
La colaboración de los dos músicos llevó su trabajo de estudio a la sala literalmente en una actuación tan correcta como falta de mordiente
¿Sabías que la música experimental tiene sus orígenes a mediados del siglo pasado y que uno de los padres de esta práctica e, incluso, de la música electrónica nació en… 1912? Estamos hablando de John Cage, quien, para definirla, hablaba de «sonidos que han sido escritos y sonidos que no lo han sido«.
Teniendo en cuenta los orígenes de esta práctica musical, el trabajo con el que Panda Bear y Sonic Boom, dos emblemas de la experimentación sonora en las últimas décadas, desahogaron sus cuitas durante la pandemia, cobra todo el sentido y cumple con el canon tan brillantemente descrito por Cage: un disco de música electrónica inspirado y basado en parte de su colección de canciones de los 50 y 60 (‘Reset’, 2022).
Atraídos por un trabajo más que interesante, nos acercamos al remozado Teatro Eslava (ese céntrico local antiguamente conocido como Joy Eslava) el pasado miércoles 8 de febrero a ver cómo trasladaba el dúo ese intenso y elegante trabajo de estudio a un escenario.
Calentó motores otra pareja, Magia Bruta, cuya actuación plena de energía sorprendió gratamente a los espectadores que, en su tramo final, ya abarrotaban la sala revestida por su esplendoroso traje nuevo: áulica estética y sonido esplendoroso, con la sola mácula de la pérdida de visibilidad de su escenario, producto de la eliminación del antiguo foso.
Una remodelación que, por desgracia, favorece a aquellos postureros que acuden a los eventos en pos de la foto del “Insta” y sin otro ánimo que pasear el palmito por todo el recinto mientras charlan ajenos a la banda o solista de turno.
Pasadas las nueve y media de la noche, saltaron al ruedo los dos músicos y ofrecieron una experiencia en vivo hipnótica, de aire lisérgico, apoyados por los psicodélicos visuales sobre esa flamante e inmensa pantalla que remata ahora el escenario. Desde el primer momento, el público se vio transportado a un mundo de sonidos experimentales y alucinógenos producto de la combinación de la electrónica innovadora de Panda Bear y la psicodelia krautrock de Sonic Boom.
No obstante, el recital fue breve y algo escaso: apenas una hora de duración, limitado a la reproducción de las canciones del disco en riguroso orden, con el añadido de sendos temas de sus respectivas carreras en solitario como colofón.
Sin apoyo de instrumentos externos, tan solo la voz de Panda Bear nos recordó que estábamos en un espectáculo en vivo y se echó de menos algo que ayudara a conectar con la audiencia y alterara el ritmo de un concierto en el que solo ‘Livin’ in the air’ nos transportó por unos minutos a un club nocturno.
Una faena de aliño que, sin dejar huella, satisfizo a la audiencia y permitió pasar un rato agradable en compañía de una de esas propuestas que le añaden un toque de innovación al entorno musical.

Yago Hernández
Redacción