Asistimos al concierto de Bonobo el pasado lunes, 13 de noviembre, en el WiZink Center de Madrid.

Fotografías: Javi García

Hay espectáculos musicales en los que el público posee el mismo peso que el propio artista. En torno a un escenario, se crea una comunidad que durante una hora y media comparte los mismos valores y las mismas raíces, del mismo modo que aquella teoría que afirma que todos venimos del mismo lugar, y en aquel nos encontraremos de nuevo. De este modo, no es fervoroso el público que llena estadios y se agolpa en torno a la figura de un artista determinado, sino aquel que al hacer lo anterior genera una identidad no centrada en unas características definitorias, pero sí unos valores humanos.

El concierto de Bonobo fue circular, como el ciclo del agua, el de la vida o la esfera que nos sostiene. Pese a una iluminación colmada de opacidad, de modo que tan solo apreciásemos unas siluetas suspendidas en el aire, el montaje visual que acompañó a la banda fue uno de los más impactantes de esta temporada de invierno: geometría, espacios amplios y fuego supeditado al sonido. De este modo, parecería un espectáculo teatral, un filme o, simplemente, algo que nos alejara del componente puramente musical. De este modo, un sinfín de ingredientes artísticos impedían el asentamiento a uno en concreto, provocando así sensación de desapego hacia cualquier materialización de la propia inspiración.

Destacar el papel de Szjerdene como una de las voces más expresivas de esta música evocadora. Así, canciones como “Kiara / Kong”, “Cirrus” u “Ontario” fueron algunas de las más emocionantes en el Ring del WiZink Center. El resto del concierto estuvo dominado por un Simon Green fino y riguroso con el más mínimo detalle, de modo que «Migration» (Ninja Tune, 2017) podría ser considerado como uno de sus mejores trabajos por completo en todos los sentidos, así como uno de los mejores del downtempo. El cierre del concierto, con “First Fires”, tuvo el efecto de rebajar la tensión y retornar a los asistentes a un punto de partida previo. Como si el concierto, en vez de éste, hubiese sido un viaje astral, extracorporal, o un mero sueño.