Que el Bilbao BBK Live es uno de los festivales más bonitos de España, es irrefutable. Que este año ha tenido una de las mejores ediciones de hace mucho tiempo, también. Este fin de semana, Kobetamendi ha acogido a uno de los festivales que, más que decantarse por unos cabeza de cartel de asistencia masiva y precio desorbitado, ha preferido distribuir la calidad musical alrededor de los cinco escenarios y los tres días del festival. Así, no encontrábamos colas masivas para ver a Arcade Fire o a los Pixies, sino que el público prefería disfrutar de un ambiente más variado. Y es que en esta edición podría decirse que la calidad ha primado, sobre todo, en los escenarios secundarios.
Además del acertado cartel (uno de los mejores de este verano), la organización ha sido inmejorable: el sistema de tokens ya está obsoleto, al igual que los altos precios, y en esto el festival vasco ha sido pionero en un sistema que, esperemos, continúe en el resto de la península.
A continuación, os dejamos con los momentos que, en nuestra opinión, han sido los más memorables.
Arcade Fire
La última vez que los canadienses pisaron España, lo hicieron como la banda más grande del planeta. A día de hoy, la popularidad no es la misma, pero bien es cierto que cuando una banda adquiere tal nivel de fama, en un futuro no demasiado próximo es libre de hacer lo que le plazca: el triunfo está asegurado. Así le ocurrió a la banda de Win Butler, que con un setlist inmejorable logró la emoción de todo el público, en detrimento de la calidad sonora. Si bien ha sido el grupo más multitudinario de todo el festival, bien parecía que el despliegue instrumental fuera más decorado que el uso habitual de los mismos: cuerdas frotadas que no se diferenciabas, o que, en su defecto, doblaban las líneas melódicas del viento y la guitarra eléctrica y se perdían entre el ruido. Quizás fuera por el propio grupo o la labor de los técnicos de sonido, lo cierto es que fuera apenas se escuchaba, aunque parece que dentro tampoco, pues de lo contrario Régine Chassagne hubiera tenido menos dificultades al pillar el tono.
No obstante, y como he mencionado anteriormente, en el momento en el que te alcanzan tales dimensiones a nivel social (y no musical), el plano estrictamente formal pasa a un nivel secundario, pues la emoción que miles de personas nos contagiaron escuchando “Afterlife” en directo, restaron importancia a cualquier falta de afinación.
Chvrches
Lauren Mayberry tiene todo lo que a Regine Chassagne le falta. Si bien Chvrches tocaron el primer día en el escenario secundario, fueron merecedores del principal. Aunque con canciones de monotonía considerable, a la hora de defender “Every Open Eye” en directo, hacen alarde de todas sus facultades compositivas, y es que es posible que el concierto pueda asemejarse a una canción de hora y media, ¡qué canción, señoras y señores! Ya con “Never Ending Circles” demostraron que es posible interpretar música electrónica en directo de forma que no adolezca de técnica y, en este sentido, los sintetizadores de Chvrches tienen mucho que enseñarnos.
Tame Impala
A día de hoy, todavía sigo preguntándome cómo es posible que The Grateful Dead hayan hecho un hueco en su reinado de la psicodelia para Tame Impala: no por la valía, sino por el escalón tan pronunciado que hay desde una banda a otra. Desde luego, que una banda que diste tanto a nivel musical de la pionera del movimiento haya logrado alcanzar tal estatus no es entendible si su música es mediocre, y este no es el caso de los australianos. Estamos en una nueva era de la psicodelia, y ellos son los dictadores en el movimiento. Permitanme la tautología, pero lo único igual a Tame Impala es Tame Impala, y aun con ello se han ganado un puesto en uno de los géneros más venerados.
Todo ello no es posible conocerlo si no has asistido a un concierto de Kevin Parker, pero los que inundamos Kobetamendi el sábado lo sabemos, pues nos trasladamos a un universo paralelo con su “Currents”, y “New Person, Same Old Mistakes” con su cierre de gala, nos devolvió al lugar al que pertenecíamos.
Nudozurdo
Uno de los grandísimos aciertos del BBK en esta edición fue el de distribuir escenarios por toda la ciudad, con el fin de poder disfrutar de conciertos matutinos. Nudozurdo fue uno de los elegidos para esta propuesta, y quizás no haya grupo que cuadre mejor con tal ambiente: escuchar “Mil espejos” es un bar con no más de cuarenta personas fue uno de los verdaderos placeres de Bilbao.
José González
Cuando en festivales de este tipo aparecen nombres como Kings of Convenience, en el caso del Mad Cool, o José González en el BBK, lo primero que te causan es asombro. Lo segundo, una sensación agridulce, pues ocurre que piensas que conciertos así no los podrás disfrutar en un espacio que no es tan íntimo. No obstante, la realidad es que la hora temprana y el paisaje de Kobetamendi hicieron del concierto un espacio para disfrutar, al que el público acudía con un temple relajado, impropio de la festividad. A pesar de que el concierto duró menos de lo programado y de que menos de la mitad de los espectadores conocían algo más que “Heartbeats”, lo cierto es que contratar a bandas más relajadas y de ambiente más íntimo supone un acierto.
Pixies
Pixies era el plato fuerte del festival, quizás por ser los más veteranos, y por ello contaban con el apoyo de cualquier cabeza de cartel: en una actuación de un grupo con más de treinta años de trayectoria, el fervor del público está asegurado.
Sin embargo, el viernes en el recinto ocurrió cosa extraña, extrañísima: después del concierto de Love of Lesbian, el escenario principal se vació por completo, quedando la primera fila completamente vacía para la que, se suponía, la banda más importante de la edición. Quizás haya una nueva sociología musical por la cual las nuevas bandas de pop español estén desbancando por completo a las viejas glorias, pero lo cierto es que en el concierto de los catalanes no cabía un alfiler entre el público, que se sabía hasta la última palabra de las cantadas por Santi Balmes. Sin embargo, en el concierto de los de Boston el público tan solo se animó con su hit por excelencia.
M83
Puede parecer que M83 sean un grupo de un solo tema. Puede parecer que su concierto carezca de interés hasta que no escuchemos “Midnight City”. Erraríamos en tal consideración, pues no se escuchó un mejor sonido en todo el festival. Al igual que Chvrches, M83 es un claro ejemplo de que electrónica no es sinónimo de calidad mediocre, y el synthpop de la banda nos asegura que, por mucho que evolucionemos en informatización instrumental, el buen pop será difícil que muera.
Soleá Morente
Quizás no haya objetividad cuando afirmo que, para mí, fue el mejor concierto del festival. Soleá Morente representa una nueva ola de flamenco (e, incluso, de cante jondo), una nueva ola de pop y una nueva ola de indie, y es que nadie es capaz de mezclar unas bulerías a seis con una guitarra eléctrica de una forma tan virtuosa. Soleá Morente no abandona los palos flamencos, pero no se estanca en ellos, acompañada de una de las mejores formaciones del indie nacional. A todo ello, se le suma el encanto de la protagonista, con un duende de los que ya no quedan.
A pesar de la cantidad de actuaciones inmejorables y de momentos que nos ha brindado la undécima edición del festival, de tener que elegir uno, nos quedamos, sin duda, con el cierre de la actuación de New Order con “Love Will Tear Us Apart”. Y la magia de éste no merece ser explicada (tampoco podríamos, aunque quisiéramos).
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