Jack Daniels, Make it count Session
La noche del jueves tuvo una combinación curiosa. Suave y dulce al principio; fuerte y agitada al final. Ambas bandas traían propuestas en las que lo instrumental es, como poco, igual de protagonista que la voz; y además, ambas sabían comunicar el espíritu de su propuesta. El resultado sin embargo, fue contrastante.
Bernarda es hipnotizante. Sus melodías, los sintetizadores envolventes, las voces con coros eventualmente procesados y el aura de jazz que lo acompaña te atrapa. Temas como ‘Baby, te dejo por mí’ o ‘Mi chica’ mecían a la sala; alternados con canciones como “’Q’ o ‘Mi amor por ti’ ponían a las parejas o a los más atrevidos a bailar. Su actuación fue como una live session de jazz que eventualmente quería viajar al punk con temas como ‘Un amor de verano’, la que fue el indiscutible peak de su performance.
No todo se debía a los instrumentos, es verdad; las canciones de Bernarda son como ganchos; pegadizas y con los arreglos justos, sin que sobre ni falte.
Si bien, el cantante sabe desenvolverse como frontman, es posible que el público hubiese esperado una interpretación diferente. La actitud de la sala que oía a Bernarda no tenía nada que ver con la actitud de los que oían a Diamante negro tres cuartos de hora después, y me refiero a las mismas personas. Esto no solo se debe al estilo de cada uno, el primero más bossa nova y jazz y el segundo más rock y sucio; sino también en la intensidad de ambas propuestas.
Diamante negro es fuerte y distorsionado. Sus guitarras distorsionadas y voces rasgadas combinadas con letras sobre la experiencia de frustración millenial crean una atmósfera distinta a las canciones sobre amor y desamor.
Desde el principio el público se preparaba para la energía y caos de los pogos. Pasaron por varios temas de su discografía: ‘Vista desde la ventana Le Gras’, ‘Futuro Incierto’, ‘Poliamor’ u ‘Olvídate de mí’. Si el movimiento del público indicase los puntos clave del concierto, ‘Luz de gas’ y ‘Club caribe’ serían igual de cumbres y memorables.
Obviando la diferencia, el evento promocionado por Jack Daniels tuvo calidad. El sonido era claro, nítido; tanto al principio cuando la voz se mezclaba con el sintetizador y el saxofón como al final cuando se debía notar la aspereza y el bombo; la iluminación acompañaba e incluso formaba la atmósfera adecuada para cada canción. Una producción a la que aspiraría cualquier sala.
Sin duda, esto no será algo que olvidemos pronto.
Aztor Ramírez
Redacción