Foto: Diego Jurado para Warm Up
El festival murciano volvió a brillar, olvidando las inclemencias meteorológicas de la pasada edición, gracias a un cartel ciertamente estandarizado para los tiempos que corren, y una organización más que aceptable
No hay nada como cerrar las heridas para comenzar a olvidar, y eso es lo que hizo el Warm Up en su edición de 2024. Sin tiempo que perder y, tras la devolución parcial de los abonos del pasado año, el festival murciano comenzó a anunciar el cartel de la presente edición casi antes de acabar el verano. Así, como ya suele ser habitual en estos lares –y más con uno de los primeros de la temporada-, para navidades ya nos hacíamos una foto global de lo que nos encontraríamos en la cita musical más importante de la región murciana; y no será por citas, eventos, ciclos y otros tantos festivales.
Pero lo que es indudable es que el Warm Up es el evento espacio-temporal donde mayor cantidad de bandas y de público se aglutina durante apenas un fin de semana. Dos jornadas donde pudimos disfrutar y apreciar lo más granado –y anodino- del indie nacional, las virtudes y las costuras del actual panorama festivalero, o las juventudes confusas y tercera edad de una generación que, aunque se siga marchitando, continúa regalándonos actuaciones por las que merece la pena acercarse hasta esta maravillosa ciudad.
A todo ello, y un año después del apocalipsis vivido, y que contamos como siempre en nuestra web, hay que sumarle una organización notable del festival. Siempre hay lugar para la mejora, y muchos asistentes tendrán sus experiencias propias y ajenas, pero, de manera resumida y genérica, no se vieron tapones excesivos en las entradas o salidas de cada una de las jornadas,. Se podía recargar y pedir consumiciones con cierta fluidez y, a pesar del abundante público, podías trasladarte de un escenario a otro sin demasiados problemas.
No me olvido de los baños, donde, como casi siempre, las más damnificadas fueron las mujeres, teniendo que acceder ordenadamente, en muchas ocasiones, a las cabinas situadas en los servicios masculinos. Sigo pensando que no es tan complicado desproporcionar, aún más, este tipo de servicios hacia el sector femenino; un misterio que ni el fantástico libro Macrofestivales, ha conseguido aclararme.
Como es habitual en este tiempo, mucha gente se acerca al Warm, y a muchos otros festivales, sin atender en demasía al cartel, pero para nosotros sigue siendo parte fundamental de un evento de este calado desgranar y analizar cada uno de los conciertos que hemos podido disfrutar durante un intenso fin de semana. Y es que, aunque la calidad del sonido fue por barrios en muchos casos, el escenario principal, obviamente, se llevó la palma en cuanto a nitidez y estabilidad, lo que redujo aún más a cenizas la combinación entre propuestas musicales banales y una sonoridad corriente, tirando a básica, en el segundo escenario.
Alcanzamos a ver a una leyenda como Johnny Marr sobre las tablas mientras caía el sol sobre el recinto de La Fica y, con tan solo cuatro temas, pudimos apreciar el poso histórico que atesora el de Manchester, regalando versiones de Iggy Pop y cerrando su actuación con la eterna ‘There is a light that never goes out’ de “sus” Smiths.
En una noche llena de contrastes pasaré de cuclillas por bandas acostumbradas a llenar todos y cada uno de los carteles de festivales nacionales, pero que, bajo mi criterio, aportan poco a nivel musical. Nadie duda de su nivel de popularidad y de que, en muchos casos, son las bandas que sostienen y rentabilizan muchos de estos eventos, así que podríamos considerarlos como una parte necesaria a la que habrá que acostumbrarse.
El pop saturado de bandas como La La Love You, o la propuesta azucarada de Ginebras –y eso que su primer disco resultaba algo más fresco- coparon el segundo escenario durante la jornada del viernes, mientras que en el escenario principal asomaba otra de las leyendas de la noche.
Los Planetas arrancaban su gira 30 aniversario del Super 8, -sin Banin ni Erik, eso sí-, y con un concierto que fue de menos a más en cuanto a sonido y sensaciones, y acabó encandilando a sus fieles seguidores que, aunque pudieron echar de menos a la mitad de su clásica formación, disfrutaron de un show sobresaliente; con intensidad, guitarras y ruidismo pop que, seguramente, también sirvan como base para sustentar más de un festival con las entradas que se siguen vendiendo para ver a los granadinos.
La nota alternativa internacional la puso Sleaford Mods en el tercer escenario. Su habitual electropunk agita-cabezas levantó del viaje planetario a más de uno; con un adecuado y movido repertorio hicieron olvidar deudas pasadas con el público madrileño, el segundo que más asiste al Warm Up.
Las grandes estrellas de la noche no eran otros que los cartageneros Arde Bogotá. Con un crecimiento estratosférico en los últimos años, este verano han pasado a encabezar incontables festivales patrios, independientemente del género, pareciendo encajar en todas las audiencias y con una propuesta potentemente amplificada, con guitarras musculosas, poses épicamente impostadas y aroma poético.
Todos estos clichés agitados en una coctelera y, aprovechando el supuestamente vacío nicho del indie rock nacional, es lo que mis ojos y oídos llegaron a percibir en casi una hora de planicie musical, agitando a las masas con mensajes como “Qué vida más dura” o versos de gran calado literario que acaban en “fanta de limón”. No será porque no haya intentado entender el fenómeno -y no dudo que su poder de convocatoria sea irrebatible-, pero no contéis más conmigo para ello, por favor os lo pido.
Y, por si no fuera suficiente, aquí habría que ponerle un “pero” logístico al festival, ya que, durante los 75 minutos que duró su concierto, no existió contraoferta musical alguna –más allá de la carpa de los DJ que no dejaba de sonar durante toda la noche sin descanso-, lo que produjo el aburrimiento profundo de un servidor y las montoneras y peligrosas avalanchas durante y a la salida de la actuación.
El tropicalismo y ritmo endiablado de Bomba Estéreo, especialmente inspirados en un concierto breve pero intenso, les sirvió para recibir la medalla de oro del viernes, encender las llamas de la resurrección y bailar con más ganas que nunca en una jornada inaugural del Warm Up que despedimos con el pop electrónico aunque en ocasiones simplón de Delaporte.
Con un descanso más que merecido arrancamos una segunda jornada en la que destacó la propuesta garajera y sucia de los Black Lips, un sonido tosco, en ocasiones excesivamente basto para el segundo escenario, pero interesante para apreciar en directo.
Sin tiempo para asimilarlo llegaba otro de los platos fuertes de esta edición. Viva Suecia jugaba en casa celebrando su décimo aniversario, y convirtió en una fiesta constante un escenario plagado de músicos, luces y colaboraciones, donde el continente brillaba más que el contenido.
Hace tiempo que nos despedimos de la banda que hacía ese noise rock oscuro, enredado y espeso, donde la voz de Rafa Val era casi indescifrable; aquellos discos de los que ahora apenas tocan tres o cuatro temas, dándole total protagonismo al pop resplandeciente de su último álbum. Coristas, metales, artistas invitados, fuegos artificiales y canciones enclaustradas en una fórmula que, a tenor del público y su entrega ha calado totalmente..
Y es que, emocionar con la música no está a la altura de tantas bandas como creemos. Una que no tiene parangón en estas lides son Editors, que en la cara opuesta del artificio ofrecieron el mejor concierto del festival con un combo básico de banda de rock, sus habituales sintetizadores y el fascinante uso de los mismos. Emotividad a raudales, potencia sonora, presencia en el escenario y un frontman, Tom Smith, al que es difícil hacer sombra.
Una banda indudablemente infravalorada, pero que en España siempre tendrá un hueco en la parte alta de los carteles, demostrando una y otra vez el valor musical de cada una de sus actuaciones. Matrícula de honor.
Anteriormente, el pop alegre de Cupido había sonado como hacía tiempo que no recordaba en un festival y, tras los de Birmingham, Shinova perpetuó la maldición del segundo escenario con un concierto básico y un sonido desafortunado que acabó rematando Ladilla Rusa, con su habitual “espectáculo”.
Afortunadamente, la otra figura internacional de la noche cerró de manera sobresaliente el escenario principal. El dúo francés The blaze hipnotizó a la multitud con sus elegantes bases de house bailable y sosegado, sus extravagantes voces y unas proyecciones endemoniadamente bellas.
De esta manera despedimos una nueva edición del Warm Up donde el público ha vuelto a reencontrarse con un festival cada vez más afianzado, cercano a pesar de la muchedumbre, y donde poder disfrutar de la buena música…cada cual que encuentre la suya.
Iñaki Molinos
Redacción