Marcelo Criminal disfrutó al presentar en Madrid su último trabajo gracias a un público que superó sus expectativas
El cartel de la gira de ‘La última Casa de Apuestas’, el cuarto álbum de estudio de Marcelo Criminal, parece más una broma que otra cosa pero, siendo Marcelo, ya teníamos que estar preparados.
Tres únicas fechas, de momento, son las marcadas en el calendario para paladear el microcuento de veintidós capítulos que se ha marcado este año el de Murcia.
El 19 de noviembre era la primera fecha en la sala Sol de Madrid, y la única con artista invitada. Ésta no era otra que Laura Katze, cantautora que tiene reminiscencias de la malograda Cecilia y que el año pasado se dio a conocer con el single ‘Un Ritual’, puro y literal bedroom pop atemporal.
Pasadas las ocho y media de la tarde, salió al escenario junto a su amiga Lidi, quién le acompañó en el teclado y voces.
La puesta en escena fue sobria sin grandes artificios, resaltando únicamente la utilización de su voz con cariz aniñado.
Acompañando sus, hasta ahora, dos únicos singles (el mencionado ‘Un Ritual’ en el que canta sobre un chico de deseos indescifrables, y ‘Regular’, sacado este 2023 con referencias a Nick Drake, Sufjan Stevens o Phoebe Bridgers) presentó ‘Joan’ compuesta no hace mucho, de la que dijo «es una canción de amor de cuando todo va bien, sobre la primera semana de comenzar una relación, pero la escribí cuando todo iba mal, se llama ‘Joan’”
Sin duda, su música tiene aquello de misterioso y envolvente, trayéndonos ecos del pasado y reciclándolos sin permutar el significado del desamor.
Marcelo sale al escenario con un gorro que imita el casco de soldado utilizado en las fotos de promoción de ‘La última Casa de Apuestas’, una de las últimas adquisiciones indies salida de la cabeza de este poeta de lo cotidiano, o poniéndonos más redichos, el lugar que hay entre el siempre y la trascendencia, entre tú y el amor de tu vida.
Una tras otra, las efímeras canciones de apenas dos minutos largos ruedan por un setlist sin descanso llegando al minuto sesenta de concierto.
El orden de las canciones fue escogido con acierto para que la fiesta de amigos a la que nos había congregado tuviese su dosis justa de júbilo extremo (abanderado por ‘Brain training’, ‘First Dates’, ‘Borracho y loco’ en la que le acompañamos a las voces, o ‘Perdona (ahora sí que sí) con la que pegó el pelotazo en 2018) y momentos moñas como con ‘El amor’, una de las que más le gustan, o ‘Café de Máquina’, que habla de enamorarse y estudiar.
Asentado en un sonido lo-fi, sus referentes musicales son muy diversos: Daniel Johnston (le han comparado con él y se siente halagado por ello), Teen Suicide o La estrella de David.
En el escenario tiene esa timidez transparente y esa cara hierática que encierra un sentido del humor innato, acentuado más aún cuando arranca con ‘El día que murió Pedro Sánchez’, ‘Me quedé encerrado (En el baño del Psicoanalista’) o con ‘Qué hacemos luego’.
No faltaron de su último disco ‘Como Negociar en Katar’, la muy aeronave adolescente ‘Bromazepan’,’ Música relajante para estudiar’, ‘Pude ser Campeón de Sudokus’ (su preferida, por cierto), ‘ Nueva Sinceridad’, ‘El Corte inglés’ (dedicado a sus amigos que allí trabajan), y ‘Lotería y Apuestas del Estado’.
Desempolvó discos y EP’s anteriores (‘Medio Mensaje’ lo tocó entero menos ‘Cuarto Milenio’) con ‘Fast and Furious (Spinoza niega la posibilidad del milagro)’ entre la ternura y la mala leche, ‘Juana de Arco’ y ‘Dentro y En Contra’.
Cerró la noche con ‘Solan de Cabras’ a petición de los que estábamos allí sin querer dejarle marchar aunque nos espetara: “llevamos casi una hora, me tengo que ir, yo no me lo paso tan bien».
Lo mejor del concierto: el cerebro del sr. Criminal que no para de centrifugar y crear para ejecutar un directo con un sonido impecable y sus contagiosas ganas de pasarlo bien, y la reflexión que nos regaló con la que se fue feliz de la Sala Sol: «Hay mucha gente, más de la que pensaba y eso significa algo, no sé el qué pero un día lo averiguaré».
Lorena M.
Redacción