Monteperdido

 

La masiva afluencia de público fue la nota destacada de la edición 2023 del Low Festival, que salió fortalecido un año más en este aspecto, pero perdió en otros fundamentales como su limitada propuesta artística

Este 2023 es el año de la supervivencia. Aunque muchos pensáramos que ese sería 2022 donde los grandes eventos musicales y, en concreto los festivales, ofrecieran una lucha encarnizada en forma de sobreoferta y apuestas destacadas en sus carteles, este 2023 parecen haber quedado las sobras de un año de bonanza que consiguió atraer a un desatado público, ávido de conciertos, fiesta y diversión tras dos años de pandemia.

Esta tendencia, la de la asistencia masiva de público a los festivales, se ha potenciado y mantenido en algunos, al igual que otros han desaparecido o suspendido sus ediciones de este año, o incluso del próximo por diferentes motivos, tras los que se esconde la única razón indiscutible de este negocio: la escasa venta de entradas y abonos que permita la supervivencia o al menos la rentabilidad a medio plazo de cualquier festival.

No es el caso de nuestro querido Low Festival, que en este 2023 ha colgado el billete de no hay entradas -ni abonos- en su jornada del sábado, rozándolo el viernes, y acercándose a su antigua normalidad en el cierre dominical. Y es que cuanto más parece acercarse al abismo, más refuerzo popular ha obtenido el festival benidormense, como si del campechano Pedro Sánchez se tratara, en una analogía que vamos a dejar aquí por el momento.

Lo que sí le vamos a debatir al actual presidente del gobierno es ese afable tuit en el que contestaba al community manager del festival, agradeciendo, pero reclinando la invitación y felicitando al Low por su cartel de este año. Ya lo siento pero no, Pedro, gran cartel no.

Y es que, en esta corriente de 2023, donde los festivales han tenido que apretarse el cinturón, rascarse el bolsillo o como lo queráis llamar, ya hemos podido apreciar el cambio sustancial de un año a otro en lo que a propuestas musicales se refiere. No se trata de gustos, o de “clases sociales”, se aprecia con un simple vistazo el bajón considerable de un cartel que, a diferencia de otros festivales donde la seña de identidad camufló este déficit, en este caso ha repercutido en la magia y en el ecosistema propio del Low.

Esa magia, que románticamente podríamos definir como intangible, no deja de ser la logística para disfrutar de la música en directo del festival alicantino, y que este año se ha difuminado durante gran parte del festival debido a causas algo más difíciles de medir pero que trataré de detallar a continuación.

La jornada inaugural para los que llegamos de fuera arrancó con el directo de Viva Suecia. Los murcianos en plena escalada de popularidad, que les llevará el próximo año a tocar en el Wizink Center de Madrid, ofrecieron un concierto plenamente efectista ante una avalancha de público que colmaba el escenario principal hasta casi la entrada del estadio, tendencia que se repitió en este recinto durante el viernes y sábado, imposibilitando una mínima visibilidad y escucha de los conciertos.

Al salir de allí la realidad parecía cambiar, ante el resto de los escenarios donde el interés era mínimo por parte del público, generando un reparto desigual de las audiencias durante todo el fin de semana. Y pensaréis que todo el mundo querría ir a ver al cabeza de cartel nacional correspondiente de cada jornada, de acuerdo, pero siempre hay gente que decide darse una vuelta y descubrir nuevas propuestas…operación difícil de ejecutar en este 2023.

Tras asomarnos por el aroma trip hop de Gusgus en el escenario mini, y visitar a Niña Polaca en el pequeño escenario de la parte superior del recinto que tantas alegrías nos brindó el pasado año, regresamos al escenario Vibra Mahou, algo más espacioso, pero igualmente mucho más lleno que en otras ediciones para disfrutar del directo de Interpol, uno de esos sellos de calidad que ha mantenido el festival, que sigue ofreciéndonos grupos “de culto” con conciertos arrolladores.

Aun así, la nómina de bandas internacionales también ha sufrido sus recortes, y aunque han cumplido con creces, como es el caso de los de Paul Banks, hemos visto como en el escenario principal, su presencia se reducía a un solo grupo foráneo por día -excepto el viernes con dos-.

Arde Bogotá, sin duda el artista que más público congregó en el segundo escenario, es un claro ejemplo del fenómeno existente en otras ediciones, consiguiendo movilizar fuera del estadio a un público entregado de principio a fin a los cartageneros, en una propuesta que mis oídos no terminan de -ni empiezan a- apreciar.

Tras ellos, The Vaccines cumplieron con el expediente, en uno de los bolos más dinámicos y bailables de la noche, antes de llegar al “Secret Show”, novedad este año, que como casi todo en esta edición, salió bastante regular. Robot Rock Alive, banda tributo de Daft Punk, hizo acto de presencia pasadas las 3 de la mañana, ataviados con los famosos cascos del dúo francés para ofrecer una sesión ciertamente irregular, que acabó con las fuerzas de una parte importante del respetable que comenzó a desfilar rumbo a casa tras su actuación.

Con fuerzas renovadas, la jornada del sábado arrancó con la supervivencia de Xoel López ante el asfixiante calor en el escenario mini, donde el gallego tuvo que detenerse en varias ocasiones para coger aire, y al que sucedió otro ilustre artista de la zona, como es Iván Ferreiro. La trinchera pop nos sirvió par reconciliarnos con el indie patrio, aunque no pudimos evitar pensar en ese combo en un horario más nocturno y disfrutón.

Así, regresamos al estadio para encontrarnos con un panorama incluso más abarrotado que el del día anterior para recibir con honores a Lori Meyers, que ejecutaron un concierto de altura ante una muchedumbre entre la que conseguimos avanzar, no sin dificultades, para apreciar con un mínimo de calidad la actuación de los granadinos. En favor de la organización, diremos que las esperas en barras fueron mínimas, y la mejora en los servicios de la pista de atletismo ha sido considerable y reconfortante.

Placebo lució galones, como estrellas de la noche, en un concierto potente, centrado en su último trabajo, en el que echamos de menos algunos de sus clásicos,  pero en el que funcionaron como una apisonadora tema tras tema, antes de que Django Django nos hiciera bailar hasta la extenuación con su mixtura de sonidos rock, electrónicos y psicodélicos en el mejor concierto del festival en el escenario Mini y despedirnos del sábado de la mano de Second en su última gira.

El descanso dominical llegó de la mano del aforo de la Ciudad Deportiva Guillermo Amor.

Si bien todos los años se aprecia un descenso importante de los asistentes que marchan para arrancar sus jornadas laborales el lunes, este año, más que la morriña de ver como se acababa el festival quedó el alivio de un tránsito ligero entre escenarios y el aroma añejo del Low.

Cupido, a los que vimos hace unos años en el tercer escenario, dieron el salto al segundo, ofreciendo un correcto espectáculo a pesar de un sonido bastante saturado que sirvió de antesala a la nostalgia indie de Deluxe. Un concierto espacioso en el escenario Vibra Mahou, donde Xoel y los suyos ofrecieron un show esperado por muchos y donde la banda comenzó a despedirse de este nuevo y puntual periplo por las ciudades españolas.

Bombay Bicycle Club, con su afable y compacto directo y las Cariño, con su tontipop de muchos quilates pusieron -nuestro- broche de oro al escenario Mini, después de que en el escenario principal actuará la banda del día, y de la década cuanto menos, en cuanto a indie nacional se refiere.

Vetusta Morla no se cansa del Low, el Low no se cansa de Vetusta y el público lo agradece en cada uno de los conciertos que la banda madrileña ha dado en el festival de Benidorm. Ni el asfixiante calor, superior al de otras ediciones, pudo con un Pucho y compañía, que se entregaron como siempre para volver a ganar, a pesar de algunos problemas en el sonido al inicio del concierto, y tras una breve visita por su último trabajo, los tricantinos hicieron retumbar todo el recinto gracias su batería inagotable de éxitos que hicieron bailar, cantar, llorar e incluso enfadar a algún que otro enemigo de Perro Sanxe, bien por ellos.

De esta forma decíamos adiós al Low Festival 2023, un festival que nos ha dado mucho durante todos estos años y del que nos despedimos con mucha pena. A pesar de que los síntomas de agotamiento son evidentes, la respuesta de su público lo ha vuelto a lanzar al estrellato, y con la esperanza de que vuelva a su lugar, cogeremos aire y fuerzas para retornar más pronto que tarde.

Iñaki Molinos

Iñaki Molinos

Redacción