Primera parada de la gira de Syd de Palma presentando ‘El Lugar de Arder’
Lo que presenciamos quienes acudimos el pasado viernes a Sala Vesta fue algo extraordinario en forma y fondo. Dos artistas, nada convencionales, sobre el escenario sacaron adelante su show y lograron conquistarnos a un reducido público que escogimos este plan para saludar el fin de semana en la capital porque queríamos dejarnos llevar y sorprendernos por algo distinto.
Bune defendió su única fecha, por el momento, teloneando a Syd DePalma, que comenzaba en Madrid una mini gira de tres conciertos que le llevarán además hasta Barcelona y Valencia para presentar su último trabajo ‘El Lugar de Arder’ (2023).
Bune es el alter ego de Bruno, un chaval de 20 años que lleva haciendo música desde hace cinco, pese a que no tiene formación musical. En sus inicios producía temas de ambient, citando como influencia a Croatian Amor en sus trabajos. También menciona como gran referente de su música al grupo estadounidense de electrónica witch-house, Salem. En la actualidad, la etiqueta que utiliza para definir su música es la de pop gótico industrial. El año pasado fue uno de los talentos emergentes de Radar Joven.
Le bastaron cuarenta minutos para montar de la nada una rave que fue in crescendo hasta explotar en su última canción que sobre todo fue disfrutadísima en la primera fila.
Destacamos ‘Salem’, colaboración con Adrián Bremner quien era uno de los presentes anoche y al que Bune dirigió su agradecimiento diciendo que «es la canción más guay del single», e ‘Iris’, con la icónica frase juntos hasta que se acabe el speed, ambas composiciones sacadas de su EP ‘Muerte 2002’ (2023).
Y en pocos segundos pasamos de experimentar la sensación de poder estar en un tugurio abandonado del Londres de los años 50, a meternos sin casi anestesia en la bruma de los escenarios nocturnos de una película de David Lynch.
Syd DePalma, afincado en Madrid, publicó hace apenas un mes su primer largo ‘El Lugar de Arder’, con el que se embarca en un viaje emocional en busca de la libertad y la pasión, donde explora la cadencia del miedo al amor, el correr delante del pasado sin dejar que nos alcance. El disco adquiere una dimensión etérea que juega con un balance de ritmos, llevando al oyente por noches que se convierten en días; un viaje por parajes remotos. Un relato apaisado donde los sonidos se estiran en el tiempo, creando una atmósfera de tensión única e irrepetible
Este último trabajo viene precedido de los tres adelantos que aparecen en él: ‘Cielo Quemao’, ‘De la Isla’ y ‘Amargor’, y el EP ‘Blanco Sombra’ (2022).
Dio comienzo, como en el disco, con ‘La Uno’ en la que ya se apreció la dimensión etérea del disco, que juega con un balance de ritmos, llevando al oyente por noches que se convierten en días; un viaje por parajes remotos.
Siguió con ‘El Patio’ y se mimetizó con su guitarra para volar a otros sitios aporreándola con potente fragilidad. Y el relato apaisado donde los sonidos se estiran en el tiempo, creando una atmósfera de tensión única e irrepetible, estuvo presente en todos los temas que fue desgranando de ‘El Lugar de Arder’.
Destacamos cuando Milton Castellar, la persona que está detrás de Syd DePalma, cogió entre sus manos el saxo dejándonos a todos atónitos y se sumergió en un mar de psicodelia y oscuridad hasta salir hacia la luz más pura. Era perfecto para entrar en ese estado de trance crepuscular relajado mientras hace su efecto la cerveza que entra en nuestro cuerpo. Ojo porque no es usual esta llamativa forma de enfrentarse a un público, con un instrumento difícil de encontrarnos en el circuito indie y que proyecta el alcance y singularidad que quiere dar a su proyecto.
Syd DePalma optó por una performance en la que no hubo ningún tipo de saludo o alusión al público, metido en su propia burbuja de instrumentos y cacharritos que toqueteaba y de los que salía todo el ambiente característico de su disco y terminó tan abruptamente como empezó. Pero fue un viaje diferente, imposible de olvidar.
Lorena M.
Redacción