Romance (2024)
- Fontaines D.C.
- ⭐️ 9/10
- XL Recordings
Fontaines D.C dan otra vuelta de tuerca
En otoño del año pasado os contábamos que hay algo especial en Irlanda, país que ha producido algunas de las bandas más emblemáticas del panorama actual. La vibrante escena dublinesa alumbró a finales de la década anterior una de las bandas más influyentes de la escena alternativa y a la que ya podemos considerar como una de las más importantes de entre las que han surgido en lo que llevamos de siglo.
Desde la publicación de su primer álbum, Dogrel (2019), Fontaines D.C. ha seguido una inexorable línea ascendente. El siguiente, A Hero’s Death, que ya destacamos como uno de los mejores discos de 2020, supuso la confirmación del inmenso talento de la banda que culminó en esa obra maestra del rock moderno llamada Skinty Fia.
Partiendo siempre de esa oscuridad pospunk tan característica, los dublineses han ido experimentando, puliendo y enriqueciendo su paleta sonora, ornamentada además por una lírica profunda, cautivadora y desgarradora. Escucharlos te encoge el alma hasta alcanzar una liberadora catarsis. La angustia del alpinista hasta que hace cumbre.
En este contexto, tras su reciente fichaje por XL Recordings, en esta recta final del estío han lanzado su cuarto largo, Romance. Este mes de agosto, de forma insospechada, está produciendo auténticos bombazos musicales. Con esta grabación, el quinteto da otra vuelta de tuerca a su estilo y alcanza un nuevo estadio.
Construido a la manera de un disco conceptual, con una secuenciación tan medida como acertada, es un trabajo lleno de contrastes: el título de la portada y la viveza de los colores tienen su antítesis en las lágrimas que manan de un corazón con expresión de dolor.
Desde el punto de vista sónico, es una apuesta por un rock menos eléctrico en el que los samplers y elementos orquestales marcan el tono y los llevan a otra dimensión.
Los cuadros góticos que suelen exponer cuando damos al play son ahora unas creaciones igualmente impactantes. Mantienen esa belleza tan particular que no aparece a primera vista. Pero, donde antes contemplábamos imágenes de trazo grueso, ahora encontramos dibujos de línea fina y mil detalles en los que perdernos.
Aún así, reconocemos los paisajes que nos muestran. Desde un punto de vista temático, mantienen su habitual narrativa introspectiva, afectada por una cierta angustia existencial, decepción, frustración y desconfianza hacia un entorno por el que se sienten rechazados. Son armonías que nacen cuando el peso del pasado y la incertidumbre del presente se dan la mano.
La pieza que da título al disco, ‘Romance’ es una introducción vocal con ambientación cuasi electrónica, con tintes de tragedia operística para ambientar la caída al abismo emocional tras una fase de negación posruptura.
Suena el segundo corte y se produce un sobresalto pese a que fue el primer sencillo y, por tanto, ya lo conocemos. ‘Starbuster’ es un cambio abrupto que se adentra en terrenos cercanos al hip hop, en un frenesí taquicárdico de percusión y guitarras de corte retro, mientras Grian Chatten escupe los versos en forma de spoken word.
Toda la obra denota una apuesta clara por las melodías, que tienen un peso mucho mayor, y riffs reconocibles, que allanan el camino por el que nos llegan las tonadas. Pero siempre se guardan un as en la manga.
El que fuera el último adelanto de este Romance, ‘Here’s the thing’ arranca con un lametazo pegadizo y unos versos casi coreables, de estribillo, que mutan a un recitado más pausado en su parte central. Como ese relato que arranca con su desenlace y apuesta por la intriga, la banda deconstruye la canción y la rearma con una estructura distinta, igualmente efectiva. Permanece el desasosiego reinante, pero con un tono menos angustioso.
Por el contrario, ‘Desire’ constituye el epítome de este cambio de rumbo sonoro. La oscuridad y la atmósfera lúgubre son generadas por cuerdas y teclados de tinte sinfónico que, a su vez, le dan una dimensión épica. Ese aspecto orquestal lo comparte todo el tramo central que continúa con ‘In the modern world’; ‘Bug’, de ritmo más acelerado; y ‘Motorcycle boy’, que tanto debe al ‘Disarm’ de los Smashing Pumpkins.
La desesperanza se torna en melancolía en ‘Sundowner’, un crescendo en el que la percusión se hace visible de nuevo y tiende un puente hacia el desenlace del disco.
Chatten exhala un cinismo casi nihilista en ‘Horseness is the whatness’, una pieza de nuevo desasosegante gracias al juego entre la voz y los efectos sonoros. Escuchamos ‘Death Kink’ y, durante dos breves minutos, si nos damos la vuelta o cerramos los ojos, vemos la portada del Skinty Fia en lontananza.
Y, cuando casi nos hemos rendido a la evidencia de que no podemos cambiar este mundo, llega ‘Favourite’, con su insospechada luminosidad pop.
Una suerte de mirada de evocadora nostalgia. Una canción de amor y esperanza a esos lugares de un pasado en los que fuimos felices. Un homenaje a Madrid, ciudad de gran importancia para la banda y en la que rodó el videoclip que acompañaba su publicación. Una forma de himno que rompe con todo lo anterior y devuelve la sonrisa al corazón.
Es Romance un álbum que busca una expansión sonora y se apoya en fórmulas distintas a sus predecesores. Con él, el conjunto asume riesgos y consigue salir airoso del reto porque no solo mantienen la esencia, es Fontaines D.C. de pleno derecho.
Es una grabación más sofisticada, con mucho mayor trabajo de estudio en la producción. No encontraremos los riffs afilados o el bajo prominente de otras ocasiones, pero sí unos arreglos exquisitos y unas melodías que hacen las canciones más accesibles pero con el mismo valor artístico.
Escucharlo es entrar en un laberinto de espejos en el que, cuando todo está perdido, encuentras el camino. Porque en ese juego que nos proponen los irlandeses, nada es lo que parece. La única certeza es que su cuerda es la buena y, aferrados a ella, llegaremos a la salida, a la cima o hasta donde nos digan.
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Yago Hernández
Redacción