Tras nueve ediciones, el Cruïlla Barcelona se afianza como una de las principales ofertas festivaleras de la Ciudad Condal

Si tuviéramos que definir al festival Cruïlla en una sola palabra, esta sería “hetereogeneidad”. A lo largo de sus nueve ediciones, esta cita siempre se ha caracterizado por ofrecer un cartel de lo más variopinto con grupos de tantos estilos diferentes que es muy probable que acabes allí solo para ver a solo uno del cartel y el resto te importen poco. Quizá sea esta la razón por la que el festival consigue congregar a público de todo tipo: viejos rockeros nostálgicos de Héroes del Silencio que guardaron su primera fila para ver al eterno Bunbury y que siguen guardando su sitio para ver a Vetusta Morla mientras se preguntan quiénes son ese grupo (Crystal Fighters) que suena tan bien; románticos que quieren revivir a los antiguos Chambao, aquellos que no dejaban de sonar en Los 40, y que ahora parecen desfilar por canales menos comerciales; amantes de la música en general que disfrutan tanto del folk del desconocido Ramon Mirabet como del funk de los británicos Rudimental.

Un breve apunte antes de continuar. La oferta de festivales en la Ciudad Condal se ha visto algo reducida de un año a otro: el Hard Rock Rising o el Tibidabo Live Festival no sobrevivieron a su primera edición, y eso que la moda festivalera está en auge y ahora son muchos los que optan por pasar sus fines de semana rodeados de música. El Cruïlla Barcelona es una gran alternativa que, a pesar de la masiva oferta, ha conseguido asentarse en la escena gracias a su enfoque familiar y cercano, algo que se ha buscado encarecidamente y que es parte de su reclamo y de su esencia.

Con todo esto, fueron 47.000 personas las que pasaron por el recinto del Fórum (ese enclave que tan buenos momentos musicales nos da) a lo largo de los tres días que duró el festival.

Cruïlla 2016

Foto: Xavi Torrent

De la primera jornada del Cruïlla cabe destacar el concierto intimista de Damien Rice en el escenario Estrella Damm (el principal). A pesar de la multitud, el cantante irlandés fue capaz de generar una atmósfera íntima, silenciosa y mágica que vino acompañada de un atardecer de película. Demasiado idílico.

Corriendo nos fuimos a pillar los primeros acordes de Chambao en el escenario Time Out y a duras penas conseguimos colocarnos en un buen sitio porque toda la explanada estaba llena hasta la bandera, y lo mismo pasaba en las gradas. Un concierto donde la intérprete repasó sus grandes temas y cantó muchos de los más nuevos. Tanto fue su duende que hasta hubo una propuesta de matrimonio encima del escenario.

Ramon Mirabet conquistó con su folk a un público entregado y deseoso de escuchar su último hit, el que pone la banda sonora al anuncio de Estrella Damm de este verano. Bunbury consiguió congregar a muchos seguidores de los de toda de vida que no dejaron de corear sus canciones al ritmo del cantante que, a pesar de los indicios, derrochó una energía inacabable.

Crystal Fighters se presentaron en el escenario principal con toda la artillería pesada, ofreciendo un recital bastante acertado y correcto musicalmente, a pesar de que parece que esto es lo último a tener en cuenta para una gran parte del público que acude a su concierto bajo el reclamo de la buena energía y los ritmos pegadizos de la banda australiana.

Vetusta Morla se entregó con toda la energía que pudo y más para suplir, con creces, los continuados problemas de sonido en su set. Parecía obra del karma porque, después de la reivindicación por parte de Pucho de más decibelios en los festivales, el cantante se quedó varias veces sin micrófono, carencia que aprovechó para envalentonar aún más al público. Un setlist de los de no parar de bailar con sus grandes clásicos colocados estratégicamente en la parte central.

Cruïlla 2016

Foto: Xavi Torrent

La segunda jornada del festival quizás estaba llamada ser de los grupos internacionales, porque se daban cita Alabama Shakes, James, Skunk Anansie y Robert Plant con The Sensational Space Shifters. Y lo fue, pero unos de los grandes protagonistas de este día fueron Love of Lesbian que, como profetas en su tierra, y después de todo el rodaje que llevan desde que estrenaron nuevo disco, ofrecieron un repertorio que ya hemos visto en otras ocasiones pero con una energía especial que fluía entre la banda y el público.

091 era otra de la apuestas de este día pero que pasó algo desapercibida para los asistentes porque muchos de ellos esperaban impacientes al cabeza de cartel del festival, Robert Plant, o se encontraban en el concierto de los inagotables Alabama Shakes, que ofrecieron un recital explosivo gracias, en gran parte, al carisma de su cantante Brittany Howard.

Llegó el turno de Robert Plant que congregó a muchos viejos fans de Led Zeppelin, que se presentaron allí con camisetas de las que ya han perdido el color. El rockero reversionó muchos de los grandes temas del grupo adaptándolos a los ritmos de los Sensational Space Shifters.

Como contrapunto, cabe destacar la mala calidad del sonido en algunas actuaciones, en algunos casos fallos graves que no se comprenden y que no tienen cabida en un festival que lleva nueve ediciones a sus espaldas. Lo más preocupante de este asunto es que esto se está convirtiendo en una queja recurrente sea cual sea el festival.

Después de asistir a varias ediciones del Cruïlla Barcelona y de compararlo con el resto de festivales a los que hemos asistido (nos faltan muchos, pero tenemos una buena base), el festival barcelonés es el que más se acerca a la definición de “para todo el mundo”. Han conseguido crear una cita con personalidad propia, con una oferta para todos los gustos y apta 100% para aquellos que desean disfrutar de la música en general.