Monteperdido

 

La banda ofreció un correcto concierto en la sala La Paqui de Madrid, dentro de la gira aniversario de su primer álbum, que este año cumple 10 años, repasando además canciones del resto de sus discos.

Ya hemos hablado en otras ocasiones de las giras aniversario de un determinado álbum, que suele ser aquel convertido en epítome de una banda a lo largo de su carrera musical y, por eso mismo, creo que hay que tener cierta precaución a la hora de montar un concierto alrededor de una pieza concreta de tu discografía.

Hace unos días hablaba con un amigo del tan manido tema referido al paso del tiempo y como mentalmente medimos las décadas y cronologías dentro de la vida de cada uno. El arte parece vestirse con una capa especial para hacerse ver distinto a los ojos y oídos de cada uno de nosotros, mostrándose impasible en muchos casos al paso del tiempo; sobre todo y extrañamente en estas dos primeras décadas del siglo XXI, inapreciables e incomparables a los años 90, 80, 70…

Cuando el pasado miércoles, alrededor de las nueve de la noche, comencé a oír “Ánimo, valiente” y vislumbré a mi alrededor una repleta sala But –así llamada antaño- logré sentir ese cambio de época, de golpe y porrazo, que tantas veces me cuenta apreciar con otras bandas. Y este es un tema que ha acompañado a León Benavente en directo desde el principio de los tiempos, pero esa ilusión fue creciendo según se sucedían, en el orden original planchado en el disco, enormes temas como “Las hienas”, “Estado provisional” o “Las ruinas”.

Ahí aprecié definitivamente lo que le había cambiado la vida al cuarteto que tantas veces he visto, sin descanso, encima del escenario y, obviamente, lo que me había cambiado a mí, y a ambos para bien, pero dejemos a un lado el sentimentalismo.

Todos y todas conocemos, más o menos, la historia de la formación, y si no, os la resumo: tres de los miembros fueron durante mucho tiempo la banda que acompañaba al bueno de Nacho Vegas; empezaron a juguetear entre ellos y, más pronto que tarde, montaron la formación, compaginando las giras con Vegas con las suyas propias, hasta abandonar el nido con una carrera enormemente consolidada desde unos cuantos años atrás. Justo al inicio de esta historia, vio la luz su primer trabajo, de nombre homónimo, que pudimos disfrutar en directo, como decíamos, el pasado miércoles.

Con un inicio emocionante pero terriblemente saturado por su sección rítmica –y más concretamente por el bajo de Edu Baos-, fueron avanzando con los cortes de la cara A de tan maravilloso álbum, hasta la bienvenida en la voz de Abraham Boba antes de arrancar con el reverso B. En un sentido discurso, el vocalista y formidable frontman adelantaba lo que todos sabíamos respecto a la primera parte del concierto, dando a entender, además, la elección de una sala de “menudo” tamaño, en la que hacía muchas giras que no tocaban, como elemento fundamental de una gira especial compuesta por 10 ciudades a lo largo y ancho de la geografía española para celebrar los citados 10 años de vida.

Un claro ajuste de sonido ayudaba a que esta segunda parte del disco sonará en vivo a las mil maravillas, con la pertinente “Década”, la nostalgia de “La gran desilusión”, “El rey Ricardo” o el aroma oscuro del que prepara una delicada “Revolución”. Ese soberbio y diferencial sonido rock empapado de sintetizadores, que hizo de la propuesta de los Leones una de las más interesantes de un 2013 que ahora me resulta lejano.

Y es que, en estos diez años, escarbando ligeramente en el panorama nacional, podemos distinguir con escaso esfuerzo las costuras de una generación que nos ha traído una abundante remesa de calidad -como la que sirven los protagonistas de la noche-, aunque sea dentro de un pelotón plagado de sprinters segundones que jamás pelearan por una gran vuelta.

A pesar de todos estos parabienes, y sin que se pueda entrever en mis palabras un cierto aire de resignación, esta actuación de León Benavente no se acerca ni de lejos a la mejor que les recuerdo, lo que tiene bastante que ver con su discreto último disco y con la gestión del repertorio ofrecida tras el homenaje a su seminal trabajo, que quedó totalmente sepultado tras el final de la arrolladora “Ser brigada”.

Como si de una forzada excusa se tratara, de las que cuentas a tus íntimos para no acudir a cualquier cita intrascendente, el resto de la actuación se convirtió en una sucesión de temas de inexistente encolado que, si bien pareció arrancar con gran sentido, gracias a “California” o “La ribera”, que parecían adelantar una narrativa indudablemente cronológica, y con una sonoridad definitivamente notable, la inclusión de canciones de Era (2022), armónicamente muy alejadas de la primera época del grupo, terminaron por desmontar el castillo de naipes casi antes de empezar.

A pesar de intercalar otros cortes con cierta pertinencia, y el indudable fervor producido en un respetable entregado y desatado de inicio a fin, León Benavente fueron avanzando sin pena ni gloria sobre un repertorio irregular que finalizó con el bailongo y destacado “Líbrame del mal”, una de las mejores piezas de su último trabajo, tras el que desfilaron “Gloria” y “Ayer salí”, desdibujados sonoramente, con la voz de Boba sepultada por sus compañeros de viaje.

Aunque duela decirlo, mis adorados Leones ofrecieron un pobre concierto, donde el motivo principal del mismo quedó en segundo plano, pero que por otro lado sirvió para cerrar una nueva etapa de la banda.

Una década única. Desde su creación espontánea y durante su desarrollo como grupo, desbordando un talento que estoy deseando volver a paladear.

Iñaki Molinos

Iñaki Molinos

Redacción