La banda escocesa visitó la capital presentando su recopilatorio Hits to head, en un concierto desenfrenado donde sonaron gran parte de las canciones que los han llevado a ocupar un puesto de honor en la historia del indie rock de principios de siglo

Acudíamos el pasado miércoles al Wizink Center de Madrid, con la certeza del que acude sobre seguro a un espectáculo más que contrastado durante los últimos años -diría décadas-, y muy habitual en nuestro país, donde la formación capitaneada por Alex Kapranos ha gozado de plena confianza y fidelidad por parte de los promotores y público patrio.

Quizás por ello, una de las primeras circunstancias especiales del evento -postpuesto por la pandemia- fue su conversión al formato ring del otrora Palacio de los Deportes. Una configuración que, si bien deja a la vista una realidad tan clara como la menor venta de entradas respecto a otros shows, no desdibuja para nada una experiencia que gana valor cuando posas tus pies sobre la pista repleta de tan generoso recinto, tanto a nivel técnico como estético.

Sin pantallas, innecesarias para tal experiencia, y con cerca de 6.000 personas congregadas en un espacio prácticamente lleno, la maquinaria de hits de los escoceses no tardó en arrancar más allá de los quince minutos de rigor para los más rezagados.

En un concierto que transcurrió en un vasto plano secuencia de su discografía, la elección de repertorio pareció evidenciar cierta perdida de pegada en el transcurso de una noche que comenzó sin apenas tiempo de reacción, gracias al característico ritmo endiablado de guitarras como las de ‘The dark of matineé’, de su primer largo, ‘No you girls’, o ‘Walk away’, en un ejercicio nostálgico, a la par que de desenfrenado rock para calentar la caldera en la que se convirtió el recinto madrileño desde el inicio, acompañado de un sonido sobresaliente durante toda la actuación.

Para entonces, ya habían intercalado el primero de los temas nuevos de su reciente recopilatorio, ‘Curious’, sin desentonar en absoluto, y tras el cual continuaron disparando pelotazos de un sonido tan genuino como ciertamente desgastado con el paso del tiempo.

Con ello, no quisiera dar a entender cualquier atisbo despreciativo hacia la banda, además de ser de aquellos que defienden a capa y espada la obra de un artista en su conjunto y no sólo como una fotografía actual. Franz Ferdinand, que parece haber dado lo mejor de sí mismos en su sobresaliente primera trilogía, a la que le han seguido discos bastante dignos, como el notable ‘Always ascending’ (2018), siguen siendo demandados por sus fieles para que ejecuten un concierto al más puro estilo festivalero, a lo que parecen prestarse sin concesiones.

Inmersos en este ritmo de festival, que tan bien definió mi acompañante de la noche, siguieron retumbando con fuerza grandes -y acelerados- temas como ‘Right action’, ‘Do you wanna’ o ‘Evil eye’, entre los que incluían aromas más ligeros como los de ‘Glimpse of love’ o ‘Always ascending’, en un intento por relajar y barajar un set list que circulaba a velocidad punta desde su arranque.

Y quizás, este puede ser otro de los motivos que haga de sus espectáculos y público -siempre respetable-, una constante “fiesta festivalera” por un lado, en su vertiente más divertida, pero efectivamente previsible y con escaso espacio para la improvisación, en la cara más empaquetada de la formación. Artista y seguidores parecen haberse retroalimentado y educado en una cultura del disfrute instantáneo, incluso antes de que esta llegara a permear en todos los aspectos de nuestras vidas.

Tan fiel a esta realidad siguieron sonando cortes como ‘Love illumination’ o ‘Ullyses’, jaleados por el respetable como sucedió el resto de la noche, y alcanzando el culmen con la soberbia y primigenia ‘Take me out’, que, sin embargo, no sirvió de cierre para una primera parte de la actuación que alcanzó la hora de duración con la tibieza de ‘Outsiders’, y que no terminó de remontar a pesar de los guitarrazos de ‘Michael’, la versión reducida de ‘Lucin drams’ -una muestra más de ese consumo inmediato- o la aceptable y definitiva ‘This is fire’.

Un recital que fue de más a menos, donde una de las figuras icónicas del revival del rock internacional en el nuevo siglo demostró su poderío sonoro y técnico, pero en el que por desgracia faltaron muchas otras cosas para seguir poniendo en valor a los escoceses, empezando y terminando por un repertorio escaso en canciones y duración, más aún, tratándose de una gira de grandes éxitos. Siempre nos quedaran los festivales, Alex…

Iñaki Molinos

Iñaki Molinos

Redacción