Forever Polyester (2024)
- Pantomime Horses
- ⭐️ 8/10
- Autoeditado
La alegre banda sonora de la melancolía
No es esta una historia épica, ni tampoco, por el momento, una historia de éxito, puesto que estamos todavía en las primeras líneas. Tampoco es el relato de una banda que se reúne para hacer caja, sino el de tres amigos que se reencuentran en la distancia después de tres décadas y deciden empezar de nuevo.
Ni siquiera es la crónica de una crisis emocional producto de la pandemia, ni tampoco de una liberación catártica, aunque tiene mucho de revisión del pasado, de búsqueda interior y de emociones contenidas.
Rob Silber (voz), Tony Laming (bajo) y Nigel Kirby (batería) son un trío británico formado en Postsmouth. En los 90 publicaron un par de discos bajo el nombre Candystash. Fue una banda de éxito moderado y actividad no demasiado prolongada en el tiempo que no alcanza siquiera el estatus de culto.
Las nuevas tecnologías los reunieron, la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue los impulsó, y su pasión melómana, todavía viva, los alimentó. Así, con valentía, emprendieron un proyecto nuevo bajo un nombre diferente: Pantomime Horses.
Tras cuatro años intercambiando ideas, haciendo pruebas y grabaciones sin otro contacto más cercano que el que ofrece una pantalla de cristal líquido, tenemos entre nosotros el flamante Forever Polyester. Es un álbum profundamente introspectivo, fruto de un ejercicio reflexivo de alguien que se siente atrapado en el presente y mira al pasado con nostalgia.
Las letras exploran el lado oscuro del ser humano y nos hablan de soledad, insatisfacción, de la lucha por romper con convencionalismos y rutinas. Una colección de cuentos en la que, casi como en la inolvidable ‘Inside Out’, de Pixar, el autor se desdobla en múltiples personajes que representan diversos estados de ánimo.
A su alrededor, melodías de indie pop de guitarras de influencia sesentera, de acordes apergiados que rezuman psicodelia, salpicado con momentos de lo-fi (no deja de ser un disco autoproducido) a los que, incluso, añaden toques electrónicos que actualizan su sonido. Si Teenage Fanclub empezaran ahora, probablemente sonarían así. Son canciones para escuchar en una sala pequeña, con una cerveza en la mano o para acompañar la lectura de un buen libro en el salón de tu casa.
Todo comienza con ‘YLF’, en cuyo arranque la voz recrea la ira fruto de los celos y la envidia sobre una sección rítmica de batería y synth bass a los que las clásicas guitarras de 12 cuerdas toman el relevo durante el estribillo.
En esta línea, nos encontramos en los siguientes cortes con las guitarras evocadoras de The Byrds: ‘Plastic glasses’ es nostalgia musical; un homenaje a artistas legendarios como Bowie, XTC o The Police, y una crítica velada a las bandas actuales y a la falta de cultura musical. Continuamos con ‘Lily Molita’, que nos habla de quien se siente atrapado en una vida gris, anodina, rutinaria, y busca la sal en las pequeñas cosas, en las pequeñas rupturas con lo establecido. Por otra parte, ‘Cellophane’ es el oasis en un desierto de angustia que celebra el encuentro del amor. Así cerramos la tetralogía retro con ‘Paris Garden’, un lamento sobre la pérdida de alguien que se fue antes de tiempo.
Sin embargo, ‘The figure skater’, aunque vuelve a los temas de la frustración y la ruptura de la rutina, es un alto en el camino en el que el sonido se moderniza con una suave capa electrónica. Una pausa para respirar. Un colchón de aire sobre las aguas de una piscina.
En contraste, ‘Morning Star’ agita un poco las aguas con unas cuerdas de corte noventero y da paso a ‘Oh faith’, el corte más extraño, tanto por la temática como por la amalgama de estilos que confluyen en ella; su primera mitad es el momento más flojo y crece en la segunda parte, que amaga un delirio de distorsión que no termina de concretarse.
‘Two Ice Cream Cones’ y ‘Dressed like Elvis’ nos sacan la sonrisa, fusionan sus influencias y le dan una pátina de modernidad a su sonido.
Aunque parezca que todo ha terminado, aún nos queda ‘Kryptonite’, un discreto epílogo y la única mirada al presente con algo de optimismo, que invita a disfrutarlo antes de que se esfume. Carpe Diem en una atmósfera relajada sobre una base casi chill out.
En definitiva, «Forever Polyester» es un tapiz sonoro que envuelve al oyente en una cálida nostalgia, un homenaje sónico al pasado que intenta innovar y buscar su lugar en el presente. Un manto que nos abriga y en el que la suavidad de unas armonías vocales exquisitas nos envuelve y nos atrapa dentro.
De esta forma, cada canción es un hilo que vertebra recuerdos, frustraciones y anhelos; un desahogo que culmina con una celebración de la vida, de los reencuentros, de las amistades. Es una conversación de tres amigos que se ponen al día, que abren la ventana para ventilar sus miserias y descubren el cobijo de su compañía.
Es un trabajo compuesto y grabado con la maestría de unos músicos veteranos con talento y la ilusión juvenil del artista en sus comienzos. En esa combinación reside el éxito de la obra.
Yago Hernández
Redacción