Al entrar en una Sala Apolo repleta de sillas ya sabes que lo que te espera no te va a dejar indiferente, y si el Festival Mil·lenni pone el sello solo puedes tomar asiento y prepararte para el espectáculo

Maria Rodés vino acompañada de cuatro músicos impecables y un sinfín de instrumentos y artilugios que no podría nombrar en una vida, bromeó Rodés, haciendo un repaso a un repertorio heterógeneo de canciones y estilos musicales pero con un denominador común, el mundo de las brujas; todo ello empacado en un proyecto bajo el nombre de Lilith, de quien se dice que fue mujer de Adán antes que Eva, y se fue con los diablos porque no quería someterse a su marido, lo que la convirtió en bruja.

Un homenaje a lo esotérico, lo místico, pero sobretodo a aquellas mujeres que por sus dotes, conocimientos o estilo de vida fueron estigmatizadas o relacionadas con la magia negra y la brujería, simplemente por no seguir los cánones establecidos en la sociedad.

Empezó con la interpretación del poema de Miguel Hernández «Luna venidera» seguida de temas como «Flor del mal», conocida por Sara Montiel y tema de su disco Maria canta copla o «Risas», dedicada a la poetisa argentina Alfonsina Storni.

Exprimió la última chispa de luz de su «Nana negra», término astrónomo del hipotético fenómeno que nos explicó, se hizo el «Eclipsi» de aquellas astrónomas que por saber predecir eclipses fueron denominadas brujas de Tesalía. La «Niña de párpados negros» bailó sobre una tumba de hielo mientras la «Luciérnaga en el suelo» suspiró por la estrella del cielo, y tampoco quiso saber si eran verdad o mentira las teorías apocalípticas de la cúmbia «Chocará conmigo», todas ellas canciones del disco Eclíptica, inspirado en su tío bisabuelo Lluís Rodés que fue astrónomo del Observatorio del Ebro.

Además de ir contenta y parecer radiante con «Fui a buscar al sol”, también cantó al desamor entre una bruja y un diablo con «Pelo Rojo» e insistió con el tema de la mano de «Carta al diablo». Nos regaló el «Si me das a elegir» del «Me quedo contigo» de Los Chunguitos, versión a modo balada que hizo hace unos cuatro años para poner banda sonora a una película española, pero que ha remontado en las listas por la impecable interpretación de Rosalía en los Goya.

Mintió por placer en «Creo que no soy yo», se lamentó con  «Ay, pena, penita, pena» de Lola Flores y reivindicó el «Me quedaré soltera» de Cecília, la cantautora más conocida por «Un ramito de violetas». La catalana explicó que no solo las científicas o sanadoras han sido estigmatizadas a lo largo de la historia, también aquellas que han querido ser mujeres independientes.

Indagando en el mundo esotérico encontró la ranchera picantona «La Bruja», un «Conjuro vasco» en Euskera, el hechizo «Paraguaya» de Juana Molina o los cánticos chamánicos de la mejicana María Sabina, que inspiraron a componer «La extranya», cántico invocador de la Triple Diosa de la luna que María estrenó en primicia para los asistentes en el Apolo, sala en la que no tocaba desde hacía bastante tiempo.

La virtuosa de la guitarra española Isabelle Laudenbach, la chelista Marta Roma, junto a Marina Tomás a la guitarra eléctrica y Pep Pascual a los vientos y percusión del serrucho, tetera, conchas, cuchara, sartén o botella de anís del mono, fueron las brujas y brujo que además de acompañar con sus instrumentos conjugaron sus voces a la perfección para acabar de conjurar los cánticos secretos de Rodés, que después de pasear por la más amplia variedad de géneros musicales, nos abrieron la cueva de Biterna, un mundo melódico de fantasía y reivindicación.

Sònia Sáez

Sònia Sáez

Redacción