Foto archivo: Oscar Lafox
La artista jienense ofreció un superlativo y extenso concierto para cerrar la exitosa gira de ‘PUTA’ en Madrid -The Music Station-, donde demostró por enésima vez su excelso nivel como interprete, vocalista, compositora y creadora.
Como la carrera de cualquier artista, la de Zahara no sido nada fácil…podría empezar esta crónica con el habitual tono triste y duro con el que comienza toda historia de superación artística y personal, pero sinceramente creo que no es lo que merece la protagonista de estas líneas.
Si Zahara ha sido capaz de desnudar su alma resquebrajada y repleta de heridas, no seré yo el que le ponga más penitencia y duelo a sus palabras. Hace año y medio veía la luz ‘PUTA’, un álbum del que no nos cansamos de hablar y escuchar, un alegato transgresor desde el punto de vista musical y lírico, donde relucían todas aquellas experiencias y bagajes personales en forma de maltrato y discriminación sexual, personal, social, laboral -dentro de la industria musical-.
Y es que es emocionante ver y sentir el empoderamiento de Zahara sobre las tablas, enarbolando la bandera del feminismo desde todos y cada uno de los ángulos presentes en un escenario, obviando incluso discursos en interludios entre canción y canción -creo recordar uno- para proyectar todo una retórica de sororidad a través del arte: el mensaje explícito de sus letras, su abrumadora voz -sin desfallecer en 24 canciones-, la dureza del sonido durante gran parte del espectáculo, la danza y escenografía presente durante toda la noche, el cambio de vestuario y un largo etcétera de elementos que hacen de ella una figura extraordinaria, necesaria, masiva, y deseamos, permanente. Un referente artístico y popular, en los tiempos que corren.
Esa relación inherente entre lo artístico y popular siempre conlleva un alto riesgo de degenerar en un artefacto que pierda alguno de los dos elementos, o que ni tan siquiera llegue a alcanzarlos en alguna medida, pero el caso de Zahara también es paradigmático en este sentido, aunando una larga carrera profesional en constante crecimiento, tanto a nivel de audiencias como de crítica, firmando sus dos últimos trabajos como sus mejores discos. Y así, aterrizamos un 29 de diciembre de 2022 en The Music Station, un relativamente nuevo recinto madrileño -reformado después de décadas-, con nombre poco castizo, donde Zahara y su troupe congregaron a cerca de 2000 personas, según el aforo oficial.
A pesar de la bella factura visual del enclave, la acústica del espacio no llegó al aprobado, nota que superó con creces una banda que sonó de manera impecable a lo largo de toda la velada, en sus las diversas combinaciones y formatos, ejecutando el repertorio más redondo y completo que se le recuerda por estos lares. Durante dos horas y cuarto de concierto, Zahara y compañía desplegaron sus numerosas armas con un setlist dinámico, con ritmo, espacio para la intimidad, el pop más enérgico, un importante barniz de rock y distorsión y el protagonismo de sintetizadores, cajas de ritmos, sampleos y programaciones al más puro estilo -puta- rave.
‘Flotante’ daba la bienvenida a un apasionado y respetuoso público que ya percibía que el viaje iba a ser largo y especial, visitando desde el inicio sus anteriores trabajos, de la mano de ‘Leñador y la mujer Ámerica’ o ‘El diluvio universal’, en un formato trio de batería, sintes y guitarra, antes de invitar al escenario -en un nuevo gesto de los que antes hablábamos- a las chicas de Shego para interpretar ‘Merichane’ en su versión ’REPUTA’.
La formación madrileña se marchó, pero el aroma eléctrico y distorsionado de sus guitarras se quedó en el escenario, alternándose con el pop disfrutón antaño característico de la artista jienense, con temas como ‘El fango’ o ‘El deshielo’, o la preciosista ‘Guerra y paz’, mano a mano con Martí Perarnau IV.
A estas alturas, toda la banda formaba un conclave insuperable formando por un combo clásico de guitarra, batería, bajo y voz, a los que se sumaban los sintes y teclados del citado Perarnau y el omnipresente Cabezalí, para seguir bordando una nueva parte del bolo donde se alternaron momentos más orgánicos con clásicos como ‘Del invierno’, con otros de mayor protagonismo de la electrónica pop y ambiental, reflejada en cortes como ‘Médula’, ‘La hostia de Dios’ o el spoken word de ‘Ramona’ que serviría de aviso a navegantes para lo que se avecinaba.
Antes, la banda dejó sola junto a su guitarra la jefa de todo, para interpretar ‘Negronis y martinis’ -dedicada a su psicóloga- y ‘Sansa’ bajo un silencio sepulcral que imprimió más emotividad, si cabe, a una noche llena de flashes y momentos para el recuerdo, ahora que acaba la gira de ‘PUTA’. Un disco que volvió a atronar en la parte final del show, con el poderío que le otorga la vuelta de tuerca, en forma de rave, que Zahara y su equipo idearon para la segunda parte del tour.
La puta rave se inició potenciando aún más el atrezo y producción que rodearon todo el espectáculo, y con Zahara calzándose un outfit ad hoc para la ocasión para saltar, vibrar, y sobre todo bailar, al ritmo de una base -dura por momentos- tecno retumbando en cada rincón del recinto madrileño. ‘Dolores’ remezclada con Britney Spears, la sucesión de nombres de mujeres proyectados en la gran pantalla, y la maravillosa ‘Taylor’ dieron pie a adaptaciones como ‘Crash’ y ‘Camino a L.A.’ en este formato, que sirvieron de mínimo descanso para cerrar el repertorio de manera apabullante con un triplete de himnos difícil de alcanzar, popular y artísticamente, como son ‘Merichane’, ‘Hoy la bestia cena en casa’ y ‘Berlin U5’, que se prolongó en una suerte de sesión nocturna para despedir sobre el escenario a todas las personas participantes en esta enorme gira, las que se ven y las que no se ven.
Cuanto nos queda por aprender, pero cuanto hemos aprendido con la puta obra y la puta gira de Zahara.
Iñaki Molinos
Redacción