Crónica del concierto que HINDS ofreció el pasado 26 de abril en Madrid
Texto: Marta España
A lo largo de mi corta vida he podido escuchar numerosos comentarios con respecto a las figuras femeninas más relevantes de la música independiente española: Anni B. Sweet conoció la fama tras estar largo tiempo girando con Lori Meyers, mientras que Miss Caffeina ayudaron notablemente a Zahara en sus comienzos. Soleá Morente, bueno, con ese apellido poco le hacía falta demostrar. Sin embargo, este fenómeno también ocurre a nivel internacional: todos sabemos quién es la culpable de la separación de los Beatles, quién es un producto ideado por una fabulosa idea de marketing de su padre y quien se hizo famosa por sus versiones, aunque no componía tan bien (Yoko, Lana y Birdy, respectivamente).
El caso de Hinds es extraño, pues dado que nadie puede atribuir su éxito a terceras personas (en el momento en el que grabaron su primera demo ya recibieron mensajes de apoyo de todo el mundo), la desesperación por anular sus dotes musicales es todavía mayor. El martes 26 de abril acudimos a su concierto en la Joy Eslava, y sí, fuimos conscientes de todas aquellas impericias por las cuales crean debate: la dicción es mejorable, la conjunción vocal con respecto a la instrumentación nos recuerda a una pieza atonal de comienzos del siglo XX, y a los riffs les falta soltura. No obstante, Hinds consiguen algo en sus conciertos que pocas veces encontramos en la música de nuestro país, y es que el desenfado y la naturalidad con el que se encuentran en el escenario nos sugieren una filosofía de vida hedonista de la cual todos podríamos aprender.
En el arte contemporáneo, ya no solo a un nivel estrictamente musical, tendemos a relacionar a las mujeres con un tipo de sensibilidad especial: a menudo nostálgica, pero siempre frágil, de modo que cualquiera que se salga de esta tendencia crea polémica. Las cuatro jóvenes madrileñas defendieron su garaje de una forma descarada, a lo largo de un setlist que no pudo distribuirse mejor: las míticas “Bamboo”, “Trippy Gum” o “Garden” se alternaron con otras menos conocidas, de modo que el público no pudo de dejar de sentirse eufórico ante tanta variedad. Y claro, esto de cuatro chicas que rozan la veintena molesta, porque de otro modo la frescura de Disco Las Palmeras!, Trajano! o Novedades Carminha, por poner algunos ejemplos, sería igual de controvertida. Y es que Hinds no se lamentan, festejan tanto dentro del concierto como fuera de él, se ríen y agradecen toda la lealtad con la que su ciudad natal apoya la música desde hace dos años. En su aniversario, aunque todavía con mucho camino por recorrer, observamos una mejora con respecto a los conciertos a los que habíamos asistido anteriormente: de aquel FIB del año pasado en el que Amber se ausentaba de su batería apenas quedaban restos, del mismo modo que de la afonía de Carlota. Es cierto que la afinación vocal no fue la armónicamente acertada el pasado martes, pero, siendo francos y hablando claro, sus gallos nos expresan más emoción que los momentos de calma. Porque Hinds son eso: regocijo, vitalidad y celeridad.
Destaco el momento en el que en “Easy” (el que han propuesto como próximo single), Ana nos invitó a disfrutar y a ver la vida de, valga la redundancia, un modo más fácil; pero también los bises con su fastuoso “Davey Crockett”, momento en el que el público no cupo en sí de gozo, o la colaboración con Los Nastys.
En conclusión, hablar de Hinds no es fácil, pues tanto si criticas como si veneras, el debate está presente. No vimos una mayor profesionalidad en sus teloneros, los estadounidenses Twin Peaks (aunque tampoco pudimos ver mucho, porque el concierto se prolongó en un periodo de tiempo muy limitado), tampoco apreciamos un virtuosismo técnico muy por encima de el de las madrileñas, pero probablemente su medianía no sea noticia, sí su alborozo y su espontaneidad en el escenario. En el caso de Hinds ocurre todo lo contrario, pues del mismo modo que los conciertos de Zahara, Anni B. Sweet o Soleá Morente nos enseñan a intimar con nosotros mismos y a apreciar lo tenue del momento, el concierto del 26 de abril nos enseñó a querernos, a disfrutar del momento vital y a volcarnos en el placer.
Y claro, ver eso de cuatro chicas molesta un poco.