Poco o nada se puede decir ya del concierto de Beach House anoche en Avilés tras su paso por Barcelona y Madrid. O quizá sí. Música de evasión y espectáculo que cumplió la expectativas. ¿Y algo más?

Esto no pretende ser una crónica al uso. Lo cierto es que, como bisoña en la legión de fans de Beach House, una servidora se acercó hasta Avilés para conocer más de cerca la propuesta musical de este grupo de Baltimore con raíces francesas. Más allá de las consabidas ‘Lazuli‘, ‘Myth‘ o ‘Zebra‘, la puerta estaba abierta a la experiencia musical que tanto éxito ha cosechado en su gira española y que ofrecía aquí su última parada.
La ocasión no defraudó, puesto que lo que Beach House presenta es un espectáculo en sí mismo donde la escenografía juega un papel fundamental. Casi un efecto cinematográfico: entrada de butaca, un juego de luces impecablemente sincronizado sobre el escenario y tal vez una consecuencia indeseable de cierta lejanía con respecto al público. Que puede que sea precisamente el resultado buscado, pero desde el asiento esta novel en las lides del dúo sintió la añoranza de estar de pie, verles mejor y dejarse transportar al paraíso intangible que ofrecen sus canciones.

Beach House en Avilés. / JULIA VICENTE

Beach House en Avilés. / JULIA VICENTE


Desde luego, Victoria Legrand, melena al viento, y Alex Scally replegado sobre su guitarra, parecieron disfrutarlo. Pero no adelantemos acontecimientos. No se esperaba que nada abriera boca antes de su concierto, pero a última hora se confirmó que Marques Toliver telonearía al grupo al igual que lo hiciera en sus paradas anteriores de la gira española. Buena noticia. Descubierto por uno de los miembros de la banda indie TV On The Radio, el violinista publicará el próximo mes de mayo su primer disco, ‘Land of CanAan‘. Tampoco viene mal venir avalado por Adele como su «nuevo artista favorito». Lo que está claro es que este chico de Florida tiene una interesante propuesta de R&B y clásica. Para no perderle la pista.
Costaba concentrarse entre tanta gente yendo y viniendo en busca de su butaca mientras trataba de crearse ambiente en el auditorio. Gajes del oficio. Sin embargo, su esfuerzo por caldear los ánimos no fracasó: la música de violín se convirtió en una deliciosa manera de adentrarse en el mundo onírico de Beach House. Tras el rato musical de Toliver, con una entrada más que aceptable para un martes en la avilesina Villa del Adelantado, poco tardaron en salir sobre el escenario Legrand y Scally (acompañados de batería).
Su aparición no podría haber sido más teatral. Humo, contraluz y ‘Wild‘. «You use your heart as a weapon / and it hurts like heaven«. Un arranque entusiasta al que siguieron temás más antiguos como ‘Gila’ (perteneciente a ‘Devotion’, de 2008), ‘Norway’ (‘Teen dream’, 2010) u ‘Other people‘ (de su último trabajo, ‘Bloom’). Precisamente es ésta una de las canciones que se me antoja que encierra el carácter inherente de Beach House: una melodía envolvente y cadenciosa, una letra que parece más un pensamiento en voz alta que una arquetípica estructura de acercarse al estribillo, y una voz cuasi mágica que acentúa el hechizo.
Luego fueron desgranándose ‘Lazuli‘, un tema que brilla con luz propia y que nació porque a Legrand le encantaba el nombre del color lapislázuli (y con tamaña sonoridad, ¿a quién no?) así que le hizo una canción con toda la fuerza y emoción de ese azul intenso; la reconocible ‘Zebra’, ‘Wishes‘ o ‘Take care’ que acercaban al final, no sin antes pasearnos por el universo infinito de ‘Myth‘ (¿Una de sus mejores canciones? El tiempo lo dirá; una imprescindible, seguro).
Breve, pero intenso. Cerraron el espectáculo con ‘Irene‘, al igual que concluye su disco. Para unos, música de evasión. Para otros, grupo de culto. Para todos, música que se atreve a hacernos soñar en el extraño paraíso que cantaba Legrand. Antes de que sus lentejuelas dejaran de brillar. Fin del ensueño.
 
(Lee también la crónica de su concierto en Madrid aquí)