El Guitar Bcn cumple 30 años y no podía olvidarse de invitar al festival a Iván Ferreiro, que está intercalando la gira de Cena Recalentada con la de su último álbum Casa
En su único concierto en Barcelona, el cantante gallego conquistó el pasado jueves una Sala Barts despejada de butacas, para que las articulaciones de viejoven recordaran nuestros tiempos mozos de pista alocada y desenfrenada.
Con una puntualidad casi británica se encendieron unas luces azul eléctrico y un hilo musical se activó anunciando el inicio del espectáculo. Los aplausos del público sediento de Ferreiro cesaron con las primeras notas de “Santos de devocionario”.
Estuvo acompañado de un juguete que fue el protagonista indiscutible de la noche, una especie de máquina del tiempo vintage propia de Regreso al Futuro, pero con una retirada a teclado electrónico casiotone con tableta iluminada, donde sabemos que tenía las chuletas apuntadas, y que hacía las funciones de tabla de mezclas.
Para nada nos volvimos a aburrir, pero si recordamos aquellos tiempos de movida con “Hazme un nueve” y rememoramos esas decepciones de adolescencia en que un amigo se convierte en un “Desconocido”.
Iván confesó que Barcelona ha sido la ciudad donde el público mejor respondió a esta gira alternativa tan peculiar. Un capricho, un homenaje al chaval que fue a los 14 y cantaba a pleno pulmón y embriagado por el sentimiento de las letras del grupo de Coppini Golpes Bajos, también de origen gallego.
En el escenario lucían unos invitados de lujo; antiguos miembros de la banda de los ochenta como Luis García, al que Iván conoció en un bar de veraneo cuando trabajaba recogiendo vasos y le acosó cuál fan loco. Se fundieron en un cálido abrazo, derrochando complicidad, aunque si una química cabe destacar es la de Ferreiro con Don Pablo Novoa, como le presentó él, también ex miembro de Golpes Bajos y bajista activo del grupo de Iván, con quién lleva colaborando siglos después del pacto obtenido en una “reunión en el futbol de sus hijos al más puro estilo de a los Sopranos”, bromeó el cantante.
En época de Piratas, Marta Toro valoró si tocar con ellos la guitarra, pero rechazó la oferta porque no quería tocar un grupo tan amateur; pero al final Ferreiro se lo cameló para que controlara que todo fuera bien. Como no podía ser de otra manera, el compositor de hitazos y bro por excelencia Amaro Ferreiro también acompaña a su hermano en esta aventura.
“Ayes” fue todo un deleite en su momento y nos pilló sacrílegamente comulgados antes de “La Fiesta de los Maniquíes” que no tocamos, porque nos lo pidió por favor, despeinara los rizos perfectos de uno de los temas más bailongos del recopilatorio.
Puede “hacer muchas cosas guais con esta movida” dijo Iván mientras nos enseñaba cómo iba el aparatejo y registraba su voz para dejarla en bucle, esbozando una altiva sonrisa de pícaro y dispuesto a cometer las nuevas “Travesuras de Till”.
Saltó al escenario la sorpresa de la noche, The New Raemon, con quien fundió su voz para compartir una “Cena recalentada” que supo a gloria bendita, ya que no la quiere compartir con la imbécil de su hermana o la loca de su madre, como dice la letra.
El tema “Santa Compaña” es muy importante para él ya que le abrió los ojos y le empujó a lanzar una carrera musical. Artistas gallegos que rompían tópicos y hablaban de meigas sin usar la típica música folk, ¡sí, era posible!
Techno, pop, ska y trap, reíros del fenómeno mezclas de Rosalía: Dj Ferreiro a los mandos, en su estado más auténtico y desenfrenado, rodeado de unas luces epilépticas que nos acompañaron al delirium tremens.
Cuando Iván se pone las gafas del cerca es que la cosa se pone seria. Ritmos imposibles con toques salseros como base para el disfrute máximo de “Escenas Olvidadas”. Nos anunció que llegaba el momento de “Lágrimas”, que ya sabíamos que nos hace de todo menos llorar.
Ferreiro nos confesó que considera que hacer versiones de los demás te hace mejor, pues después de versionar la versión de “Come Prima”, original de Tony Dallara, se habrá convertido en inmortal como mínimo.
Dándose su tiempo para programar un cohete de la NASA con destino a marte, Iván se separó del maquinote, con la satisfacción y orgullo de un trabajo perfecto que había preparado para “Colecciono moscas”. Pablo, no se queda atrás, ni corto ni perezoso sacó las baquetas escondidas debajo de la falda y empezó a darle duro a la percusión; un aporreo de bongo y platillos que contagió a los presentes una brutal descarga de energía a través de unos ritmos tipo africanos, demostrándonos que sigue siendo un chavalín.
Pasamos por la casita encantada de “Hansel y Gretel”, rezamos a “La Virgen Loca”, y se nos pinzó fuerte el estómago con “La Reclusa”. Brindando la solemnidad que merece el tema, sin instrumentos y únicamente la voz con eco antes de explosionar musicalmente todos a la vez de manera acelerada, haciéndonos sentir la cruda realidad que Coppini quiso transmitir con esta canción, un retrato de lo peor del machismo, que contiene básicamente horror, pero para eso está el arte, para englobarlo todo.
En el momento del temido anuncio de que el final está al llegar, el público se quejó como cierre de la frase “lo bueno si breve…” Un “Estoy enfermo” muy poco creíble, porque darlo todo de esa manera tan discotequera no es compatible con lumbalgia, catarros o “como envejezco”. Al acabar la canción se fueron, sin más, por lo que sabíamos que volverían al menos con los tres últimos temas que quedaban del disco.
Un teclado suave empezó solo y luego entró un Iván al que estamos más acostumbrados, el de la melancolía y tristeza desgarradora abanderando como alma en pena “Tendré que salir algún día”.
Para el final nos quedaron los postres más sabrosos para que nos fuéramos con buen sabor de boca, “Malos tiempos para la lírica” y “No mires a los ojos de la gente” que hizo saltar a toda la Barts, Ramón Rodríguez incluido, que no pudo reprimirse y subió al estrado para añadir unos coros impresionantes; pero la guinda del pastel fue el momento en que a cuatro manos hicieron petar la tabla de mezclas hasta hacernos llegar al éxtasis. Sublime. Entonces entendimos porque no hacían falta las butacas.
Un disco cocinado a fuego lento y con mucho cariño, pero el directo del viernes estuvo muy y mucho por encima de las expectativas. No vinieron a versionar a su grupo favorito, también versionaron su propio disco. Se abrazaron todos en círculo y gritaron al unísono para soltar toda esa adrenalina acumulada.
Como se oyó entre el público, fue una ida de olla, una flipada, pero moló mucho ver a un Iván cómodo y desinhibido al que no estamos acostumbrados, pero manteniendo esa voz aterciopelada única y perfecta donde no existe el error. No nos hizo falta un Turnedo o algún tema mítico de la época Piratas, la cena nos sació muy satisfactoriamente.
Si existe algo que pueda compararse con tocar el cielo eso debe ser cumplir un sueño de adolescencia, como el conseguir cantar y tocar en un escenario con tu grupo favorito de juventud. Iván Ferreiro compartió esa emoción y contagió su disfrute como una onda expansiva que azotó a los testigos con la magia de los sueños que se hacen realidad.
Sònia Sáez
Redacción