Entrevista con Zahara

 

Tres jornadas sofocantes pero muy bien distribuídas no lograron la afluencia de público deseada

 

¿Estará empezando el principio del final para los festivales? Es la pregunta que me hice tras despedirme de Tomavistas 2025.

El festival que antaño tenía un cartel más selecto entre lo nuevo y divergente, pasó a ser este año una selección de cabezas de cartel muy variopinta, me atrevería a decir que velozmente improvisada, que dio como resultado una mezcla de estilos y de géneros muy dispares que buscaban la asistencia del público a mansalva. Y, ojo, no socavo la calidad de cada artista, para gustos los colores. Pero produjo el efecto contrario.

En las tres jornadas se notaba menos afluencia de gente, por un lado esto es positivo para quienes se agobian en los grandes tumultos. Estábamos, no como en una fiesta privada de un amigo, pero sí yendo a los diferentes escenarios sin tener que esquivar cabezas y cuerpos como nos pasó el año pasado. Otra ventaja era la cobertura óptima en todo momento, haciendo fácil la retransmisión en directo en las redes sociales de los medios acreditados para aquellos que no pudieron desplazarse hasta el recinto de La Caja Mágica. Un recinto que, si bien es cierto, este año estaba mejor organizado por zona de ocio y zona de comida y bebida, se queda muy por debajo de su antecesor parque Tierno Galván.

¿Nos estamos cansando de los festivales? Es la pregunta que me hice tras comprobar cómo la gente estaba más atenta a sus conversaciones que a lo que estaba sucediendo en el escenario. Cuando una mítica banda como es Doves, o los enormes Mogwai están actuando y tú prefieres contarle a tu amigo lo que hiciste el fin de semana pasado, o a dónde piensas irte este año de vacaciones es porque no has venido a escuchar música. Me da pena comprobar que todo es un recurso ególatra de cara a aparecer en las redes sociales y decir que has estado allí.

Ahora todo vale, se regalan entradas para llenar espacios, para consumir alcohol y para hacer negocio. Después de este desahogo, vamos al turrón.

Si hay algo que destacar de la primera jornada es sin duda la versatilidad y el show que ofreció Amaia. Confieso que fue mi primera vez, había tenido referencias previas de gente que había ido a sus conciertos, pero no me las creía, no creía que era para tanto la chiquilla. Y me equivoqué. Aparte del instrumento que tiene en esa poderosísima garganta, la de Navarra hipnotiza subida a un escenario tanto por su carisma, como por sus movimientos naïf, como por sus -a veces- torpes pasos de baile que la hacen encantadora. El momento destacado fue cuando hizo alusión a la muerte acordándose de su abuela en una canción dedicada a ella.

Jimena Amarillo desplegó su ‘Angélika’, el nuevo trabajo que presentó hace poco. El autotune le jugó una mala pasada a Jimena Amarillo porque se comprobó que canta muy bonito cuando no hace uso de él, como ocurrió en ‘Kafeliko’ la canción que escogió para su cierre de setlist; no así a Judeline, que repitiendo una serie de contoneos sensuales y provocativos se ganó al público de La Caja Mágica acompañada de sus bailarines en una recreación que recordaba a la experimentación y propuesta de Rosalía. María José Llergo fue otro ejemplo de la presencia sáfica este año en el festival. Siempre comprometida con sus raíces, armó un setlist apoyándose en su álbum ‘Ultrabelleza’. Nos regaló su arte cantando por Lola Flores en ‘Pena, penita, pena’ mientras los asistentes pasábamos un calor insufrible en los aledaños del escenario Glo.

La segunda jornada estuvo más equitativa en cuanto a géneros musicales. A primera hora de la tarde nos congregábamos en el escenario Tan de Madrid como Tomavistas, resguardándonos de ese sol acusador, para ver a las granaínas Las Dianas que apenas días atrás estuvieron en el Día de la Música celebrado en el Patio de El Reina Sofía. Los ánimos de Laura desgañitándose y viviendo cada canción lograron despegarnos de ese calor acumulado en nuestra piel y disfrutamos del paseo por ‘Ya decidiré Mañana’, su último y más personal disco. Su directo engancha y no pierde fuelle en ningún momento.

En otra esfera, aunque también con ápices reivindicativos -no hubo más que ver el telón que reinaba en el escenario Tomavistas rezando POÉTICO, POLÍTICO, UN POCO ESPIRITUAL- estaban los cordobeses Viva Belgrado. Con la ayuda de Cris G. Sánches, la nueva bajista en sustitución de Ángel Madueño, replicaron ‘Cancionero de los Cielos’ tal cual aparece en el álbum de estudio. Al ser mi primera toma de contacto con la banda en directo no me puedo asir a veces anteriores, pero pude experimentar una catarsis sonora superlativa mientras me cobijaba en una pequeña sombra situada enfrente de la pantalla que separaba los dos escenarios.

Volvimos a bajar las pulsaciones con el folk cálido de Carlos Ares. Su propuesta en su último trabajo ‘En la boca del Lobo’ es como una balsa de aceite en tiempos convulsos. Fueron muy fugaces esos momentos de conexión con el público, pero estuvieron presentes en temas como ‘Importante’, interpretada a capella por el cantante gallego que apuesta por un proyecto único y personal.

Lo de Carlangas es la definición literal de verbena. Ayudado por Los Cubatas y por, exclusiva, su futura mujer Núria Ferviú, dio un recital digno de fiesta de pueblo donde no había un solo hueco para bajar el ánimo. Es un maestro de ceremonias perfecto y domina el escenario con una locuacidad desmedida. Se agradeció tener este momento para lo que venía después: Los Doves.

Presentando su sexto trabajo, ‘Constellations For The Lonely’, siguen partiendo la pana. Pasan los años por ellos, pero no las ganas de divertirse en el escenario.

La nueva formación con Jake Evans, Nathan Sudders y Christian Madden se sincronizó como un reloj suizo e hicieron gala del reconocido savoir faire a la hora de hacer música en las islas británicas. Cuando sonó ‘Pounding’ retrocedí 20 años de vida y los de Manchester pudieron sacarme una lagrimita del ojo.

Llegó el turno a Love of Lesbian en lo que sería uno de los platos fuertes de esta segunda jornada. No tienen que justificar a estas alturas del partido su consistencia en la industria musical española, pero la puesta en escena sí ha envejecido mal o no han sabido -o querido- renovarse en ese sentido. Los continuos cambios de disfraz de Balmes hacían gracia por la novedad allá en la época de ‘Maniobras de Escapismo’, el mejor álbum de la banda al que nunca han podido superar, pero en 2025 queda un poco obsoleto y sin casar con la nueva propuesta de los álbumes más actuales. Para quienes siempre hemos disfrutado con este grupo se nos quedó una hora de concierto descafeinada, solo salvable cuando recurrieron a canciones como ‘1999’, ‘Allí donde solíamos gritar’ o ‘Club de Fans de John Boy’ con la que concluyeron. Incluyeron sendos singles sacados con Rigoberta Bandini y Eva Amaral, que, sobre el escenario aparecieron sobre impresas en pantalla haciendo la réplica a Balmes.

Lo que hicieron Parquesvr en el escenario cubierto fue el claro ejemplo de conectar con tu público. Canciones que ya son himnos generacionales como ‘Alfredo’s’ o ‘Almodóvor Amenábor’ sin esconder su sarcasmo descarado, y que, además, para el goce del melómano, son canciones con buenas melodías. Fue la primera vez que tocaban ‘El Palco’, su último lanzamiento que fue acogido con fervor entre el público.

Y así nos fuimos al último día de festival en donde lo más destacable fue Mogwai. ‘We are not here’ una de las insuperables piezas del maravilloso ‘Mr. Beast’ sonó entre las otras espectaculares composiciones de esta banda escocesa. Y, a mí, se me quitó una espinita clavada. La atemporalidad de sus creaciones se hace más palpable en directo. Es increíble lo que son capaces de hacer sobre el escenario: magia al fin y al cabo. Un setlist donde podriamos destacar todas las canciones, pero nos quedamos con la mencionada ‘We are not Here’, y ‘Hunted by a Freak’, ‘Ritchie Sacramento’ y ‘Fanzine Made of Flesh’. Se fueron, pero volvieron con ‘Mogwai Fear Satan’ cerrando los ojos por última vez y balanceando el cuerpo por los compases del tema de su álbum ‘Young Team’.

A Biznaga le tocó también el escenario cubierto ofreciendo lo mejor de sí a unas horas intempestivas (seis de la tarde). ‘Madrid nos pertenece’ no podía faltar en un festival tan de Madrid.

Y con Yard Act bailamos con la complicidad de su carismático cantante James Smith. Los de Leeds escogieron el Tomavistas como única visita a España este año y se lo gozaron bien a base de buenos ritmos post punk que trae su disco de 2024 ‘Where’s My Utopia?’.

Lorena M.

Lorena M.

Redacción

El Perfil de la Tostada