El artista barcelonés agotó las localidades de la sala Ocho y Medio de Madrid en un sobresaliente concierto que quedará para el recuerdo de los allí presentes. Crepúsculo, un rara avis del pop alternativo, se encuentra en el mejor momento de su carrera, tras la celebración de su décimo aniversario con la publicación del recopilatorio “10” (El Volcán Música, 18)

Trajeado de impecable rojo charol subía puntual al escenario Joe Crepúsculo, acompañado de su inseparable Aaron Rux y su simple y habitual instrumentación: órganos y sintetizadores. Aunque en esta ocasión había que añadirle un set de percusión que haría las delicias de gran parte del repertorio una vez avanzado el concierto.

Y es que quizás el encanto y la magia de Crepúsculo resida en la misma simpleza de su proyecto, en decir tanto con tan poco, en esencia, en ofrecer y convencer a público y crítica que su propuesta es igual o mejor que cualquier otro en la música popular. En este caso mucho mejor que el de una amplia mayoría, y el tiempo le ha dado la razón.

En un concierto perfectamente orquestado desde su setlist, pudimos disfrutar de una actuación que fue de menos a más, en cuanto a intensidad y aparición de grandes hits, arrancando con temas como “Escuela de zebras”, “Un demonio con piel de cordero”, o el pop emocionante y sugerente de “Toda esta energía”. La sucesión kitsch de las fotos que presidían el escenario, y un maestro coctelero que iba preparando sus especialidades durante la actuación, completaban una escena de lo más auténtica.

La fiesta y el baile siguió in crescendo gracias a potentes baladas como “Rosas en el mar”, o el ritmo funky de “Te voy a pinchar”, con aroma caribeño impregnado por la percusión del señor Emiliano, que dotó a las canciones de una nueva dimensión musical hasta el final del show.

Tras un parón por problemas técnicos volvieron a la carga con “Familia y cigarros”, “El cráneo” u “Ojos de conejo”, con la que asomaba el arsenal que tenía preparado para la parte media y final del espectáculo, impidiendo el descuido del público con las obras menos populares de su repertorio.

“El día de las medusas” se convirtió en el punto definitivo de despegue, seguido de “Baraja de cuchillos”, con Tomasito ya sobre el escenario, en una de las mejores demostraciones de la mixtura de emotividad y baile que tan bien sabe ejecutar el músico catalán. Entre coros de la gente, humo y confeti fueron sucediéndose grandes temazos como la electrocumbia de “Tus cosas buenas”, su nuevo tema “Quizá”, la maravillosa y representativa “Pisciburger”, mezclando el tecno más básico con las palmas y el baile de Tomasito, para cerrar definitivamente con el rompepistas “Música para adultos”, y el primer baño de masas, entre el público, del bueno de Joe.

Pero aún quedaba un amplío bis final, con la presencia del siempre fascinante Alacrán (Nacho Vigalondo) y temas como “La canción de tu vida”, con una sección de percusión exquisita, el desmadre majestuoso de “Suena brillante”, con la supremacía absoluta de los sintetizadores, o la versión de Los Punsetes “Marica”, al más puro estilo bacalaero de los años 90.

“La verdad” y “A fuego”, otros dos himnos que aprovechó para agradecer intensamente al público que abarrotó la sala, sirvieron de antesala para el cierre y momento cumbre de la noche, de la mano de “La fábrica de baile”. Pieza maestra de su discografía con la que se alcanzó el éxtasis final; con toda su crew sobre el escenario, la sala cantado a capela el tema y Crepúsculo en mitad de la pista para despedir definitivamente la velada.

Extravagancia, emoción, intensidad y sobre todo baile. Un cóctel insuperable con el que Joe Crepúsculo sigue conquistando todas las pistas de baile de nuestro bendito país.

 

Iñaki Molinos M

Iñaki Molinos M

Redacción

La honestidad no es una virtud, es una obligación.