Fotografía: Amaral durante su actuación. / Javier Peinador
El mítico festival residente en Aranda de Duero logró reunir un total de 150.000 personas y dejó momentos inolvidables con actuaciones musicales de gran calibre y experiencias que la convirtieron en una edición para la historia
Corrían las doce de la mañana de un miércoles 9 de agosto y no era un día cualquiera: arrancaba una nueva edición del Sonorama y se notaba en la emoción de aquella enorme marabunta de gente que entraba al camping para establecer lo que sería su pequeño hogar en estas cinco frenéticas jornadas.
Era mi primer Sonorama y mi primera vez en un camping, pero todos los miedos que pudiese tener se quitaron al ver el ambiente familiar que había y la predisposición de la gente a pasárselo bien y a disfrutar con los demás. Fuera el miedo solo quedaba la emoción por ver a mis artistas favoritos, la curiosidad por descubrir muchos otros y el amor por los amigos con los que iba a compartir esta experiencia, porque de eso se trata la música.
Valoro muy positivamente la experiencia que tuve en esta edición, pues escribo esto con una resaca emocional del copón y una alegría inmensa por todos los recuerdos bonitos que se quedarán para toda la vida. Sobrevivir en el camping merece la pena por ser parte de momentos históricos de nuestra música como el concierto de Amaral y su gesto de revolución, que paró el tiempo para decir «aquí estoy yo y todas las mujeres», reivindicando la dignidad de la desnudez del cuerpo femenino ante la censura de mentes retrógradas y escandalizadas que hacen que sea necesario volver a luchar por algo que se daba por hecho.
Ya asentado en el camping, me acerqué al recinto para estrenarme con el concierto de Jimena Amarillo. El sol caía y la afluencia era mucho menor que lo que se vio por la noche, pero guardo muy buen recuerdo por el buen rollo que transmitió y lo que nos hizo disfrutar ella y su banda (paréntesis para elogiar el talento polifacético de Eva). Con esta primera toma de contacto me di cuenta de lo bien preparado que estaba el recinto (accesibilidad, baños, puestos de comida y bebida, lugar de los escenarios…) y del buen sonido que tenía el escenario Tierra de Sabor y la cantidad de medios con los que contaba, algo que confirmé con el show de Dillom. El argentino era uno de los artistas que más ganas tenía que ver y me sorprendió por lo diferente que era su propuesta a los demás nombres del festival, derrochando un estilo único que ganaba mucha fuerza con la banda que le acompañaba. La noche finalizó con Cupido, que llenó de amor y energía el escenario y conquistó a todos, un público donde reinaron los besos (kiss cam incluida), los abrazos, los bailes y los llantos con un temazo tan precioso como lo es ‘La Pared’.
El jueves tocaba levantarse pronto para acercarse a Aranda, pues el Sonorama es un festival muy involucrado con el lugar donde se celebra, lo que le da mucho valor cultural y social. En estas fechas la ciudad se llena vida y la gente se dispara indiscriminadamente con pistolas de agua (nada mal para el calor). El aluvión de asistentes se reúne en la mitiquísima Plaza del Trigo, un emblema del festival donde se dan conciertos que se hacen uno con el municipio. Un punto negativo es que muchas veces se hacía imposible acceder a la plaza por la cantidad de aforo que se registraba.
De vuelta al recinto se pudo notar uno de los atractivos del Sonorama, explorar otras músicas además del indie. Así, pudimos ver el contraste entre artistas icónicos como Xoel López, El Drogas o León Benavente y el rap de Ayax y Prok o el pop electrónico de Miss Caffeina, que siempre nos hace bailar hasta quemar toda caloría existente en nuestro cuerpo.
El viernes llegó uno de los platos fuertes del cartel y por lo que muchos estaban esperando este día: Carolina Durante. Las cuatro de la mañana hora española no era momento de dormir en Aranda, las luces del escenario se tornaron en rojo pasión y allí apareció el grupo madrileño, dispuesto a partir la pana un día más y revolucionar al público con su energía electrizante. Todo eran pogos y gritos y el público no paraba quieto un segundo, intentando replicar los movimientos patentados por Diego Ibáñez en el escenario.
El bajo de Martín retumbaba en el pavimento y en nuestras cajas torácicas (yo feliz por mi condición de bajista), Mario lanzó varias veces el micro al público para que fuese partícipe y Juan dio cátedra a la batería una vez más. Las canciones se sucedían una tras otra sin respiro y llamaron la atención temas como ’10’ (por la aparición de pelotas de fútbol gigantes), el guiño a Amaral con la versión de ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’ y el himno ‘El parque de las balas’.
Fotografía: Diego Ibáñez con el público. / Gloria NM
El penúltimo día tocaba seguir con la energía que quedaba de anoche y qué mejor que recuperar fuerzas con Alizzz. Por un momento Sonorama se convirtió en una macropista de baile, todo eran sonrisas y movimientos que seguían el ritmo de un bajo que sonaba como los ángeles. Desde luego uno de los proyectos más interesantes que pisaron el festival, con temas tan jugosos como ‘Siempre igual’ o ‘Ya no siento nada’. Conciertazo tras conciertazo llegó Wilco para darnos una dosis de complejidad y riqueza musical, con unas guitarras que te hacían disfrutar como si fueses tú el que estuviese tocando.
Eva Amaral decidió sorprender a todos y hacer un gesto que ya es historia viva de la música española y de este festival mientras cantaba ‘Revolución’
Cómo hablar de que 35.000 almas se reunieron uno de estos días de verano en el Sonorama, abarrotando los dos escenarios principales para ver a una de las bandas más importantes de la música española. Cuántas veces habremos escuchado esas canciones de Amaral que nuestros padres nos ponían en el coche y que se quedaron en nuestra memoria de forma inconsciente. El grupo zaragozano aparecía en el escenario de manera heroica, vitoreado por un público rendido a sus pies y deseoso de gritar a viva voz esa letras tan memorables. La celebración de sus 25 años no merecía otra cosa y la nostalgia y la emoción invadió los corazones de la gente, que no daba crédito a lo que estaba viviendo. Temas gigantes como ‘El universo sobre mi’ o ‘Sin ti no soy nada’ se celebraron a muerte y tras ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’, Eva decidió sorprender a todos y hacer un gesto que ya es historia viva de la música española y de este festival. Mientras cantaba ‘Revolución’ no podía pensar en otra cosa que en la suerte que tenía de haber vivido esto y en lo enorme que es Eva, pues gracias a ella quedó demostrado que lucharemos siempre por los derechos de la mujer, sin miedo a nada ni a lo que digan por ahí.
Los conciertos de Arde Bogotá y Ojete Calor dieron el broche de oro a una noche de cinco estrellas, emoción y felicidad a flor de piel.
El último día pudimos ver a unos The Parrots entregados y con una sonoridad muy cuidada (viva el saxofón) y un Rodrigo Cuevas rebosante de carisma (como ya comprobamos recientemente en el Prestoso Fest) que se comió el escenario y encandiló al público con su romería y defensa del folclore, acompañado de unos músicos fantásticos.
Falta todavía un año y todavía me estoy recuperando de los estragos de una semana intensa, pero una cosa está clara, quiero repetir. Nos vemos pronto Sonorama Ribera 2024.
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Álvaro Espinosa
Redacción