Varonas

El pequeño gran festival que hace las delicias de su público

Confieso una vez más mi debilidad por los festivales gallegos pero creo que se puede ser objetivo a este respecto porque a cada cita se reafirma más el buen hacer de estos titanes que se preocupan de que público y artistas estén a gusto y el Osa do Mar no iba a ser una excepción.

A punto de celebrar sus diez años de historia gracias a la asociación cultural Fanto Fantini, el Osa do Mar de Burela es la excusa perfecta para darse la escapada a la Mariña Lucense y reconciliarse con el concepto de ‘festival’ del que tanto se habla, sin que esa ‘cultura de festival’ signifique perderse los conciertos en colas, conversaciones interminables en las primeras filas o los temidos solapes que nos han hecho sudar a más de uno en otros lugares.

Para que uno pueda venir de regreso a casa con tan buen sabor de boca se juntan dos ingredientes esenciales: un cartel prometedor con una experiencia gustosa. En cuanto al primero, hay que reconocer una vez más al Osa do Mar, como a otros certámenes hermanos como el Prestoso Fest de Asturias, la conjunción perfecta entre artistas nacionales de renombre con apuestas locales que invitan al descubrimiento, algo que los más melómanos siempre estamos dispuestos a degustar.

Sobre la experiencia en sí, no cabe duda de que cualquiera firmaría por las comodidades que se nos brindaron el pasado fin de semana en Burela: ninguna cola para el acceso ni para las barras, baños suficientes (e impolutos) para el aforo, mesas y bancos a disposición del público con posibilidad de traer comida de cualquier sitio (también un agradecimiento aquí a los establecimientos locales colaboradores) y una bendita carpa que nos salvó del diluvio universal en algunos momentos clave sin dejar por ello de bailar y disfrutar.

En aquellos pequeños parones en que en el escenario principal se procedía al cambio de instrumentos, hubo grandes momentos amenizados por Grande Osso y Eme DJ que no solo mantuvieron el nivel anímico de todos los asistentes sino que regalaron buenos recuerdos como colofón de ambos días del festival. Hasta el tiempo, que hizo estragos en otros puntos del país durante el mismo fin de semana a través de una rabiosa dana, fue amable con Osa do Mar haciendo palpable el dicho de ‘se chove, que chova‘ y permitió que los conciertos se celebraran con paraguas y chubasqueros sin perder la ilusión.

Dicho todo esto, vayamos al grano (musical). El viernes fue un gran día y fue el día de las mujeres con un cartel impecable: estuvieron shego derrochando juventud y seguridad con el maravilloso cameo de Zahara (que vendría después); el grupo punk madrileño han publicado este año su primer LP ‘Suerte, chica’ y tienen unas tablas en directo que ya las quisiéramos muchos. Además, son uno de los referentes feministas que tanta falta nos hacen dentro y fuera de la música.

Con tamaño subidón, llegaban Fillas de Cassandra, una de las grandes sorpresas de esta jornada. El dúo gallego juntó música tradicional con electrónica y pop en un espectáculo sin tacha. Muy recomendable su álbum ‘Acrópole’ (2023) para iniciarse sin miedo en una tendencia cada vez más frecuente de recuperar el folclore local con los pies en el presente. Su directo no dejó indiferente a nadie, ni siquiera a _juno, que vinieron detrás prácticamente disculpándose.

Y es que la propuesta del proyecto musical de Zahara y Martí Perarnau IV fue mucho más intimista que sus predecesores sobre el escenario de Osa do Mar, pero no por ello menos interesante. Otro disco de este año que saborear (‘_BCN747’) que presentaron en directo y donde Zahara mostró que Perarnau ha sido un gran maestro con los sintes mientras que ella le ha dado aún más calado a la música de éste: la perfecta simbiosis de dos artistas que han crecido juntos.

Sábado fue sinónimo de variedad: primero con la sesión ‘bearmouth’ a cargo primero de Catuxa Salom, artista gallega de raíces argentinas que combina música tradicional con ritmos electrónicos, latinoamericanos y lo que se tercie. Llegó el turno de Ángel Stanich y músicos y, pese a la lluvia que se volvió incesante durante prácticamente todo su concierto, aguantaron estoicos público y banda en uno de los conciertos más energizantes de la edición. ‘Polvo de Battiato’ (2021) sigue la estela de sus trabajos anteriores en cuanto a calidad se refiere, y aunque el propio Stanich haya rebajado el aura de misticismo del que «no concede entrevistas» sigue siendo un artista entrañable con el que bailar en una de sus escapadas cada vez que baja con el público y al que agradecer que se moje (esta vez en sentido figurado pero también real, porque la lluvia no tuvo piedad con él) cada vez que la actualidad lo requiere, como con el actual caso Rubiales en estos versos adaptados para la ocasión que sonaron antes en el festival Gigante pero también en la cita gallega:

«Mujer que aún tienes que aguantar el déjate querer, la chulería en la victoria…».

De vuelta por la noche al escenario principal, el mal tiempo dio una tregua momentánea que saboreamos ávidamente para disfrutar primero de otro buque insignia de la escena madrileña actual, La Paloma, cuyo último trabajo ‘Todavía no’ está entre los más celebrados de este año. Pero que nos permitan los madrileños destacar al que sin duda es uno de los artistas más queridos y que jugaba en casa: Xoel López. No cabía dudas de que su directo sería uno de los platos fuertes y a algunos nos permitió quitarnos la espina de una mala experiencia anterior durante el punto álgido de la pandemia, cuando los conciertos habían de ser sentados y separados como quien va a hacer un examen (una batallita para contar a los nietos, algún día). La música de Xoel fue sinónimo de celebración colectiva, y si de algo saben los gallegos es de verbena y de sentimiento, un modo de celebrar la vida que sabe a más.

Cuando todos levitábamos tras su gran concierto, llegaron por partida doble las ganas de bailar con Carlangas pero también la fatalidad meteorológica. A punto estuvimos de quedarnos sin concierto por el estado de salud del artista y por el diluvio que cayó, pero al final quedó todo en un concierto más corto de lo deseado a modo de verbena bajo la carpa con menos canciones de su primer trabajo homónimo en solitario de lo esperado y con guiños al público gallego (es irresistible barrer para casa). Ojalá una oportunidad pronto de verlo explayándose pero desde luego fue el fin de fiesta más apocalíptico que hubiéramos soñado, refugiados como pollos bajo la carpa bailando ‘Verbena’ de Novedades Carminha mientras el mundo, allá fuera, caía torrencialmente.

El año que viene cumple 10 años y no nos cabe duda de que la celebración estará a la altura de un festival que ha apostado por mezclar estilos, ofrecer un cartel atractivo mezcla de grupos emergentes y otros más conocidos y cuidar de su público. Y esperamos que por muchos años más.

 

 

Redacción El Perfil de la Tostada

Redacción El Perfil de la Tostada