Entrevista con Zahara
Fotografías de @_lpoveda_ (Instagram)

Alba Sonora no sólo ha sido un festival, ha sido el nacimiento de una nueva tradición musical en el corazón de La Mancha

El sábado 19 de octubre, la Caseta de los Jardinillos en Albacete se transformó en un oasis de sonidos y emociones, dando vida a la primera edición del festival Alba Sonora. Desde el instante en que las puertas se abrieron a las 13:30, el aire se electrificó con una mezcla de anticipación y euforia que presagiaba una jornada que quedaría grabada en la memoria colectiva de la ciudad.

Las primeras melodías del festival emergieron de las hábiles manos de Kandelius in da House, cuyos beats electrónicos serpenteaban entre la multitud, despertando los sentidos y preparando el terreno para lo que estaba por venir. A medida que el sol ascendía, Lë Tutiplën tomó las riendas en el Escenario Vibra Mahou a las 15:30, marcando el inicio de un desfile de talento que no cesaría hasta bien entrada la noche.

Conforme la tarde avanzaba, el recinto comenzó a bullir de vida. La actuación de Neverland Bari, a las 18:00, fue el catalizador; como un imán, atrajo a una marea humana que fluía hacia el escenario, todo el público se movía al unísono con cada nota y ondeaban sus cuerpos al igual que lo hacían las banderas que sacaron la banda al escenario. Entre show y show, los DJs Pajares & Estéreo y Kutxu tejían un tapiz sonoro ininterrumpido, sus mezclas actuando como el pegamento que mantenía unida la experiencia musical.

A las 20:15, el momento que muchos habían estado esperando llegó: Xoel López emergió en el escenario, bañado por una luz casi mística, ante un mar de rostros expectantes. El recinto, ahora completamente abarrotado, vibraba con una energía casi palpable. Las primeras notas de ‘Por el viejo barrio’ desataron una ola de emoción que recorrió la multitud ante tal tema. ‘Lodo’ y ‘Tigre de bengala’ se convirtieron en himnos colectivos, con cientos de voces fundiéndose en una sola, creando una sinfonía improvisada que trascendía el escenario y se elevaba hacia el cielo casi estrellado de Albacete.

Protagonistas pusieron el broche de oro a la fiesta de los platos giratorios, asegurándose de que cada rincón del cuerpo de los asistentes vibrara al ritmo de sus mezclas, antes de dar paso a la siguiente actuación en vivo. Fue un rato totalmente divertido, donde, lejos de vaciarse el espacio para ir a las barras, el público se quedó bailando las canciones que pides y nunca te ponen junto a las canciones que nunca pides y mucho menos tampoco te ponen, como dicen ellos.

La noche, sin embargo, no estuvo exenta de desafíos. Veintiuno, programados para las 22:30, se enfrentaron a los caprichos de la tecnología, con un retraso que puso a prueba la paciencia del público. No obstante, cuando finalmente subieron al escenario, la espera quedó justificada. A pesar de los persistentes fallos de sonido que amenazaban con descarrilar el espectáculo, la banda demostró una resiliencia admirable, entregando un set de 16 canciones que navegó entre la frustración técnica y el éxtasis musical.

El público, lejos de desanimarse, respondió con un entusiasmo contagioso. ‘Pirotecnia’ se elevó como un fénix desde las cenizas de los problemas técnicos, mientras que ‘Armadura’ y ‘La Toscana’ desataron una tormenta de energía que barrió el recinto. Como era de esperar, ‘La vida moderna’ se convirtió en el momento cumbre, un grito colectivo de alegría y liberación que resonó en cada rincón de Albacete, trascendiendo las fronteras del festival y convirtiéndose en el latido de la ciudad por una noche.

INNMIR tuvo el honor y la responsabilidad de cerrar la noche de actuaciones en directo, una tarea que abordó con una mezcla de reverencia, por lo que había ocurrido antes, y determinación, por dejar su propia huella imborrable en la memoria del festival.

A pesar de los contratiempos técnicos y las interminables colas en las barras que hacían que los asistentes comenzaran a desesperarse, el festival brilló con luz propia. El equipo técnico de luces y sonido, digno de eventos de mayor envergadura, transformó la Caseta de los Jardinillos en un universo paralelo donde la música reinaba. Cada destello de luz, cada onda sonora, contribuía a crear una experiencia inmersiva que transportaba a los asistentes lejos de la realidad cotidiana en pleno centro de la capital.

El recinto mismo se reveló como un protagonista silencioso pero fundamental del éxito del festival. La disposición inclinada de la pista, garantizaba que cada par de ojos pudiera deleitarse con el espectáculo sin obstáculos, mientras que las gradas ofrecían un refugio para aquellos que buscaban un momento de respiro sin perder de vista la magia que se desarrollaba en el escenario.

La libertad de movimiento, con la posibilidad de entrar y salir a placer, y la presencia de instalaciones sanitarias permanentes en lugar de las temidas cabinas químicas, fueron detalles que no pasaron desapercibidos, elevando la experiencia del festival a nuevas alturas de comodidad.

Al caer el telón sobre esta primera edición de Alba Sonora, quedó claro que Albacete había sido testigo del nacimiento de algo especial. Más allá de un simple festival, Alba Sonora se ha revelado como un aluvión de emociones, un punto de encuentro donde la música trasciende lo auditivo para convertirse en una experiencia vital compartida.

A pesar de los inevitables tropiezos de una primera edición, el festival ha plantado una semilla de potencial en el corazón cultural de la ciudad.

Con un cartel que reunió a lo mejor del panorama indie y alternativo, y un público que demostró su pasión y entrega incondicionales, Alba Sonora no solo ha marcado un hito en el calendario musical de Albacete, sino que ha sentado las bases para lo que promete ser una tradición duradera. Mientras los últimos acordes se desvanecían en la noche y los asistentes emprendían el camino a casa, llevando consigo recuerdos imborrables y los oídos aún zumbando de felicidad, una certeza flotaba en el aire: Alba Sonora había llegado para quedarse, y su luz solo puede brillar con más intensidad en los años venideros.

Lucía Poveda

Lucía Poveda

Redacción y Fotografía