mazo Madrid. Dentro de eso, yo no puedo organizar una gira por España porque yo no puedo perder dinero. No tengo dinero para perderlo. Es triste, quizás, pero es la realidad.

Yo llevo a mis músicos, que son dos y estas dos personas tienen un salario fijo que yo, sí o sí, tengo que pagar.  Si yo no vendo las suficientes entradas y ni siquiera llego a ese salario, es pasta que tengo que poner de mi bolsillo; y eso sin contar con la gasolina, con el alojamiento, con no sé qué… O sea, yo hago cuentas en mi cabeza y, si no saco 600€ por fecha, voy a perder dinero. ¿En qué fecha puedo sacar 600 pavos si además tengo que pagar el alquiler de la sala? ¿O sea, cuántas entradas puedo vender yo en Sevilla? 10 con suerte ¿te imaginas?

Entonces, compitiendo con 5 conciertos que están sucediendo a la vez en esa misma ciudad, no me lo puedo plantear. Obviamente los festivales son un problema muy grande. Pero ya en quién recae la responsabilidad… El otro día leí un mensaje de [unos] artistas: “no vayáis a festivales porque no sé que”. Bueno, es que entonces ¿Qué hago si no puedo ir a salas porque ir a salas me supone un gasto de 400€ cada vez que salgo de mi casa y no puedo ir a festivales? ¿A dónde voy yo?

Luego hay muchas salas que también se suben a la parra. Las cosas como son. Porque ¿de qué cojones me vas a estar cobrando 400€ de alquiler? Luego, encima, te cobran 50 pavos más por el técnico de sonido.

No tengo necesidad de vivir de la música, es mi hobby. Pero yo tengo a dos músicos que están comprometidos con mi proyecto y a los que tengo que darles de un sueldo de vez en cuando porque, si no, se van a ir a otro proyecto. Entonces ¿qué hago? ¿Dónde toco? ¿Es mía la responsabilidad como artista que tiene 5.000 oyentes mensuales?

Estoy a favor de grupos de amigos que organizan conciertos como el [festival] Feliz Feliz, de Zaragoza. Estoy a favor de estas pequeñas iniciativas que, por pequeñas que sean, generan un tejido underground dentro de España. Esa es mi política y eso es con lo que yo voy.

 

«No hay hueco para todos.  No todo el mundo puede dedicarse a la música».

 

P: Entonces no ves una solución para el tema de festivales, pero ¿qué cuota de responsabilidad tienen los artistas, las salas o los festivales?

R: Si te si te soy sincera, no he pensado mucho en mi utopía, pero ¿cuál es tu responsabilidad como persona que no recicla una botella de plástico en comparación con Taylor Swift, que es la persona que más contamina del mundo?

P: No me refiero a los artistas pequeños sino también a los grandes. ¿Crees que falta a veces solidaridad de los grandes?  Nadie planta cara a nada. Lo único que he visto en años ha sido lo de Robert Smith [cantante y líder de The Cure]: el año pasado, cuando intentó plantarse frente a Ticketmaster y consiguió que, en parte de la gira, dejaran de cobrar los gastos de gestión.

R: Totalmente, totalmente. Y, en mi opinión, el mayor problema con los macrofestivales creo que es el ecológico. Nadie piensa en la cantidad de recursos que se gastan en un macrofestival.

P: Coldplay, teóricamente.

R: Pero en plan teóricamente ¿no? porque luego le regalan a todo el mundo una pulserita con luces a 50.000 personas por día en cada ciudad…

De forma completamente honesta, las bandas pequeñas viven fatal, pero ¿cuál es la solución? Es que, obviamente, no hay hueco para todos.  No todo el mundo puede dedicarse a la música. Y yo lo digo como persona que probablemente no va a vivir nunca de la música. Yo he aceptado mi lugar. Ojalá fuera otro, pero no lo es. ¿Entonces, qué solución hay? Es que hay muchos grupos.

Luego siempre están los mismos. Pero siempre hubo que dar [cabida] a los mismos. Pero haz un cartel conmigo y con cuatro Grupos underground más para un festival mediano. ¿Quién va a ir a ese festival? Ahora mismo, sinceramente, no veo una solución.

P: Y, al final de todo eso, vas al Mazo y ¿algo más vas a tocar en verano?

R: De momento, no. Tengo el Feliz Feliz en diciembre y ya está. Estoy abierta a lo que me echen, pero es verdad que entendería que tampoco me llamasen de ningún sitio porque hay muchos grupos. Y hay mucha gente sacando muy buenos discos.

P: Tú tienes nombre, al fin y al cabo.

R: Creo que soy una persona demasiado tímida e insegura para este mundo. No me gusta pedir y este mundo va mucho de pedir cosas. Entonces, obviamente, si no pido, nadie va a saber que yo existo ¿sabes? Pero es verdad que no me hace sentir del todo cómoda.

P: Pero a ti no te faltan contactos

R: Ya, ya, pero no me gusta utilizarlos. Mi madre siempre me regañaba cuando tenía que llamar a alguien para que me fuese a buscar a la estación de autobuses porque se me habían acabado. Entonces no, no me gusta “pedir ayuda”. Eso es incompatible a veces con el trabajo que desempeño ¿no?

P: Quizá publicar un disco puede ser una indirecta para eso, que alguien la pille…

R: No, y estoy abierta a propuestas. Tengo unos gastos mínimos que hay que cumplir y el resto, no.

P: Bastaría un tuit diciendo “estoy abierta a propuestas”

R: Bueno, quizás ponga un tuit.

 

Planes de futuro

 

P: De cara a futuro ¿Con qué bandas te gustaría colaborar? ¿Tienes algún proyecto de colaboración con alguien?

R: ¿Sabes qué es lo que pasa? Un poco lo de antes: me da vergüenza pedir cosas. Yo pienso en tener que escribirle un mensaje a alguien con quien he cruzado dos palabras o que, simplemente, nos seguimos mutuamente, para decirle, ¿quieres cantar en un tema mío? Y se me llevan los demonios, la verdad. Porque hay una voz mía dentro que me dice “esta persona va a leer tu mensaje, se va a reír de ti o le vas a pasar la canción y va a pensar que es una mierda y te va a decir que sí por compromiso”. Mucho trabajo tendría que hacer para atreverme a pedir una colaboración.

A nivel nacional hay muchos grupos que me gustan: Me encanta Ganges; una chica que se llama Marina Herlop y Adiós Amores. Me gustan muchos grupos, pero no me atrevería jamás a pedírselo.

P: ¿Y a través de Sonido Muchacho [su discográfica]?

R: No me atrevería a pedirle a Sonido que se lo pidiera. Quiero decir, al final, todo el mundo sabe que la persona que está detrás soy yo.

«Estoy abierta a colaborar con alguien y me encantaría, pero ahora mismo me veo incapaz. Me da vergüenza pedirlo».

 

P: Hoy en día es superhabitual ver colaboracionesde todo tipo.

R: A eso iba antes. Creo que soy una persona demasiado introvertida para dedicarme a la música porque yo veo que la gente lo hace con total normalidad y no le cuesta ningún tipo de esfuerzo. Ahora mismo, yo me veo incapaz. Estoy, obviamente, abierta a colaborar con alguien y me encantaría. Tengo muy pocas colaboraciones y siempre que me lo han pedido he dicho que sí, porque me encanta poner en común nuestras ideas y ver que puede salir de eso, pero tomar yo la iniciativa es una cosa que ahora mismo no estoy preparada para hacer. Entonces, bueno, sí, mi buzón sigue abierto.

P: ¿Y versionar a alguien? De aquí o de allá.

R: Bueno, me encantaría hacer muchas cosas. En Japón sería más complicado pero bueno, una traducción al español… En mis conciertos estoy versionando una canción de Aitana, por ejemplo, ‘Los Ángeles’. Me gustó ese disco, la verdad.

Hay grupos que me gustan, pero que no me quedaría bien versionarlos. Yo creo que igual me quedaría bien versionar una canción de El Buen Hijo, por ejemplo. Creo que me podría quedar bien. Me gusta mucho El Buen Hijo, creo que tiene canciones increíbles y perfectas, aunque no me gusta versionar canciones del presente, porque con una cosa tan relativamente reciente…

P: ¿Algo de los 70?

R: Algo de los 70, sí. Me gustaría versionar ‘Yo no soy esa’, de Mari Trini. Muy buen tema.

P: Para acabar, ¿qué te gustaría explorar musicalmente? ¿Qué piensas que no has podido experimentar todavía? ¿Con qué te gustaría experimentar?

R: Últimamente me gusta mucho una corriente que hay en la música británica, pero también en la surcoreana -que supongo que los surcoreanos lo han tomado de lo británico- que es como jungle, pero que tiene un punto de bubblegum pop, como muy naive. Pero no deja de ser una canción de Dragon Ball.

Eso me está gustando mucho y me he planteado investigar al respecto. Quizás ahora mismo no está súper presente en lo que estoy componiendo, pero no me importaría sentarme, pensar y hacer algo sobre eso. Luego, mi sueño siempre ha sido componer una Zarzuela. Pero supongo que no la firmaría como Marta Movidas…

 

Próximos conciertos de Marta Movidas:

Mazo Madrid: El Sótano, 19 de octubre. Entradas aquí.

Zaragoza Feliz Feliz: diciembre 20/21. Entradas aquí.

 

 

Marta en la esfera digital:

YouTube: @mdmovidas

Instagram: @mdmovidas

Twitter/X: @mdmovidas

 

 

Noticias Relacionadas:

Tostatest a Marta Movidas

Nuestros discos destacados de septiembre

WARM UP 2023: Un festival entre dos aguas

 

 

 

 

 

 

Y.H.

Y.H.

Redacción

El Perfil de la Tostada