Si hubo un concierto para recordar fue el de BNQT el pasado fin de semana en el BIME Live. Los astros se alinearon para ofrecer un recital inolvidable y donde no faltó el brillo de otras estrellas como Franz Ferdinand o Vitalic.
No podíamos ir con más expectación a ver a BNQT y, como suele ocurrir cuando la ilusión es máxima, también iba revestida de cierto grado de miedo a la decepción. Estábamos seguros de que el grupo defendería las canciones con soltura, pero quedaba la duda: ¿Un grupo de egos estropearía la magia? ¿Sabrían trasladar al directo un trabajo tan redondo como ‘Volume 1.’?
Cualquier atisbo de temor se desvaneció bajo los primeros acordes de ‘Restart’, un tema que abre también su álbum y que ha supuesto la puerta de entrada al universo BNQT, plagado de melodías que guardan el sabor de lo clásico y que, sin embargo, saben a aire fresco; con ecos de Electric Light Orchestra, de Bowie y The Beatles amén de sus propias referencias como miembros de Franz Ferdinand, Travis, Band of Horses, Midlake y Grandaddy.
Por si fuera poco, demostraron sobre el escenario una modestia a prueba de bombas aun cuando el respetable ya había asumido que las comparaciones con The Traveling Wilburys no eran tan desacertadas; de hecho, se tomaron la molestia de presentarse (¡como si lo necesitaran!).
BNQT: La vuelta del pop con mayúsculas
Tras un comienzo hipnótico, fue el turno de asentar otra de las grandes bazas de BNQT: a las melodías melosamente armonizadas se suman los coros en los que el grupo vuelve a mostrar que cada pieza de este puzle ha encajado.
La oscuridad os sienta tan bien
Con ‘Hey banana’ el concierto marcó uno de sus momentos más grandiosos; la fuerza arrolladora del tema, quizá uno de los más marcadamente diferenciados de su disco, con toques setenteros, sonidos preciosistas y una melodía vocal arrebatadora hecha por y para Alex Kapranos.
Las versiones, el momento soñado
Ventajas de tocar en una superbanda: cualquier canción que añadas va a ser éxito asegurado. Ocurrió con la cadenciosa ‘Hewlett’s Daughter’, cover de Grandaddy, pero donde tomó forma de tornado fue con la interpretación de Fran Healy con ‘Sing’, el himno de Travis, o ‘Why Does It Always Rain on Me?’, lacónica y lacerante como pocas. También destacable la interpretación de ‘Roscoe’ the Midlake.
Antes de entrar en el rock and roll vertiginoso de ‘L.A. on my mind’, que cumplió la máxima de que la música puede ser arte y divertimento, BNQT volvió a subir la intensidad con una de sus canciones paradójicamente más lentas de su álbum de debut. ‘Failing at feeling’ vuelve a jugar con algunos componentes que ya han demostrado como parte de su idiosincrasia: melodías reconocibles, letras que destilan sentimientos (en este caso, soledad y dolor contenido) y melodías vocales con reminiscencias a ‘Because’ (con permiso de los Fab Four).
Cerraron con dos canciones totalmente diferentes entre sí, ‘A.M. 180’ de Grandaddy y su jugueteo con la electrónica y el homenaje reconocido a The Beatles en forma de ‘Revolution’.
Franz Ferdinand: la música está hecha para bailar
¿Podían estar los ánimos más exaltados después de BNQT? Aún quedaba la carga final: Franz Ferdinand empezó por todo lo alto con ‘Lazy boy’, adelanto de su futuro próximo álbum, un tema para romper pistas pero (aún) no a la altura de la siguiente en interpretar, ‘Do You Want To’, que puso patas arriba al BIME. Clásico entre los clásicos, no fue un desatino quemar el cartucho a principio de concierto: Franz Ferdinand aguantó el ritmo y el tipo con la provocativa ‘No You Girls’, ‘Walk away’ o ‘The dark of the matinée’; un paseo desde los inicios homónimos de la banda hasta la actualidad en manos de ‘Always ascending’, con la que el grupo escocés ya ha marcado un inicio prometedor del que será su nuevo trabajo, en el que faltará Nick McCarthy tras emprender su vuelo el año pasado con Manuela (consulta aquí nuestra entrevista).
‘Take me out’ era otro de los temas que no podían fallar. A estas alturas ya no quedaba duda de que escuchar era una actividad íntima ligada a bailar. La música de Franz Ferdinand es una incitación al movimiento, una exaltación del ritmo. ‘This fire’ nos hizo retroceder 13 años, pero nos hizo sentir eternamente jóvenes.
La noche de sábado, con cambio de hora incluido, fue para la electrónica. The Prodigy y Vitalic fueron dos propuestas distintas para que la fiesta no decayera, cada una en su estilo. Si Keith Flint y compañía hicieron de las suyas levantando al personal con su rave, house y arsenal techno, Vitalic fue no sólo un espectáculo para los oídos sino también para los ojos, con una puesta en escena elegante y bien armonizada y donde no fallaron sus hits, como ‘Waiting for the stars’, ‘Poison lips’ o ‘My friend Dario’. Faltó una alternativa, ya que si Gaua hace las veces durante el resto del festival, no fueron pocos quienes decidieron marchar a falta de un concierto más acorde a sus gustos. La tentación de dormir una hora más o aguantar el ritmo, ahí estuvo el dilema.
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