John Grant presentó «Pale Green Ghosts» dejando sin palabras al público.
Ganas no nos faltaban de disfrutar de John Grant y, este miércoles, pudimos hacerlo de la mejor manera posible con un concierto de altura, sonido y familiaridad.
Los que estuvimos en el Dcode este año recibíamos con agrado su visita pero como suele pasar en los festivales, con algunas de las actuaciones te quedas frío, y no era el caso porque este septiembre pasado estaba cayendo una buena solera, que se lo digan a John con sus gafas de sol puestas.
Fue un de tú a tú entre sus movimientos, no excesivos sobre el escenario, la familiaridad que tiene con su público y los sintetizadores en contadas que acompañan el álbum que estaba presentando «Pale Green Ghosts».
No empezaba un concierto, empezaba una historia bajo acordes, voces desgarradoras y sentimientos duros y tristes. Eso sí, es obligatorio no perderse ningún concierto de este increíble músico.
Comenzó con «You Don´t Have to» y todo hacía presagiar que los reproches, las duras palabras que tienen sus letras iba a ser un concierto «intimo», sentimental y cargado de voz, esa que sale de las cuerdas vocales y que enamora aunque esté escupiendo las frases más crueles que existen. «Vietnam» venia justo después continuando con esa voz que nos golpeaba en los oídos y que hacía enmudecer a toda la planta baja de la Joy. Entre tanto iba presentando a los integrantes de su banda, la gran mayoría de ellos Islandeses donde hay que recordar que ha grabado el disco. El de Denver se debía ellos, a sí mismo y al público que estaba esperando con ganas cada uno de los temas del setlist. Unas magníficas «Marz» e «It Doesn’t Matter» dejaron en un silencio sepulcral la sala, con un sentimentalismo de un John acompañado de la buena voz de Chris Pemberton. Fue de los momentos, para mi porque me gusto el respeto del público hacia el músico y la banda, más emotivo hasta el momento.
Pero no puedes esperar que todo sea así, y Grant nos dio un giro instrumental y sentimental para «colar» dos temas cargados de sintetizadores y de movimiento. «Pale Green Ghosts» y «Black Belt», fueron los momentos más animados del concierto, donde estábamos moviendo el cuerpo, de forma pausada y con más movimientos de cabeza que otra cosa, John también se animó en el escenario porque las canciones lo merecían. Otro buen momento, con un giro de sentimentalismo a breve excitación, de una plasticidad técnica estupenda.
Ya se encargó de avisarnos que no todo iba a ser felicidad en el concierto y nos regaló «Sigourney Weaver» y «Where Dreams Go to Die», dos temas que nos llevan a las entrañas, sentimentalismos y crudas «verdades» del John Grant que conocemos y del que sale esa voz que hace de sus temas agujas clavadas en nuestras mentes. Mala suerte tuvimos, o tuvo la banda cuando su Roland dijo basta justo antes de comenzar «GMF», no tuvo problemas en realizar una especie de «Air Piano» cuando le tocaba meter mano al teclado. No importo en absoluto porque fue inmensa su actuación y seguida de una «I Hate This Town» que nos dejo con los desgarradores momentos que pasó el de Denver al encontrarse a alguien que no quería en una ciudad de millones de habitantes. «Glacier» es eso, no solo la crudeza de ser gay sino de la crudeza o dificultad de ser humano, otra canción que se queda grabada y que no puedes quitarte de la cabeza y mucho de los oídos por culpa de su esculpida y madura voz. Y para cerrar el concierto antes de los bises, «Queen Of Denmark», una canción acorde con el resto de la velada, intensidad por todos los lados acompañada de la distorsión del guitarrista durante un tiempo.
No podíamos esperar más a los bises y por suerte volvió la banda a dar el toque final con «Chicken Bones», «TC Honey Bear» – Con un John Grant solo al piano y diciendo que «esta era la única canción de amor que había compuesto». «Caramel» y «Paint the moon», tema de su época con The Czars fueron el colofón final al bello y crudo concierto.
Para mi, uno de los mejores conciertos a los que he asistido en este año, entendiendo que se puede ir a un concierto donde la pena, la crueldad y el dolor pueden ser tan bellos como cualquier otro momento, eso no lo hace cualquiera y el de Denver lo consigue. Me recordó en algunos momentos a un Jay Jay Johanson, aunque más acústico, y a la voz quebrada de Peter Murphy. Eso sí, sin que sirva de comparación porque no la tiene.