Fotos: Low Festival
El pasado fin de semana se celebró, tras tres años de sequía, una nueva edición del Low Festival. El festival benidormense regresó en un gran estado de forma gracias a su habitual receta que mezcla a la perfección un gran y diferencial cartel, con una organización notable y un ambiente inigualable
Y al tercer año …. regresó. Aunque no se trate de ninguna novedad respecto al resto de festivales que este 2022 han vuelto a escena después de dos temporadas estivales de ausencia, no hay que dejar de destacar cómo lo ha hecho el Low Festival, uno de nuestros festivales favoritos.
A pesar de la sensación de bullicio o sobreaforo de la jornada del viernes –con los datos en la mano, solo sensación-, el Low Festival volvió a responder con solvencia en cuanto a logística se refiere. Escasa espera en barras y servicios, grandes espacios para ver/oír los conciertos en los tres escenarios y facilidad para moverse entre ellos, así como la comodidad de acceso y salida del recinto siguen haciendo del Low uno de los festivales top, en este sentido, en nuestro país.
Otro de los aspectos fundamentales que sigue posicionando muy positivamente al festival es su diferencial línea editorial. Un cartel que que entremezcla a la perfección lo más granado del indie-mainstream y alternativo del panorama nacional, aderezado con pinceladas de grandes –y en algunos casos clásicos- artistas internacionales cuya presencia es impensable en la gran mayoría de festivales patrios.
Con todas estas cartas sobre la mesa y el comodín de un inmejorable ambiente generado por un público que supera de sobra la treintena, se antojaba complicado no disfrutar de una nueva edición del Low Festival por enésima vez.
En la jornada inaugural pudimos disfrutar y bailar al son de los siempre notables Metronomy, antes de sumergirnos en los sintes e himnos de León Benavente, que volvieron a postularse como uno de los conciertos del festival, catar por primera vez el escenario Radio 3 con Triángulo de Amor Bizarro y su éxtasis permanente antes de saltar al escenario principal para gozar de la primera cabeza de cartel del festival.
Y es que si bien Nathy Peluso no es a priori lo que cualquier mortal pudiera entender como artista Low, la argentina representa una figura artística y casi social que le hace más que bien a la música “independiente” de nuestro país. Aunque no se tratara de una oportunidad única de verla en directo –es cabeza de cartel en todos los rincones del país-, si se agradece la versatilidad y refresco de una propuesta que entremezcla la novedad de sonidos juveniles y vanguardistas cercanos al trap con clásicos como la salsa, o una escenografía y base sonora sustentada en el baile y los metales alternada con una interpretación espídica y juegos visuales rompedores, que hicieron disfrutar al respetable con los oídos más abiertos.
Tras ella, bailamos el tecno-pop de Joe Crepúsculo, que terminó de confirmar cómo el tercer escenario daba un importante salto adelante en esta edición, con artistas nacionales de culto que atraían gran cantidad de público ladera arriba. Continuamos danzando gracias a los ritmos desenfrenados de los fascinantes Chk Chk Chk –ya miembros de honor de la familia Low- para cerrar la noche con la versión mutilada de Ginebras en el escenario Baltimore, donde por algún motivo, la escasez de sonido no nos dejó disfrutar como se merece de su habitual show, y de la posterior sesión de Elyella.
Arrancamos el sábado con los británicos White Lies, que congregaron a una importante masa de seguidores cuando aún caía el sol sobre el escenario principal, en un notable concierto donde fueron protagonistas su habitual sonido rock barroco y la gran conexión generada por su vocalista –Harry McVeigh- con el público.
Biznaga asaltó el Low Festival en uno de los mejores conciertos del fin de semana gracias a su pop-punk de guitarrazos y letras fascinantes, que hicieron saltar y gritar a una mayoría minoritaria que llegó con retraso a presenciar otros de los mejores shows nacionales para quemar zapatilla: Carolina Durante.
Y es que mientras la dichosa pandemia parecía paralizar nuestras vidas y las de otros muchos grupos, estos cuatro chavales madrileños no han hecho más que crecer, y el mismo escenario que los vio actuar hacer tres años parece quedársele pequeño a una banda cuyo repertorio ya da bastante envidia y placer a partes iguales.
La belleza, elegancia y potencia de Editors en el escenario principal volvió a poner en valor la selección de artistas del festival, e incluso una decisión a debatir que a mí sí me resultó acertada: la duración de los conciertos.
En este caso, los de Tom Smith nos reglaron un setlist plagado de ritmo, donde entremezclaban grandes clásicos, con otros contemporáneos y temas de su próximo disco –que verá la luz en septiembre- en un bolo que no superó los 70 minutos, siendo la duración generalizada de cada de concierto de una hora. Para gustos los colores, pero como muestra festivalera me parece lo idóneo, para profundizar siempre quedarán –o deberían- las salas.
Continuamos la noche con VVV (Trippin´You), una de las propuestas nacionales más interesantes que combina con descaro el post-punk, con el synth pop, el dark o como los noventeros resumiríamos, el pop con el bakalao de una forma tan violenta como acertada para no dejar de bailar durante todo su concierto, para finalizar la noche con la actuación mucho más que correcta de 2 Many Dj´s como cabeza visible –y de cartel- de la electrónica más mainstream a la par que ecléctica que nos suele regalar el Low Festival cada año.
La jornada dominical no se quedó atrás respecto a sus predecesoras. La elegante psicodelia de Temples sirvió de notable apertura antes del sensual rnb de Sen Senra, que reunió a un público cada vez más numeroso, y que sirvió como antesala de uno de los conciertos más esperados del festival, que cumplió las expectativas.
En una lección de rock and roll, una de las bandas alternativas más míticas de los 90 como son Primal Scream, ofrecieron un concierto que fue in crescendo en cuanto a intensidad se refiere, que no en cuanto a calidad, suprema durante toda su duración. Si bien no fue ni mucho menos el concierto más multitudinario, los de Bobby Gillespie se metieron al público en el bolsillo gracias a una interpretación inmaculada que alcanzó su culmen en la parte final, protagonizada por los cortes más emblemáticos de Screamadelica (1991), y acompañados del indispensable coro que redondeó uno de las mejores actuaciones del festival.
La despedida de uno de los grupos fetiches del Low como es Izal, sirvió para apreciar la capacidad de convocatoria de la banda en el escenario principal, antes de disfrutar del baile electro pop de La Femme, la impecable adaptación al directo de Alizzz y el remate perfecto para cerrar y reventar la pista de baile con el garaje de los barceloneses Mujeres.
El Low siguiendo cumpliendo años, y como las buenas cosechas, parece haber encontrado el equilibrio, la receta perfecta, un cóctel del que todo el mundo quiere beber.
El sabor genuino del Low Festival ha vuelto, y sigue siendo delicioso.
Iñaki Molinos
Redacción