Foto: Isabel Wagemann
El libro de Isabel Jiménez y Carolina Prada es la excusa perfecta para llenar de clásicos tu playlist
Pocas cosas habrá más disfrutables para un melómano que compartir sus listas de canciones favoritas con otros de su especie y también es una especie de voyeurismo musical saber qué escuchan otros colegas. El libro ‘Canciones de buen rollo’ publicado por las periodistas Isabel Jiménez Moya y Carolina Prada Seijas rebosa sentido del humor y se define como «libro generacional» porque es casi imposible evitar referencias de grupos que nos han marcado durante la juventud. Al final, la música conforma nuestra biografía. Porque hay cosas que siempre marcan, como haber pasado por la facultad más fea de Madrid (al igual que ellas) o vivir de una profesión incierta… Pero las canciones siempre se mantienen como algo sagrado.
Desde su blog Canciones de buen Rollo publicado en 2011 hasta ahora ha llovido un rato. Ahora es momento de seguir disfrutando con un libro ameno, que invita al redescubrimiento y que nos sugiere repasar sus propias anécdotas para recordar las nuestras. Lectura de verano más que recomendada. Las autoras nos han brindado la oportunidad de charlar un rato para conocer un poco más a fondo este trabajo:
¿Cómo surgió vuestro blog y en qué momento decidisteis que era momento de pasar todo eso a un libro?
Isabel Jiménez: Canciones de Buen Rollo surge de una catarsis vital como un proyecto colaborativo a través de un grupo de Facebook en el que nos juntamos para compartir música que nos hiciera sentir bien. Al poco tiempo, vi la necesidad de transformar todo aquel caos de temazos en un blog, un año después se unió Carol y así llevamos desde hace más de una década.
Carolina Prada: En pleno confinamiento, cuando estábamos todos muy necesitados de ánimo, a nuestro editor, Ramiro Domínguez, se le ocurrió que era el momento para lanzar un libro optimista sobre canciones que pueden hacerte la vida más feliz. Nos pareció una gran idea y nos pusimos manos a la obra, con el blog como punto de partida, aunque terminamos transformando los textos casi por completo y escribiendo unos cuantos inéditos.
La obra está dividida en varias secciones. ¿Cómo decidisteis la estructura? ¿Os habíais planteado otras alternativas?
CP: Estuvimos mucho tiempo pensando en cómo darle una forma coherente y con sentido a todas esas canciones que teníamos entre manos. Nos costó lo nuestro llegar a esta estructura de canciones que encajan en una situación anímica determinada. Aunque realmente, si te fijas, hay muchas que podrían estar perfectamente en otro capítulo.
IJ: Cada capítulo agrupa un racimo de canciones que responden a una necesidad vital: reponerse de una ruptura amorosa, sobrellevar un despido o una enfermedad, convivir con el estrés o con la rutina, enfrentarse a una crisis de autoestima, prepararse para una rebelión o simplemente empezar la jornada con energía. Todas son situaciones perfectamente extrapolables al común de los mortales.
¿Creéis que la forma de consumir música ha cambiado -no tanto en formato sino en la forma de apreciarla-?
CP: Mi percepción personal es que antes, cuando me compraba un disco o un CD, les sacaba mucho más jugo. Para empezar, porque no podía comprarme todos los que quería, tenía menos música a mi alcance que ahora. Entonces el que caía en mis manos lo escuchaba una y otra vez, de principio a fin, me leía el libreto hasta que me aprendía todas las canciones… Era un ritual en el que tenía puestos los cinco sentidos, no hacía otras cosas a la vez (como mucho, dibujar). Ahora le dedico mucho menos tiempo a ese ritual (y lo echo de menos) y les presto menos atención a las letras, porque normalmente escucho música a la vez que hago otras actividades.
IJ: Pues yo creo que salvo diferencias más bien superficiales el disfrute de la música es muy similar. Los que antes se enganchaban a un tema y lo escuchaban una y otra vez, investigaban al artista y se hacían con toda su discografía si les cuadraba, ahora lo siguen haciendo, con menor esfuerzo y de forma más económica. Y el que se conformaba con escuchar lo que le ponían en la radio o en los bares lo sigue haciendo.
De aquellas cintas de cassette a Spotify… ¿cómo os ha cambiado a vosotras la tecnología a la hora de consumir música?
CP: Enlazo con lo que decía en mi respuesta anterior. Aunque yo sigo siendo muy fan del vinilo, soy también usuaria de Spotify y admito que este tipo de plataformas han supuesto una revolución, han ampliado de una manera bestial el acceso a la música. ¡Lo que habría dado yo con 15 años por tener a mi alcance todas las canciones que se me antojaran! Lo que echo en falta en estas plataformas es un sistema justo de remuneración para los músicos por la reproducción de sus obras, y también que los usuarios entendamos que hay que pagar a los artistas por su trabajo.
IJ: A mí que siempre me ha gustado mucho eso de compartir canciones (esa es la esencia de CBR en realidad), las redes sociales -incluyendo Spotify- han venido a facilitarme el proceso. Puede que se valorase más una casete grabada y customizada a mano con cariño que que te envíen un enlace por Whatsapp al móvil en menos de 15 segundos, pero lo cierto es que al final se tiene más en cuenta al emisor que toda la parafernalia. Como siempre, lo que importa es la intención.
¿Se corre el riesgo de volverse un nostálgico por ser un melómano o no está reñido con las nuevas tendencias?
CP: No debería estar reñido. Es importante tener los oídos abiertos a la novedad, porque si no, te pierdes a grupos muy buenos. Sí que es verdad que las personas de una determinada edad somos muy dadas a ese rollo de “en mis tiempos sí que había buena música, no como la de ahora”, jajaja… Pero también le diría a la gente más joven que escarbe en la música de otras décadas, para que se de cuenta de hasta qué punto todo está inventado.
IJ: ¡Para nada! Yo creo que facilitar el acceso a la música nunca puede ser malo. Está muy bien la liturgia en torno al vinilo, a las casetes, a la MTV, pero se puede ser melómano con YouTube. No creo que haya que obligarse a nada con la música, ni a escuchar lo nuevo ni lo antiguo. La música debe ser placer.
¿Qué grupos actuales recomendaríais y por qué?
CP: Yo soy un poco clásica y siempre me terminan gustando bandas que suenan a rock añejo y a garaje sucio, jeje… Me gustan mucho Derby Motoreta’s Burrito Cachimba, Niña Coyote Eta Chico Tornado, Las Aspiradoras, Freddie Dilevi, La Perra Blanco, Kate Clover, Triángulo de Amor Bizarro, Exfan… En una vertiente distinta, me encantan Magia Bruta, Ginebras o Rodrigo Cuevas, por poner algunos ejemplos.
IJ: Últimamente me tienen enganchada las Wet Leg, potentes y buenrolleras como ellas solas. Además de algunos de los que ha mencionado Carol, me flipan León Benavente y el combo formado por Annie B Sweet y Los Estanques. Soy muy vaga para lanzarme a la búsqueda de novedades por eso confío en las recomendaciones de los buenos amigos con gran gusto musical, de profesionales como Alfonso Cardenal, Fernando Neira, David Gallardo, Carlos Pérez de Ziriza, Jesús Bombín o nuestro prologuista, Fernando Navarro, entre otros…También me dejo llevar a veces por los algoritmos de Spotify y he descubierto a gente muy interesante.
¿Qué canción os ha salvado y por qué (si se puede contar por encima)?
CP: ¡Pregunta peliaguda! Han sido muchas las que me han salvado en momentos muy distintos de mi vida. Voy a elegir (hoy) el “Alone Again Or” de Love, mi salvavidas en la época que viví en Londres, en 2013-2014. Londres era mi meca particular y me había mudado allí con toda la ilusión del mundo, pero las cosas no salieron como yo esperaba. A veces echaba muchísimo de menos a mi gente de España. En esos momentos de saudade, me pegaba unas caminatas larguísimas por la ciudad con el Forever Changes en mis auriculares y me encantaba morir de melancolía al son de “Alone Again Or”.
IJ: En el libro hablo de varios temas que me han salvado del aburrimiento, de la ansiedad, del desamor, de la convalecencia, del acoso escolar… ¡de todo! El papel sanador de la música ha sido una constante en mi vida. Uno de mis grandes batacazos vitales fue cuando me echaron del trabajo. Llevaba doce años en la empresa y no me lo esperaba, fue un shock y mi autoestima se quedó muy maltrecha. En ese momento, “Believe”, una canción de un grupo belga llamado K’s Choice, me ayudó tanto que no puedo escucharla sin emocionarme. Seguramente no la conozcáis, buscadla, es mágica.
Actualmente estamos hablando mucho del tema de macrofestivales con varios libros al respecto… ¿Cuál es el último al que habéis ido y cuál fue vuestra experiencia?
CP: No me gustan mucho los festivales, prefiero los conciertos de una sola banda y, a poder ser, en salas pequeñas. Me estresa eso de tener que ir de un escenario para otro, tardar siglos en desplazarme del recinto a casa y, además, gastarme un riñón en la entrada. Sí que he ido últimamente a algunos de pequeño formato, más amables y respetuosos con el público y bien organizados, como el Espinafest de Vega de Espinareda (León) o el Tomavistas (Madrid), en los que me lo he pasado muy bien.
IJ: No soy nada festivalera yo tampoco, lo reconozco… ¡Debe de ser la edad! Este verano vamos a presentar el libro en el Sonorama y viviré una inmersión importante. A la vuelta os cuento qué tal.
Rocío García
Redacción