Y empezaron con “Despedida” por si alguna de las 16000 almas allí presentes no tuvieran claro que se trataba de la retirada de los escenarios hasta el 2018

Como nos tienen acostumbrados, el antiguo Palacio de los Deportes lució con un traje de luces acorde para acompañar a la banda y si el telón se bajaba, era el público el que iluminaba con sus móviles.

Sonaba “Hambre”, “Agujeros de Gusano” y “Palos de Ciego” para continuar con “La Piedra Invisible” donde invitaron al escenario al oscarizado Jorge Drexler al que, desde el foso, se le sentía un poco perdido o tal vez poco reconocido en las alturas del escenario madrileño, pero dejó para el recuerdo un recital maravilloso.

Con sus chascarrillos e historietas a las que Mikel Izal nos tiene acostumbrados iba presentado canción a canción.

Después de “Tóxica”, “28 horas” y una mezcla entre “Arte Moderno” y «Extraño Regalo”, llegó “Ruidoblanco” un adelanto de su próximo trabajo donde, además, tuvieron el detalle de querer que el público formara parte de él haciéndoles entonar a coro un “do” para grabarlo e incluirlo en el futuro disco.

Y entonces apareció un enorme taiko para interpretar “Oro y Humo” donde dos percusionistas se encargaron de hacer enmudecer al público.

Pero no se acabaron ahí las sorpresas ya que volvieron a tener invitados en el escenario: los componentes de Miss Caffeina, Alberto y Álvaro, para acompañarles con una modificada “La Mujer de Verde” que pareció no gustar de primeras a los allí presentes por lo menos hasta que se volvió reconocible y pudieron corearla como se merecía.

Después de la dedicatoria especial de Gato, el bajista, a su padre que se encontraba allí llegado desde Argentina, o de Mikel a todos los miembros de su familia y amigos, llegó otro de los momentos especiales de la noche, y era la actuación de Diego Garrido bailando en “Copacabana”.

Y entonces llegó “Qué bien” con una lluvia de confetis que empezaba a marcar el final del show. “Magia y efectos especiales” sirvió como preludio de “El Baile” para ponerle fin a esta gira y despedirse de los escenarios, grandes y pequeños, hasta el año que viene.