Las dos artistas compartieron escenario en una noche muy especial
Pocas veces se da la oportunidad de disfrutar de dos voces que se abren en canal y nos regalan ese escalofrío que recorre nuestro cuerpo desde la nuca hasta donde termina la espalda porque acabamos de sentir toda su emoción proyectada desde el escenario. El pasado 12 de abril, en un Café Berlín lleno hasta los topes, María de la Flor y María Rodés compartieron con nosotros el regalo de ser los primeros en escuchar en directo sus nuevos trabajos. María de la Flor confesó que era la primera vez que presentaba ‘Hilanderas’ en su Madrid natal.
El primer álbum de María de la Flor recoge y sintetiza algunas de las fuerzas que vienen agitando el espectro cultural de nuestro país en los últimos tiempos, la tradición como punto de partida o de llegada. Demostró, frente a un público que aplaudía con fervor cada una de las composiciones, garra y sentimiento con ese disparo de luz que es su voz y un saber estar en el escenario de alguien con una carrera más longeva.
Primero llegó el turno de María de la Flor. Estuvo acompañada por Milena Grushkevych, viola; Violeta Veinte, violín; Helena Martínez, cello y Esther Muñoz, violín, desplegando su nuevo directo en formato cuerdas que enredan y atrapan en una hora de concierto que se hizo corto, pues esta apasionada del violín tiene la capacidad de hipnotizar. Como nota anecdótica, salió al escenario descalza.
‘Hilanderas’ sonó en Café Berlín solemne y cálido comenzando con ‘Naves’ y continuó con su single de 2021 ‘Silla Vacía’. Cuando llegó el turno de ‘Migajas de azul’ reconoció que era su canción favorita del disco. Escrita la última, representa las luces y sombra de este álbum. En ‘El enemigo’ el público se animó a cantar, y en ‘La Reina Ley’ invitó al escenario a La Pena para interpretarla junto a ella como en el álbum y fue un momento muy especial.
Dos momentos emotivos tuvieron el denominador común de la familia: cuando dedicó ‘Dice la abuela’ a sus abuelas que estaban entre el público y cuando dedicó el concierto a sus padres «quienes me enseñaron a vivir la vida con alegría», exclamó.
La cantante madrileña que defiende los matices y la personalidad de una voz frente al perfeccionismo de la nueva tecnología llegó casi al final de su velada con ‘Vidrieritas’ recogido en su primer EP ‘Temple’ demostrando, pese a su edad, un profundo respeto y admiración por la tradición desde los inicios de su carrera apostando por las formas y la estética de ese sonido tan arraigado en nuestra cultura.
Ir a un concierto de María Rodés es un viaje inmersivo a las profundidades del dolor, el silencio y el desamor. Nadie como ella toca las teclas perfectas, nadie como ella ejecuta el lápiz sobre el papel de manera tan precisa para describir lo que se siente cuando tienes miedo a amar, o la tristeza cuando algo acaba.
En 2020, a vísperas de lo que sería la mayor prueba de resiliencia a la que nos hemos enfrentado como humanidad, María ofreció un concierto en el Apolo de Barcelona donde el protagonista fue su trabajo ‘Lilith’ al que asistimos y te contamos. Esta vez, presentaba ‘Fuimos los dos’, álbum que nació en el confinamiento.
Para no subirse por las paredes de su piso de 40 metros cuadrados comenzó a hacer canciones, tenían una duración pequeña porque hacía una canción por día y así mataba la ansiedad y el aburrimiento impuestos. Trece de aquellas canciones conforman este álbum, séptimo en su carrera y primero junto a Elefant Records, que se define como su personal visión sobre el final de las relaciones amorosas y el trabajo más íntimo de esta cantautora barcelonesa.
El álbum se grabó con las guitarras y el charango de Isabelle Laudenbach y Marina Tomás y con el chelo de Marta Roma, quienes la acompañaron (también a los coros y percusión) en el escenario del Café Berlín comenzando puntualmente tras una prueba de sonido improvisada.
Sentada y protegida por su guitarra en algunos de los temas su presencia serena llenaba el lugar. En directo, los instrumentos de cuerda refuerzan su sonido grabado en estudio. Prueba de ello la tenemos en ‘Se nos fue la Luz’, en la que podemos dar fe del potencial vocal de Rodés o ‘Creo que no soy yo’, uno de los dos singles fuera del último trabajo, el otro fue ‘Flor del Mal’ rescatado de su personal homenaje a la copla. Ambas canciones no desentonaron con la temática de desamor lumínico de la velada.
La desoladora ‘Ay Soledad’, la más descriptiva de aquel tiempo en el que todo parecía desaparecer, abrió la noche para María Rodés y nos adentró en el relato de una historia de amor que poco a poco va muriendo para terminar durante el confinamiento.
Nos regaló tintes de su propio confinamiento. Textualmente en ‘Algo que pudo ser’. Confesando que se obsesionó con el mar, no estaba cerca de su Barcelona y ‘Oasis’ nació de ese deseo de volver a estar allí oliendo las olas del Mediterráneo.
También confirmó de forma divertida que robó inconscientemente a Tulsa la frase «te voy a querer igual» para darle título al octavo corte de ‘Fuimos los dos’. Y confirmó que ‘La Verdad’ es la canción de desamor por excelencia del disco porque que te digan «te quiero» al comienzo de una relación da miedo.
«Hay que poner humor a la tragedia», espetaba para presentar ‘Prefiero no decir nada’ en donde surgen las dudas entre decir o no algo cuando la cuerda está a punto de romperse. «Prefiero no decir nada por si lo empeoro», concluía con natural simpatía.
Aunque la temática narrativa de María tiende hacia el dolor y el duelo, también hubo un recuerdo para aquellos amantes que vivieron por separado aquellos días sin tener final trágico en ‘Salgamos juntos al Jardín’ a los que se la dedicó.
Era la primera vez que tocaban el álbum y se hizo patente aunque no desentonó en conjunto. Pidió que le subieran la voz y le pusieran rever en la preciosa ‘Soltar las Armas’ tras parar a los pocos segundos y volver a empezar porque no estaba cómoda en ella. Se lamentó un par de veces de no escuchar bien el teclado desde el escenario pidiendo que lo subieran y volvió a dirigirse al técnico de sonido en ‘Recordarte’ retomándola desde el principio.“Es la primera vez que tocamos el disco en directo y hay que ejercitar” se excusaba. Estos momentos imperfectos suman en un directo, crean un espacio que humaniza todavía más al artista y se le admira por la reacción que elige para salir del paso.
‘Fuimos los dos’ es un álbum triste pero real. Esta definición escueta y precisa se puede extrapolar también al single homónimo, un inconmensurable ejercicio de composición y hermosa estética melódica con la que finalizó la noche. María tenía pensada otra canción más pero el tiempo no estuvo a su favor, no estuvo a nuestro favor porque a pesar de que el público pedimos ese bis, no pudo ser. “Para la próxima vez que nos volvamos a ver”, prometió entre aplausos y vítores de «otra, otra».
Lorena M.
Redacción