Asistimos, el pasado viernes, al concierto de La Casa Azul donde nos regaló un bombazo -tras otro- de felicidad con una sala But enloquecida.

Fotos: Javier García Nieto (@jgarciani)
A mitad del concierto, Guille Milkyway pide perdón a los asistentes por la tardanza en la publicación de sus discos. Desde la publicación de “Podría ser peor” hace más de un año, poco podíamos saber de “La Gran Esfera” hasta el pasado viernes en la sala But. De este modo, el protagonista de La Casa Azul aludía a su inseguridad a la hora de publicar trabajos, difícilmente satisfecho con el resultado general.

 
De hecho, el pasado 17 de noviembre, pudo ser esta inseguridad, o desconfianza, uno de los elementos fundamentales de la noche. La Casa Azul, con sus canciones acerca de amores no correspondidos, bailando frente a las adversidades vitales, reunió a todas aquellas personas que quisieron hacer de las mismas una fiesta.
De este modo, el concierto osciló entre la presentación de las canciones nuevas, el espíritu agitado de las antiguas, y unos intermedios de Milkyway interpretando algunos de sus temas al piano. Respecto a las primeras, decir que nos espera una publicación en la línea de las anteriores: alegre, entretenida y con letras tan cotidianas como la rutina de los asistentes. A menudo, tristes, pero siempre con afán de superación. Con respecto al resto del repertorio, una recopilación de toda la discografía de la banda transcurrió desde “Cerca de Shibuya” hasta “La Polinesia Meridional”. No obstante, los momentos más emotivos de la noche fueron “Yo también” y “Como un fan”, canción que, por tradición, siempre pone el punto y aparte a los conciertos de la banda.

De este modo, la gira de “La Gran Esfera” comenzó por todo lo alto, reuniendo en su interior (con unas entradas agotadas desde hace más de tres meses) a todo un colectivo que buscaba la celebración de lo cotidiano, o la belleza no asociada a la felicidad más absoluta. Con canciones como “La Revolución Sexual”, a modo de manifiesto, o “La Fiesta Universal”, que alude a la belleza de lo superficial, La Casa Azul se transformó, el pasado viernes, en un hogar. Un hogar en el que el inseguro encuentra su seguridad, y el incomprendido, su comprensión.