El pasado jueves asistimos al concierto de Jack Bisonte en el teatro Lara en el que presentaron su último álbum, Hounds of glory, publicado en octubre del año pasado.
Miky Lagoona y Carlos Amelivia, los integrantes de Jack Bisonte, son amigos desde la infancia y la semana pasada vimos cómo esa confianza que les ha aportado los años juntos se convirtió en comprensión total que hizo que la improvisación que implica estar sobre un escenario surgiera de manera natural.
Este grupo está integrado por dos músicos, sí, pero suena como si una orquesta entera estuviera tocando. Esta no ha sido siempre una característica de su música, ya que este último álbum ha sido un punto de inflexión en su carrera. Cuando empezaron a componer juntos, su música era en un formato acústico que se adaptaba muy bien al folk y a lo que les apetecía hacer en ese momento, pero el año pasado dieron un giro hacia la electrónica que les ha descubierto que los límites estaban mucho más lejanos de lo que habían pensado y eso también se respiró en el directo. Esta nueva perspectiva ha diluido las fronteras entre lo que se puede hacer y lo que no y les ha permitido transformarse en quienes realmente quieren ser.
Muchos teníamos ganas de escuchar ver cómo traducían al directo este álbum tan mimado hasta el último detalle, con una producción brillante y masterización a cargo de Chris Athens (ganador de un Grammy por El Mal Querer de Rosalía), queríamos ver cómo resolvían sobre el escenario todos los efectos y detalles que lo hacen tan especial.
A excepción de “For a Song to Mean a Thing”, su canción más alabada en las plataformas y “Drag Me to Hell”, tema que publicaron un día antes del concierto, la actuación fue un repaso exclusivo a este álbum. Desde que empezaron en 2014, tenían dos EP a sus espaldas que no llegaron a sonar en el teatro Lara, y con ello dejaron claro que este nuevo enfoque de su música está aquí para quedarse.
Además, esta reinvención no se queda solo en lo musical, sino que también lo han querido trasladar a sus directos. El público fue a disfrutar de la voz con tintes de soul de Carlos y del ritmo de Miky y acabó en un auténtico show de luces de fantasía en el que no habrían desentonado malabaristas y funambulistas. Sus esfuerzos por convertir el concierto en un espectáculo se vieron recompensados con una cálida acogida de la audiencia.
Elena Monge
Redacción
Oh vaya
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