El festival madrileño volvió en su formato original tras la interminable pandemia en un nuevo escenario y con algún que otro sobresalto logístico y técnico
Tras tres años desde el último Tomavistas –en el lejano 2019 y en el añorado parque Enrique Tierno Galván- la versión completa volvía a la ciudad de Madrid, concretamente a los exteriores del recinto de IFEMA, donde ya tuvo lugar el año pasado el Tomavistas Extra, que te contamos aquí.
Y es que, si algo como la ubicación es fundamental en cualquier festival, en este lo es aún más. El Parque Tierno había acogido hasta el momento el resto de ediciones de un festival caracterizado por su cercanía a la ciudad, un enclave único donde encontrarse con amigos, familias y grandes amantes de la música que parece haber desaparecido por completo en este nuevo recinto.
Intentando olvidarnos de esta losa que pesó sobremanera en el desarrollo del fin de semana –creo que es una opinión palpable y bastante generalizada entre el respetable-, el Tomavistas volvió a ofrecernos un cartel singular y diferencial al resto de la oferta festivalera nacional, cuasi clónica en muchos de los rincones de este país.
Aun así, acompañando al excelso menú gourmet de otras temporadas, el Tomavistas 2022 se descolgó con un tercer día de festival donde se aglutinaron las grandes figuras del pop alternativo nacional. Para algunos/as, sobre todo los más jóvenes, un acierto que diversificó la audiencia y diría que hasta la asistencia y para otros/as un pero que impidió encajar las piezas de un puzle tan heterogéneo como suele ser nuestro querido Tomavistas.
De esta manera, junto al multitudinario y atípico público juvenil, pudimos disfrutar de una velada capitaneada por el fenómeno musical del momento, que ha saltado en apenas unos meses del circuito independiente a baños de masas como el que vivimos el pasado jueves. Rigoberta Bandini ofreció un espectáculo perfectamente acorde a lo demandado en un gran festival, disparando tema tras tema todas y cada una de las canciones publicadas hasta el momento, a la incontestable ‘Ay mama’, jaleada por un público que abarrotó –me arriesgaría a decir que más que en ningún otro concierto- uno de los escenarios principales del Ifema.
Antes de aquello, ya habíamos disfrutado del pop cada vez más madurado del trío Cariño. Con la misma filosofía que con su primer disco, pero con muchas más tablas sobre el escenario, las madrileñas presentaron su segundo y homónimo disco. Tras ellas, el combo Cupido demostró ser otra de las bandas que mejor ha sabido navegar en la nueva escena pop nacional, arriesgándome a mentarles como pioneros. La banda desplegó su habitual y pegadizo sonido que embelesó a un público entregado a sus numerosos hits.
El concierto de la noche llegó a cargo de Alizzz; el catalán defendió sobre el escenario su sobresaliente primer disco, Tiene que haber algo más (2021), y lo hizo a un nivel digno de elogiar. Sonido impecable, puesta en escena e interpretación notable y un repertorio que cae por su propio peso, con grandes temas como ‘Amanecer’ (junto a Rigoberta Bandini) o ‘Ya no vales’ con la aparición estelar de C. Tangana que provocó momento de mayor euforia de todo el festival. Para echar el cierre a la jornada del jueves, el gallego Sen Senra nos deleitó con su delicado estilo, cercano por momentos al rnb sin dejar de lado el sonido más pop del momento.
El espíritu más puritano del festival se destapó el viernes, donde las colas para adquirir una bebida volvían a la normalidad tras los retrasos de la inauguración y los dos escenarios principales volvieron a sonar muy bien, pero con escaso volumen, dificultando la conexión entre artistas y público.
El tercer escenario, acogió las propuestas nacionales de ‘Yawners’ con su tercer y destacado disco Duplo y a los malagueños Biznaga, que arrasaron con su pop-punk presentando su álbum Bremen no existe bajo el extenuante calor que arreciaba sobre la capital a primera hora de la tarde.
La correcta y algo desapercibida actuación de las londinenses Goat Girl sirvió de antesala para la gran actuación de los australianos Rolling Blackouts Coastal Fever, presentando su disco Endless Rooms. Guitarras, melodías pegadizas, y gran conexión con un público que disfrutó de la banda a pesar de no ser el contar con el horario más proclive.
Aún con la luz del día cayendo, los cuatro chavales de Carolina Durante pusieron el Tomavistas patas arriba, como suele ser habitual, ejerciendo con honores de cabezas de cartel nacional del día. Además de clásicos como ‘En verano’ o ‘Cayetano’, los madrileños interpretaron con acierto temas como ‘Granja escuela’, ‘Moreno de contrabando’ o ‘Famoso en tres calles’, de su segundo disco.
El triplete internacional final del viernes llegó de mano de tres artistas y géneros totalmente opuestos entre sí. Kevin Morby nos obsequió con su maravilloso folk rock, una imponente banda y una gran selección de canciones alrededor de su reciente disco This is a photograph y el resto de su prolífica carrera. La mítica banda británica Suede ofreció un destacado concierto donde demostró seguir en plena forma sobre el escenario –en particular su líder Brett Anderson- arrasando con grandes clásicos desde el inicio como ‘She’, ‘Trash’, ‘Animal nitrate’ para cerrar por todo lo alto con la coreada ‘Beautiful ones’. Finalmente, el dream pop de Slowdive inundó el cierre de la velada del viernes con su fantástico e inconfundible sonido y grandes temas como ‘When the sun hits’, ‘Alison’ o ‘Sugar for the pill’.
La jornada del sábado será recordada por la gran tormenta, que ya empieza a ser tradición Tomavistas. La siempre divertida propuesta de Camellos, presentando las canciones de su nuevo álbum, sirvió de preludio del chaparrón que consiguió apagar literalmente todo el festival. Sin luz ni tan siquiera para hacer funcionar los grifos de cerveza, la reacción del festival fue modélica, entregando chubasqueros al respetable e informando por megafonía en cuanto fue posible de los planes que tenían previstos.
Entre estos planes, desafortunadamente, estaba la cancelación del concierto de Kings of Convenience, uno de los artistas más esperados de la noche, que tuvieron el detalle de bajar del escenario e interpretar algunas canciones en formato acústico (más aún) para el público que aún mantenía la esperanza de verlos.
Retomó el pulso el festival con el post punk de los jóvenes británicos Shame, que ofrecieron un concierto más que correcto y por momentos divertido a cargo de las carreras y saltos de su bajista, antes de dar peso al gran protagonista de la noche.
Jarvis Cocker ofreció un recital de alto standing y con grandes destellos de calidad –no esperábamos menos- pero con un repertorio que no terminó de calar entre el público –como también podía esperarse-. Al inicio de ‘She´s a lady’ de Pulp le sucedió un setlist preciosista a la par que oscuro con el que fue visitando los diferentes álbumes de su carrera en solitario.
La cuenta final corrió a cargo del fantástico neo soul de Jungle. Una completísima propuesta musical reforzada por las diversas voces femeninas de la banda, que interpretaron un extenso concierto, donde hicieron bailar a un público aun con ganas de más, principalmente gracias a temas de su debut y su tercer álbum, lanzado el pasado 2021.
Con ellos se puso el punto y final a la edición más especial del Tomavistas, y es que simplemente con volver ya merece nuestro aplauso. Echábamos mucho de menos la propuesta diferencial que el festival ofrece a la ciudad de Madrid, que sigue siendo uno de sus mayores atractivos, sumado a la ya mencionada comodidad –que se echó en falta el jueves-, el aforo controlado y la familiaridad que se respira en él, pero que ha perdido a su mayor aliado…esperamos expectantes hacia donde se dirige Tomavistas 2023.
Iñaki Molinos
Redacción
Javi García Nieto
Fotografía