El trío malagueño volvió a la Sala El Sol, acompañados de la banda amiga Carrera, para ofrecernos un concierto fulgurante, protagonizado por su reciente EP y su primer álbum, publicado el pasado 2020.
Como mítico templo de las salas madrileñas que es, volvimos a la Sala El Sol para arrancar una nueva temporada invernal de conciertos. Y no una cualquiera, sino una, por fin normalizada, en la que poder disfrutar de bandas que siguen peleando en el barro y asomando la cabeza para regalarnos actuaciones tan brillantes como las de los malagueños La Trinidad el pasado sábado.
Antes de ellos, y como aperitivo, o más bien coctel de bienvenida, nos envolvimos en las melodías seductoras de Carrera. Como contrapunto a la luminosidad de sus compañeros de noche, el noise pop de la banda madrileña encandiló al respetable de principio a fin, con un sonido sobresaliente, empapado en la suciedad de sus guitarras y una preponderante línea de bajo, rematado con una lírica pop crítica donde poder escupir la realidad social que rodea a un grupo de veinteañeros, y que tan bien se refleja en su recomendable primer disco, Cabeza en rutina (2022).
Ensimismados con temas como “Anticasting” o “Feliz no cumpleaños”, su actuación, además de dejar un gran sabor de boca, hizo la labor fundamental de encender su localizador en el inmenso radar de la escena emergente nacional.
Y así, subieron al escenario los grandes protagonistas de la noche. Con su batería Carlos haciendo doblete tras su aparición con Carrera, y como gran héroe de la noche, tras sufrir una caída y consiguiente lesión, en la previa de la velada.
Al igual que la chavalería crece, acierta, hierra, triunfa o fracasa, una de las cosas que más satisface ver sobre un escenario, es como una banda va madurando y progresando en su “carrera” por alcanzar un objetivo en muchas ocasiones difuso, imposible de determinar en la mayoría de los casos. Pero no cabe duda de que el recorrido de La Trinidad parece haber dejado ya, varias etapas atrás.
Con su primer largo en la calle desde hace ya un par de años, y un nuevo EP de tres canciones entre manos, el concierto que remataron el pasado sábado en uno de los lugares más emblemáticos de la música madrileña, servirá para marcar un nuevo hito en su corto pero provechoso camino hacia algún lugar.
Su habitual sonido desbocado retumbó desde un inicio sin contemplaciones, gracias a temas tan redondos como “Las vistas desde el barrio alto”, de su último trabajo ¡Qué asco de primavera! (2022). Le miscelánea de estilos, donde las guitarras son siempre protagonistas, te permiten sumergirte en ritmos ochenteros de brillante pop, rock garajero y notables pinceladas de punk, acompañadas siempre de una delicada pluma lírica en la línea insurrecta, a la par que costumbrista, de bandas como Biznaga.
Sin perder ni una gota de intensidad y con la característica y elocuente voz de cantante, Sixto, siguieron disparando canciones de un repertorio con cada vez más fuerza, vertebrado por canciones como “Del suelo a la boca”, “Miel y sangre”, “La España invertebrada”, la insolente y acertada “La clase media”, o la que ya es “La joya” de la corona, en la voz de Jorge, otra de las claves fundamentales del sonido de la banda, para ir zanjando un concierto notable.
Con la dificultad extra, como tantos y tantos grupos han sufrido en los dos últimos años de sequía, parece claro que el descaro y las canciones de La Trinidad no tienen pinta de apagarse. De hecho, empiezan a brillar más que nunca.
Iñaki Molinos
Redacción