Entrevista con Zahara

Vinieron a presentar su último disco ‘L.A. Times’ junto a Hamish Hawk

 

El 29 de agosto era un poco Escocia en Madrid y la ciudad devino en una etérea elegancia, dentro de la sala La Riviera que conseguía sold out, de la que solamente las islas británicas pueden fardar.

El cielo se encapotó, caprichoso, gris, y eso hizo sentirse como en casa a los invitados: dos bandas, pasado y presente de la escena independiente anglosajona, como Travis y Hamish Hawk -teloneros escogidos para el tour Raze the Bar-.

No es tarea fácil abrir para una banda tan emblemática y querida como Travis. Las tablas de los de Glasgow sobre los escenarios están en la cumbre de la maestría escénica, pero Hamish Hawk -sí, llamó a su grupo con su nombre de pila, ¿para qué complicarse en rebuscar nombres absurdos para destacar- tiene el espectáculo metido en el cuerpo.

Desde el minuto uno, la banda de Edimburgo arrancó con una energía desorbitada y el combo ‘Elvis Look-alike Shadows’/ ‘Big Cat Tattoos’ nos metió el ritmo en el cuerpo.

Hamish Hawk

Apenas fueron treinta minutos de setlist, pero muy bien aprovechados, en donde escogieron canciones de su último álbum A Firmer Hand, un trabajo que bien podría haber compuesto el mismísimo Morrissey pues la sombra de The Smiths es bastante alargada.

La voz de Hawk, llena de matices, también recordaba las tonalidades del artífice de ‘There’s a Light that Never Goes out’. Este experimentado crooner bailó y recorrió todo el escenario haciéndonos disfrutar del principio de la velada sin pensar en lo que se venía después.

A pesar de que el micrófono de la bajista (no estaba el habitual Alex Duthie) necesitó ajustarse porque no se le pudo escuchar hasta la cuarta canción, el sonido que ofrecieron fue elegante como un traje de Armani, destacando en momentos puntuales la batería y, sobre todo, las líneas de bajo que fueron poderosísimas en temas como ‘Nancy Dearest’ (una de las joyas de A Firmer Hand) o ‘Rest & Veneers’.

Terminaron con ‘Caterpillar’ y no pudieron escoger mejor. Este temazo del álbum Heavy Elevator (2021) es un latigazo placentero para un día cualquiera. La combinación de bajo y batería, que ya de por sí es apoteósica en la versión de estudio, multiplicó por 100 la sensación en directo. Y el solo de guitarra eléctrica fue terminar por todo lo alto un concierto de un grupo que, si no conoces, sabe muy bien venderse en tan solo siete canciones.

Haber estado en la mayoría de los conciertos que Travis ha dado en España, a priori, me conectaba con expectativas bajas ya que no está el factor sorpresa en la ecuación.

Me sabía de memoria la pose elegante/pasota de Dougie a los mandos de su bajo, los movimientos de cadera de Healy cuando se da la vuelta dando la espalda a la audiencia, o la forma de súplica cuando se acerca al micrófono; la tranquilidad de Andy en todo momento, o el contundente papel que Neil adquiere para hablar a través de las baquetas.

Entonces, sucede. Al terminar ‘Bus’, uno de los singles de su flamante nuevo disco ‘L.A. Times’, una lágrima recorrió mi mejilla sin haberlo esperado y pasé la siguiente hora y media con lágrimas en los ojos. Las canciones de Travis se vistieron con ese aura que hace que todo esté bien, todo sea bonito en ese preciso momento, todo llegue como caído del cielo. Me dí cuenta que había asistido, probablemente, al mejor concierto de los escoceses. Todos allí vivimos en algún momento esta sensación.

 

Fran & Dougie

 

Con gesto empático, Fran nos dijo que no éramos nosotros quienes estaban allí para verles, sino que ellos habían ido a vernos a nosotros. Es asombroso el poder sanador de este grupo.

Empezaron en los 90 muy rompedores, muy rockeros con el disco Good Feeling, pero pronto llegaron los golpes de la vida y Fran convirtió en canciones todo lo que le estaba sucediendo en un periodo donde sentía que siempre llovía sobre él. Así creó las (once) diez canciones del The Man Who. Y 23 años después, llega L.A. Times. Entre medias, discos significativos, algunos que pasaron camuflados, pero siempre con el sello que imprimieron en el álbum donde catapultaron el sonido travis).

En un acto de sinceridad y valentía con la banda, Fran Healy les confesó estar harto de cantar canciones de otros, que volvía a la autoría dentro de la banda y que solo cantaría sus canciones a partir de entonces coincidiendo con su disco 10 Songs.

 

Fran Healy, líder de Travis

La nostalgia se adueñó del setlist y repartieron dosis de sensibilidad y desfogue a partes iguales: sensibilidad que empezó sin hacerse esperar con ‘Driftwood’ o ‘Love Will Come Through’, y desfogue en forma de fiesta continua en temas como ‘Good Feeling’ – el momento de todos animando a Andy a los teclados fue enternecedor-, ‘Gaslight’ o ‘Flowers in The Window’ en acústico todos alrededor de Healy.

Travis es una banda de directo, no tiene defectos o imperfecciones a la hora de actuar en el escenario y lo demostraron haciendo crecer canciones como ‘Gaslight’, ‘Alive’, o ‘Bus’, deudoras de ‘Side’ o ‘Sing’ (que tuvieron su hueco en el repertorio). Las melodías preciosistas salidas de las guitarras de Fran y Andy se volvieron corpóreas en directo, se podían tocar estando a unos centímetros de ellos.

‘Raze the Bar’ (la favorita de todos menos de Neil), ‘The River’ (la más escocesa del nuevo trabajo y en la que más destacó la presencia de la batería), ‘Home’ y ‘Naked in New York City’ completaron la presentación de L.A. Times dejando patente que todavía no ha calado lo suficiente entre el público (démoslo tiempo, se publicó hace casi dos meses solamente) pero de sobrado manejo en la ejecución.

Ver a Andy doblándose hacia adelante sin parar de machacar la guitarra en ‘Writing to Reach You’, o a Fran disfrutando de la cover de ‘…Baby One More Time’ es darlo todo en el escenario. Es una suerte contemplar a tu banda favorita y ver en sus ojos la misma ilusión que cuando empezaron, el mismo semblante de aquellos pipiolos que cantaban ‘A Good day to Die’ y nos descubrian su nervio sin que la palabra prudencia entrase en su diccionario.

Terminaron como en el mítico día de Glastonbury, en donde el cielo se abrió y cayó una buena tromba cuando tocaron ‘Why Does It Always Rain On Me’, solo que esta vez estábamos a cubierto. Pero empezó a llover al ir saliendo de la sala y fue fantástico.

 

Lorena M.

Lorena M.

Redacción