Fotografía de Adrián Yuste (@adrianyrphoto)
El festival Palencia Sonora celebra su vigésima y más multitudinaria edición ante 15.000 personas.
El pasado jueves 8 de junio el festival Palencia Sonora dio el pistoletazo de salida a su vigésima edición, aunque su inicio ya se dejó sentir en las calles palentinas desde el miércoles 7, con su emblemático concierto en la fachada del bar Universonoro, bar origen de este festival.
Los conciertos en su entorno habitual, el parque del Sotillo, comenzaron con un grupo que no podía faltar en este cartel, El Naan, acompañantes en la última gira de Vetusta Morla y, ante todo, autóctonos de la capital palentina.
A ellos les siguió Queralt Lahoz que inundó todo el escenario con su característica combinación de música urbana y tradición flamenca. Y no solo fue su música la que inundó el parque, sino que una enorme tormenta quiso, de manera inútil, robarle el protagonismo y es que la andaluza no desistió y regaló a todo el público su fuerza, finalizando el concierto con unas canciones despojadas de instrumento y artificio, valiéndose solo de su voz ante la lluvia.
Pero si hablo del Palencia Sonora, no puedo hablar solo de conciertos y de artistas, con toda la grandeza que les acompaña, sino que el Palencia Sonora va mucho más allá, es el espíritu de toda una ciudad que durante cuatro días vibra en un mismo son.
La música ocupa cada plaza y cada calle y en esa dinámica amaneció el viernes, con la primera sesión de Vermú en la plaza de Pío XXII con Jaguayano, ukelele en mano y Morreo.
Con el cuerpo puesto a tono gracias a este aperitivo, llegó la hora de dirigirnos al recinto principal, inaugurado por la banda catalana Anabel Lee.
A estos les siguió el sonido reggae de Iseo & Dodosound, una dosis intensísima de Dopamina con Veintiuno, y a medida que se iba poniendo el sol, una montaña rusa se iluminaba y cobraba presencia en el escenario de al lado, símbolo acertadísimo y fiel al regalo que iban a hacer las Ginebras, uno de los nombres más esperados del cartel.
La lluvia, confirmación menos deseada del cartel, tampoco quiso perderse la atracción del grupo madrileño, pero lejos de resultar impedimento, se convirtió en un integrante más, haciendo crecer un baile sobre el lodo. Una metáfora perfecta de lo que hacen estas cuatro amigas sobre el escenario.
Tras ellas, sus queridos Niña Polaca nos transportaron a las calles de Madrid con su rock y nos devolvieron a la tierra palentina con sus característicos pogos.
Cuando apenas nos quedaba voz, llegó el turno de Sidonie, veteranos en estos escenarios y como era de esperar, desataron una celebración que dejó hasta al cielo fascinado y cesó su llanto.
El fin de la noche se acercaba pero aún rebosaba la energía entre el público y sobre todo, encima del escenario con La La Love You. Un bolo lleno de alegría y emoción ya que era la primera vez del grupo en la capital palentina, cuna de David Merino, voz y guitarra de la banda. Y así, entre los saltos y gritos que desata su ya mítico Fin del mundo, cerramos la primera jornada de conciertos en el recinto.
El sábado la ciudad despertó brillante y con el sol que merecía la sesión de Vermú que nos trajo conciertos tan especiales como el de la banda ganadora del concurso Uva Sound Demo, Drink Coco Wine (que tiene a dos palentinos entre sus integrantes) y Mamita Papaya en la Plaza Mayor.
Después, la Plaza de San Miguel, uno de los espacios más característicos de este festival, acogió, tras un cambio de última hora, a Mr. Kilombo que llenó de forma literal y metafórica el emplazamiento con su energía.
El recinto volvió a abrir sus puertas con los conciertos de Çantamarta y Ángel Stanich que terminó, como es menester, mimetizado entre un público entregado que lo vitoreó y lo alzó en volandas al grito de Mátame Camión.
Tras el cántabro, tomó el relevo Carlos Pereiro, guitarrista y voz de Novedades Carminha (disuelto en 2022), quien además de presentar su proyecto en solitario Carlangas, nos regaló varias canciones de su antiguo grupo.
Con el buenrrollismo que le caracteriza dejó al público predispuesto para uno de los conciertos más esperados de la noche: Lori Meyers. Los granadinos hicieron que el sol brillase (porque siempre brilla) en la noche y nos emborracharon de alegría, haciendo que por una hora nos olvidásemos de los complejos y diésemos rienda suelta a nuestras piernas.
A estos le siguieron los ritmos de inspiración ochentera de Margarita Quebrada y los juegos de luces inigualables de La Casa Azul, con los que nos transportamos a Shangri-la y no dejamos de saltar a la pista. El colofón de la noche lo puso La Plazuela, quienes supieron campear los problemas técnicos y transmitirnos su fusión única del flamenco y la electrónica.
Para culminar esta maravilla de fin de semana, Rayo y Los Ganglios pusieron el broche en el parque del Sotillo la mañana del domingo y el cielo, que había dado la tregua necesaria para la celebración, lloró por su final. Así pues, el vigésimo aniversario del Palencia Sonora finalizó como empezó: bailando bajo la lluvia. Y es que no hay adversidad que no sepa sobrellevar este festival.
No obstante, la experiencia del Palencia Sonora va mucho más allá de los conciertos que acabamos de narrar y es que es de apreciar toda la oferta que ofrece, creando un festival para todos los gustos, con géneros variados en su cartel, la presencia del escenario La Isla, donde la música electrónica cobra protagonismo, con verbenas y actividades para los más pequeños en las sesiones de vermú, con actividades culturales diversas entre las que se incluyen presentaciones de libros y exposiciones…
El Palencia Sonora es un festival que ha sabido crecer y reinventarse sin renunciar a su esencia y calidad , siguiendo unos horarios estrictamente puntuales y garantizando una atención rápida en las barras sin perder la sonrisa. Es un festival que pone en valor una ciudad que a muchos les parece olvidada, contando con la presencia del negocios locales en su zona market y de restauración, construyendo así una personalidad única.
Una cita con la música que nace del cariño y la pasión de los que lo alimentan y eso es lo que hace que seas de donde seas y vengas de dónde vengas, quieras dejar tu cepillo de dientes y volver.
Porque el Palencia Sonora siempre será jugar en casa.
Elena de la Fuente
Redacción