El conjunto neoyorkino impartió una lección de coherencia con un concierto inmaculado y elegante que demostró su plena vigencia
A finales de los años 90, el epicentro de la escena musical, sobre todo en la esfera independiente, se encontraba en las islas británicas y el britpop alcanzaba su cenit. Al otro lado del Atlántico, el grunge ya comenzaba a difuminarse y ciudades como Nueva York languidecían desde el punto de vista cultural.
Con la llegada del nuevo siglo, empujados por esa necesidad de reconstrucción post 11-S, una nueva hornada de bandas y músicos protagonizaron el renacimiento musical y cultural de la escena neoyorquina.
Todo esto lo cuenta de forma maravillosa la periodista Lizzy Goodman en el espléndido ‘Nos vemos en el baño’ (2017), uno de los mejores libros que se hayan escrito sobre música moderna y en el que da voz a muchos de los protagonistas de aquel movimiento, incluidos los miembros de Interpol.
Formados en 1997, les costó 5 años editar su brillante álbum de debut, ‘Turn on the bright lights’, caracterizado por su oscuridad y melancolía, guitarras atmosféricas así como letras introspectivas y poéticas sobre la vida en la gran ciudad. Enmarcados dentro la ola postpunk, con influencias evidentes de Joy Division y The Cure, como ellos mismos reconocen, se han mantenido fieles al estilo que los distingue.
El pasado año publicaban su último y más que digno trabajo, ‘The other side of make-believe’ que, sin la intensidad y la energía de sus primeras entregas, supone una cierta vuelta a las raíces de un grupo que, en el fondo, poco se ha desviado del sonido que los caracteriza.
Buena prueba de ello es el setlist que tocaron en Madrid el pasado martes en La Riviera (en la que tocaron 2 noches consecutivas) como parte de la gira más extensa que han realizado por la geografía española, llevándolos a San Sebastián, Santiago, Santander, Barcelona, Murcia y Málaga.
Arrancaron con ‘Toni’, sencillo lanzado el pasado año, que podría haber formado parte del repertorio de sus primeros tiempos, seguida sin apenas pausa por ‘Evil’, de su también aclamado segundo L.P. ‘Antics’, al que más recurrieron durante la velada. Poco a poco fueron desgranando su poderoso material con parsimoniosa cadencia apenas interrumpida por esos momentos en que un sonriente Paul Banks se dirigía a la audiencia en el idioma de Cervantes.
El cantante residió en Madrid 3 años durante su adolescencia antes de trasladarse a México (lo que explica su acento) y nos visita con frecuencia, así que no sorprende que mantenga una conexión especial con nuestro país.
El ahora trío cuenta en el escenario con la aportación de Brad Truax al bajo y Brandon Curtis a los teclados, que complementan a los riffs y punteos de Daniel Kessler (guitarra solista y compositor principal), la precisión, constancia y golpeo enérgico del batería Sam Fogarino y, por supuesto, la voz de Paul Banks que se mimetiza dentro del denso paisaje sonoro generado por el conjunto.
Algo bajo de volumen, pero ecualizado de forma exquisita, Interpol supieron generar un clima emocional, combinando melancolía y tensión: los medios tiempos de ‘Rest my chemistry’, ‘Passenger’ y ‘Pioneer to the falls’ se intercalaban con las subidas de ritmo de temas ya míticos como ‘Obstacle 1’ o ‘PDA’ e, incluso, por aquellos que combinan ambos elementos: ‘My desire’, ‘Lights’ (una debilidad de quien esto escribe), ‘Fables’.
Tras ‘Slow hands’, se retiraron del escenario, pero regresaron a los pocos minutos para ofrecer sus 3 canciones de cierre en esa misma línea: ‘Next exit, ‘Roland’ y ‘No I in threesome’. Así se despidieron dejando un gran sabor de boca, con la certeza de haber asistido a un muy buen recital.
Interpol es una banda de una técnica instrumental superior que toca con la misma clase con la que Bogart se llevaba el cigarrillo a la boca, aunque les cuesta salirse del guion. De sobria puesta en escena, sin grandes alardes ni alharacas, el grupo ha perfeccionado una fórmula que le da todo el protagonismo a un cancionero de categoría especial que interpretan de forma contenida y transmiten a la audiencia de forma directa y certera.
Tras un cuarto de siglo de carrera, han pasado de herederos del sonido que sucedió a la revolución del punk a ser uno de los principales referentes de una corriente que mantiene una legión de adeptos. Muchos de ellos estaremos encantados de volver a su encuentro, especialmente en espacios como La Riviera, sin clasistas y segregacionistas zonas Golden VIP, en los que los artistas mantienen la cercanía con aquellos amantes de la música. Ellos son los verdaderos sostenes del sector.
Yago Hernández
Redacción