Sidonie y El Columpio Asesino Noches del Botánico
 
Foto: Instagram oficial @a_calamaro

El artista argentino brindó un sublime concierto en la Feria de Albacete, dentro de la gira Agenda 1999, con la que está celebrando los 25 años del lanzamiento de su obra culmen: Honestidad Brutal

Hay quien connota de negatividad el ejercicio nostálgico en la música en directo. Aprovechar para celebrar el cumpleaños de un determinado disco, como excusa para lanzarse a la carretera, girar y, al fin y al cabo, tocar y volver a tocar en torno a un repertorio ensayado para la ocasión.

Aquí hemos contado ya unos cuantos ejemplos, con mayor o menor acierto, en cuanto a propuesta artística se refiere, de este tipo de celebraciones; pero cabe destacar matices importantes de este caso concreto, que lo diferencia de la gran mayoría de giras similares.

Honestidad Brutal (1999) es, sin duda, para mí, la mejor pieza de la vasta obra de Andrés Calamaro. Eso sí, para mí. No todo el mundo opina igual, ni existe una clarividente unanimidad al respecto. Como tampoco ha sido la más popular, ni exitosa entrega de toda su trayectoria.

En 1999, con el lanzamiento de este disco, El salmón comenzó un corto pero intenso periplo nadando a la contra de la corriente dominante. Un doble CD, que contenía 37 canciones, y al que había que destinar casi dos y horas y media para escuchar y diseccionar cada uno de esos temas. Pero menudos temas.

Con estas cuentas, no quiero imaginarme -o calcular- el tiempo de mi vida que he estado navegando por esta imponderable obra del rock en castellano. Es, rotundamente, el álbum que más he escuchado de principio a fin, y el que me llevaría, sin pensarlo ni un segundo, a una isla desierta si solo pudiera escoger uno.

Aparte de estas últimas causas personales, y retomando el argumentario distintivo de esta gira aniversario, hay que sumarle la cuasi clandestinidad del objeto de la misma. Sin grandes reclamos, con escasa publicidad, y sin adorno u ornamento propagandístico, Calamaro y su nueva -y fantástica- banda comenzaron a presentar su directo coincidiendo con la primavera peninsular, por numerosos puntos de nuestra geografía; obviando la discutible obligación de pisar grandes foros y capitales de provincia, y alternando actuaciones propias como la de Albacete, con presencia en diversas citas del circuito festivalero nacional.

Esto conduce, ineludiblemente, a un resultado claro, aunque no por ello poco sorprendente: victoria apabullante entre los acólitos del extravagante músico bonaerense, y altas dosis de estupor entre el público generalista, que acude a presenciar un simplón concierto de grandes éxitos, con los temas más escuchados en su reproductor de streaming.

Con estos ingredientes sobre la mesa, Andrés volvió a ser el de las grandes citas el pasado miércoles en Albacete. Con una exuberante presencia escénica, y siguiendo con la tendencia alcista de sus últimas giras, continuó malacostumbrándonos a otra actuación sobresaliente, que arrancó sin mediar palabra con la oscuridad de ‘El día de la mujer mundial’ atronando en la Caseta de los Jardinillos. Un recinto ad hoc para el espectáculo que iban a ofrecer desde el escenario: cercano, con gran visibilidad y con un aroma familiar y festivo que solo se respira en este tipo de festejos.

Siguió con el funk de ‘Más duele’, antes de arrancar con uno de esos clásicos que ha permanecido bajo llave desde la gira de presentación del álbum, hace 25 años: ‘Cuando te conocí’ sirvió como punto de unión entre los dos bandos que conformaban un público igualmente agradecido, durante toda la velada, con la entrega de Calamaro y los suyos.

Las guitarras seguían retumbando de la mano de ‘Eclipsado’ y ‘Una bomba’, pero hubo tiempo para el maratón lacrimógeno de ‘Son las nueve’, o el preciosismo pop con la coreadísima ‘Te quiero igual’, tras la que el protagonista de la noche se arrancó, por fin, con las primeras palabras de la noche. Y no fueron las últimas. Agradecido, alegre y gustoso, regaló varios pasajes y anécdotas que no desentonaron con el ritmo del concierto. Perspicaz y ácido, pero con el día bueno, ensalzó el contexto y el entorno en el que se enmarcaba tan plácida actuación.

El sonido de la feria, las luces, o la noria dotaban de pura autenticidad a un “concierto de los de toda la vida”, en palabras del argentino, que continuó su largo paseo por Honestidad Brutal disparando puro blues gracias a ‘¿Para qué?’, bajando revoluciones con la delicia de ‘Los aviones’, la soberbia poesía de ‘La parte de adelante’ y poniendo al “estadio” en pie, para vitorear a su querido “Maradona” durante un par de intensos minutos.

Tras el turno de ‘Voy a dormir’ y ante la sorpresa de propios y extraños -incluida la banda-, importantes problemas técnicos hicieron que el sonido del escenario se esfumara, y tras una larga media hora de espera, arrancó un segundo acto de concierto en el que el show siguió creciendo, más si cabe.

Un inspiradísimo Calamaro alcanzó también su cima vocal en esta parte final, que se estrenó con el medley de ‘No tan buenos aires/Clonazepán y circo’ para dar por casi por cerrada la agenda del 99 y sacar a relucir un arsenal, ahora sí, de grandes éxitos: la gloriosa ‘Crímenes perfectos’, el ritmo cumbiero de ‘Tuyo siempre’… y así continuó in crescendo con el vigor de ‘Alta suciedad’ hasta acabar compartiendo uno de los tarareos más populares del pop español,  Flaca’, y la catarsis final de ‘Paloma’.

Sin bajar siquiera del escenario, en una suerte de bis simbólico, remataron la faena con la épica de ‘Estadio Azteca’ y la traca final de ‘Los chicos’, que nació siendo ya un himno.

De esta manera, tan placentera como fugaz, nos despedíamos del Comandante hasta la próxima. Por el momento, y 25 años después, nos cobramos el concierto que merecíamos.

 

Iñaki Molinos

Iñaki Molinos

Redacción