Autor de la imagen: Fernando Maquieira
Un recorrido por la autenticidad de un compositor que supone un «ajuste de cuentas emocional» con su obra
Acercarse a la obra y persona de Quique González a través del último libro de Arancha Moreno es impregnarse de su espíritu de lealtad que le ha llevado a trazar una trayectoria singular, alejada quizá de un mayor éxito de ventas, promoción o brillo a veces impostado a base de talonario; pero a cambio, ha ganado a pulso un grupo selecto de seguidores más firmes y un respeto de público y músicos innegable y necesario. Más minoritario pero fieles, orgullosos y cercanos. No son un número de followers ni de ‘me gustas’: son personas con nombre y apellidos que podrían hablar de González con el calor de una familia elegida.
Las páginas de ‘Quque González: conversaciones’ (Efe Eme, 2022) destilan en varias ocasiones un aire quijotesco donde se ha de defender el mundo en el que crees por encima de molinos hechos discográficas. Pero también un amor profuso por una profesión que se entremezcla con un modo de vida. A veces diríase que se vive con cierto grado de realismo rayando el derrotismo, como cuando el artista habla de que sigue entendiendo los discos «a la manera antigua, como concepto» frente a un mundo actual donde la necesidad de novedad ha derivado en una vorágine de singles: «Ahora llega un chaval a Warner, o a Sony, y seguro que no le ofrecen grabar cuatro discos, sino preparar cuarenta canciones (…) en tres años. (…) No creo que sea bueno meterle una presión así a alguien que empieza», confiesa en este libro.
Las palabras recogidas en la última obra de la periodista son la oportunidad de visitar a Quique González a Cantabria de su mano, tomarse un café tranquilamente junto a ellos y actuar de oyente en sus conversaciones íntimas e intensas. Es la excusa perfecta también para recorrer la discografía de González desde ‘Personal’ (1998) pasando por cada uno de sus trabajos posteriores, como ‘Pájaros mojados’ (2002), ‘La noche americana’ (2005) que incluye la inolvidable ‘Vidas cruzadas’ que se popularizó junto a Iván Ferreiro, ‘Delantera mítica’ (2013), ‘Las palabras vividas’ (2019) junto al poeta Luis García Montero o el más reciente ‘Sur en el valle’ (2021).
Sin haber sido nunca una fiel seguidora de la discografía de Quique González, he de decir que la lectura es la oportunidad para reencontrarse con este artesano de la música cuya pluma brilla a cada verso y cuyo amor por lo que hace es tan contagioso como la risa de un niño.
Agradecemos a Arancha Moreno que sacara un rato durante la presentación del libro para contestar algunas preguntas que reproducimos a continuación:
Se habla bastante en el libro de la música como una artesanía. ¿En este sentido qué otros artesanos crees que quedan aparte de Quique González?
Acabo de ver a José Sacristán en ‘Señora de rojo sobre fondo gris’. No se me ocurre mayor ejemplo de artesanía que lo que hace Sacristán en el teatro con ese texto de Miguel Delibes. Qué amor al oficio, qué lección de interpretación y de vida. Está inmenso.
La obra, por cierto, también habla de la artesanía, en cierta manera, porque el protagonista es un pintor que sufre una crisis creativa desde que murió su mujer. Cuando volvía del taller, ella siempre le preguntaba si ese día habían bajado los ángeles, en alusión a esas musas que necesitan los artistas para crear. Donde aparecen las musas suele haber un artesano, pues aluden a esa inspiración que se caza al vuelo, que colocan al creador en un estado único para conectar con el arte y transformar eso en una canción, un poema, un cuadro, un texto…
Antes de Quique, tenías una abundante experiencia previa entrevistando a músicos para tus libros (Lapido, Coque Malla, Iván Ferreiro). ¿Qué has aprendido de estas entrevistas?
He aprendido mucho de sus autores, he entendido mucho mejor las claves de su obra y cómo son ellos a puerta cerrada, como creadores y como personas. Ninguno de los cuatro me ha decepcionado, todo lo contrario, y no todos mis colegas pueden decir lo mismo, por desgracia. ‘Iván Ferreiro.30 canciones para el tiempo y la distancia’, ‘Coque Malla. Sueños, gigantes y astronautas’, ‘Conversaciones con José Ignacio Lapido’ y ‘Quique González: conversaciones’ son cuatro libros con los que he aprendido muchísimo, tanto a nivel humano como a nivel creativo, y aunque cada uno ha tenido un recorrido distinto estoy muy orgullosa de los cuatro.
Más allá del volumen de preguntas y la preparación, que está claro que ha de ser mayor, ¿son muy diferentes las entrevistas destinadas a publicar directamente que aquellas que planificas para preparar un libro?
Un libro es un proyecto mucho más profundo, más extenso, más panorámico, y si le dedicas tiempo y cariño, como es mi caso, conlleva una preparación más minuciosa y larga que una entrevista para un diario o una revista. En el caso de Quique, tenía mucho camino recorrido porque conozco muy de cerca su obra, le he seguido durante veinte años y he ido creciendo profesionalmente a la par que sus discos, así que parte de mi preparación ya la tenía hecha, en ese sentido.
Pero para este proyecto volví a escuchar todos sus discos, leí los libros previos al mío (de Eduardo Izquierdo, Chema Doménech y Juanjo Ordás), me documenté buscando información en revistas, diarios, etc., y me dediqué varias semanas a preparar las charlas para que no fuera solo un repaso cronológico, sino que hubiera más cosas: que se plasmase su forma de mirar, su compromiso, su pensamiento, sus emociones… Y luego, claro, en los encuentros que tuvimos en Cantabria el guion fue mutando, porque fuimos enriqueciendo las charlas de otros temas que iban surgiendo sobre la marcha, a veces durante la comida en Las Piscinas o en la propia sobremesa.
Además de la autenticidad y amor a su oficio que desprenden las palabras de González en tu libro, también llama la atención los desencuentros que ha vivido con personas muy cercanas en momentos determinados. Diríase que es algo casi cíclico. ¿Crees que es algo común en los artistas?
Los artistas trabajan con las emociones, y ese es un punto de partida frágil, sobre todo para los que ponen el corazón en ello, como es el caso de Quique. Por eso quizá duelen más ciertas actitudes del negocio o del entorno, porque no hablamos de hacer tornillos en una fábrica: las canciones son material emocional, pasajes extraídos a veces de su propia vida.
Quique no ha tenido las cosas muy fáciles, ha confiado y se ha sentido traicionado algunas veces, y aunque con el tiempo ha aprendido a gestionar esas emociones, y a mirar las cosas con más distancia y más objetividad, en el momento lo ha pasado mal. No todos los artistas son como él, claro, pero es habitual que haya decepciones, rencillas y desencuentros en este oficio.
Tu estilo es cercano, tanto como para hacernos partícipes de tu maternidad (¡enhorabuena!) o de tus sentimientos durante un concierto de Quique González. ¿Tuviste dudas a la hora de contar detalles personales propios durante el libro? ¿Qué crees que aporta frente a un formato más distante presentando únicamente al entrevistado?
Creo que es la primera vez que lo hago de forma no velada. En mis libros a veces me marco algún Hitchcock, un cameo fugaz y casi encubierto. Pasa en ‘Iván Ferreiro.30 canciones para el tiempo y la distancia’, aunque el único que lo descubrió fue Iván, porque fue una escena compartida. En el caso de ‘Quique González: conversaciones’, el libro y mi maternidad han ido tan de la mano, han influido tanto en todo el proceso, que no podía fingir que no estaba ocurriendo.
Es cierto que son solo tres o cuatro destellos puntuales en el libro, y que después dudé si debía borrarlos, pero las conversaciones son un relato compartido, un encuentro, y nuestra situación personal también influye en nuestra forma de pensar, de ver y de hablar, así que decidí mencionarlo. Esconder esa situación no hubiera sido honesto.
Por lo que has dicho ya, conocías personalmente a Quique González antes, ¿no? ¿Qué te sorprendió más de él tras todas las entrevistas?
Conozco a Quique desde 2005, le entrevisté la primera vez cuando publicó ‘La noche americana’ y desde entonces he charlado con él en cada uno de sus discos. Ahora siento que se ha forjado una amistad muy bonita, de esas que se tejen con el tiempo. Lo que más me ha sorprendido es hasta qué punto cuida de lo suyo: de sus canciones, de su banda, de su familia, de sus amigos… Es una persona muy comprometida, muy protectora, muy leal y muy generosa. En Quique González no hay un atisbo de pose, es un tipo tan auténtico como sus canciones.
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Rocío García
Redacción