Asistimos al concierto de Nacho Vegas y León Benavente en la sala Albéniz dentro del ciclo Cómplices de Mahou

Fotos: A. Fernández
Ésta no puede ser una crónica al uso. No hubiera sido justo. Hablar de música separadamente a la vida, como si el arte estuviera por encima del bien y del mal, es tentador pero tan naif o pretendidamente interesado que resulta insultante. Quizá algunos no lo sepan, pero Nacho Vegas estuvo más cerca de dar un mitin que un concierto el pasado jueves. Como lo hace cada vez que intrepreta sus temas en apoyo a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). ¿No te ha gustado? Bien. No vayas a más conciertos del asturiano. Tampoco es necesario entonces que sigas leyendo.
Entrando en materia, ¿alguien recuerda cuándo fue la última vez que Nacho Vegas precisó de presentación alguna? Algo que no deja de llenarnos de orgullo acá en el norte, donde las comunicaciones, la climatología y quizá un espíritu un tanto rebelde ejercen demasiadas veces una barrera invisible pero tangible para toda propuesta artísitca; «bajar a Madrid» se ha convertido en una alegoría de la sociedad asturiana, cuyo desarrollo profesional pasa muy a menudo por alejarse de la tierrina. Con el gijonés no ha sido así, y para cualquier asturiano que le haya visto actuar más allá de nuestras fronteras es cuando menos emocionante ver cómo la gente corea frases como «¿Quién me habrá robado el sol que hoy no siento su calor?» hablando de la Plaza de la Soledad o de «la ciudad más triste del mundo» en referencia a Gijón. Frases plagadas de melancolía que a cualquier otro le habrían de valer un coscorrón: licencias de hijo pródigo.

Nacho Vegas en Gijón. / A. FERNÁNDEZ

Nacho Vegas durante su concierto en la sala Albéniz.


Sin embargo, hace tiempo que el ex Manta Ray ha emprendido un camino hacia un Nacho Vegas más político y por ende un repertorio más politizado. Persona y artista, dos realidades inseparables que han reorientado su trayectoria y presencia pública hacia lares más combativos socialmente (como su militancia en Podemos o su lucha contra los deshaucios). Esta situación tiene un claro reflejo en sus conciertos, donde las canciones forman parte de ese mitin y la imagen trasnochadora y tan decadentemente humana de sus primeros temas cada vez encajan menos. La revolución deja poco tiempo para pensamientos tristes.
Sirva como ejemplo su último concierto en casa: tocaba Nacho Vegas en el ciclo Cómplices de Mahou y para inaugurar la noche eligió ‘Runrún’ con la ahora ominpresente presencia del Coru Antifascista Al Altu la Lleva. Para seguir, la canción sobre la Aida de la Fuente, la célebre militante comunista a la que también han cantado artistas como Víctor Manuel o Nuberu y que forma parte de la simbología revolucionaria. ¿Es el mismo Vegas que cantaba en ‘Actos inexplicables’ aquello de «hoy siento mucho más lejos aquellas noches de calor» -‘Al Norte del Norte’- o  «tú también tenías que agacharte pero nunca quisiste cuidarte» -El Ángel Simón-?
Vegas ha tomado la decisión de vivir implicado políticamente y su música es su vehículo natural, dejando el debate de si arte y política han de ir separados  para otros. Y hablar de la actualidad sin velos. Si el pleno de la Asamblea de Madrid tumba la iniciativa legislativa popular por el derecho a la vivienda, le dedica una canción. Y así sonó ‘Canción para la PAH’, uno de sus himnos más recientes extraido de ‘Canciones populistas’ (2015). No todos estarán  de acuerdo con el rumbo elegido por el asturiano, pero visto con perspectiva, ¿hubiera sido más coherente seguir cantando a lo mismo cuando sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad?
Luis Rodríguez, guitarrista asturiano de León Benavente, salió al escenario para participar en la interpretación de ‘Ciudad vampira’. Vegas cerró su turno con ‘Vinu, cantares y amor’, dejando el germen de la revolución teñido de palabras y de intenciones.
Contrariamente a su colega, León Benavente cultivaron lo que mejor saben hacer: canciones explosivas, letras mucho más crípticas y un directo arrollador. Cualquier concierto del grupo es un prodigio de energía, si bien en el formato de Cómplices gana la intimidad pero se pierde ese componente inherente a los «Leones», como llama cariñosamente Vegas a sus antiguos compañeros.
León Benavente en Gijón. / A. FERNÁNDEZ

Abraham Boba de León Benavente en plena actuación.


Para abrir boca eligieron ‘Siempre hacia delante’ en una versión suavizada que resultó todo un acierto. Continuaron con ‘La vida errando’ y ‘La ribera’ para desembocar en ‘Estado provisional’, una de las canciones innegablemente más redondas del grupo de su álbum homónimo con permiso de sus hits principales. ‘Todos contra todos’ y ‘Ser brigada’ sirvieron de cierre para la segunda parte de la noche.
León Benavente no existiría sin Nacho Vegas (en palabras del propio Abraham Boba) y para hablar de la unión entre unos y otro el asturiano se refiere a su relación como «tribu» o «pequeña familia».  Que tocaran juntos, pese a todo, no dejaba de ser un momento atípico y por ello es de agradecer que los organizadores del ciclo Cómplices lo hicieran realidad.
León Benavente y Nacho Vegas. / A. FERNÁNDEZ

León Benavente y Nacho Vegas interpretaron juntos ‘Cómo hacer crac’.


Y llegó el momento de la verdad. Vegas como un miembro más de los «Leones» o León Benavente volviendo a sus orígenes, pero la mezcla funcionó con la complicidad que sólo dan los años. Para el recuerdo colectivo queda esa interpretación de ‘Cómo hacer crac’ que vino como anillo al dedo a ambos lados (y que permitió disfrutar de la vertiente más reconocible de Nacho Vegas) o ‘Ánimo valiente’ que supuso la puerta de entrada al primer disco de León Benavente cuatro años atrás. Cerraron osados como ellos solos con una canción intimista: una versión de ‘Suzanne’ de Leonard Cohen, en la semana que se cumplía un año de su fallecimiento. Breve, cálido, intenso, sublevado, como un soneto de Lope.