El festival malagueño se estrena por todo lo alto gracias a un selecto y formidable cartel, que estuvo acompañado durante todo el fin de semana de una organización sobresaliente en un amplio y a la vez acogedor recinto –Sonora Mijas- que hizo las delicias del numeroso público asistente.
Antes de llegar si quiera al recinto ya conocíamos los elevados precios de las consumiciones que hacían aflorar la primera muesca en los rostros de los asistentes al festival. Y hasta aquí llegaría la lista de contras del festival Cala Mijas.
Como cualquier primera vez en la vida, a todo evento se le supone un margen de error, que el festival malacitano redujo al mínimo. Empezando por el enorme recinto Sonora Mijas y finalizando por algo tan simple como la decoración nocturna de un cerro con recurrente vegetación arbórea, todo lo que ocurrió el fin de semana tiene pocos o ningún pero en cuanto a organización se refiere.
Desde el escenario La Caleta, dedicado a la electrónica en sesión continua –en una suerte de Basoa del BBK- hasta la explanada principal con tres escenarios en tres minutos a la redonda, pasando por numerosos aseos, escasas y rápidas colas para la bebida y la comida, y un aforo más que aceptable para sus dimensiones, Cala Mijas se mostró como el mejor espacio para disfrutar de la música, lo que realmente importa.
Y es que con todas las variables externas funcionando a las mil maravillas, solo hacía falta echar un ojo al cartel del festival para darse cuenta que muy mal se tenía que dar para no disfrutar de algunas de las mejores bandas del planeta en cada uno de sus estilos. En una clara apuesta por la corriente electrónica más alternativa, sin olvidarse de grandes clásicos o pioneros, y con referentes mundiales del pop y el rock de las últimas tres décadas.
De esta manera, y sin apenas tiempo para coger aire a los que llegábamos de ciudades lejanas el mismo jueves, los gloriosos Arctic Monkeys nos recibían con un repertorio insuperable y atronador que hizo disfrutar, vibrar y bailar a todas y cada una de las almas allí presentes, amortizando la entrada de más de uno/a en tan solo hora y media de festival.
La banda comandada por Alex Turner repasó toda su discografía, incluido el single del que será su séptimo álbum de estudio, The Car, que verá la luz a finales del próximo mes de octubre.
A un gran sonido en el escenario principal del festival, le acompañaron una ejecución excelsa de toda la banda, con mención aparte de su ya citado vocalista y líder, que termina de llevar las fantásticas composiciones de la banda de Sheffield a otra dimensión en su interpretación en directo.
Le elegancia de Chet Faker, mezclando bases electrónicas con un delicado art pop, hizo las veces de bálsamo y disfrute de una audiencia mayoritariamente británica en la jornada del jueves, que despedimos con la distintiva y genuina propuesta de Bonobo, un downtempo que alcanza matices sonoros aún más degustables en su propuesta en directo, donde se acompañó de una completa y fantástica banda que aglutinaba metales, combo clásico y vocalista para las piezas que así lo precisaban.
En la jornada del viernes es difícil que nadie quedara eclipsado/a por el gigante en que se convierte Nick Cave y sus Bad Seeds sobre un escenario.
Aun caía el sol sobre Mijas, cuando el sempiterno Nick y su inseparable banda hacían acto de presencia en el escenario principal, para regalarnos más de dos horas de show, en el que te va clavando dagas en el pecho gracias a una puesta en escena única que navega entre la catarsis chamánicas de su gutural voz y el ritmo desenfrenado del mejor rock de autor.
Y cuando pretendes descansar del éxtasis que te produce escuchar y ver una maquina tan brutalmente engrasada como The Bad Seeds, aun tienes que sostener tus canillas sobre el piso para escuchar la voz de Cave desnuda junto a su piano, acompañado del más absoluto silencio que jamás haya “escuchado” nunca en un macrofestival. Uno de los mayores crooners de la historia del rock, que regala sin artificios abrazos y apretones de manos a sus fans en cada uno de sus conciertos.
Los padres –o abuelos- de la electrónica, Kraftwerk, dieron el relevo en el escenario Victoria con su habitual y sobrio espectáculo sonoro y visual, mientras el ritmo tropical de Bomba Estereo hacía retumbar el Renault a apenas 500 metros, en una nueva demostración logística –en este caso sonora- de solape de espacios y sonidos totalmente inexistente.
Tras ellos, otros de los grandes protagonistas de la noche, The Chemical Brothers, ofrecieron su ya habitual sesión festivalera, donde mezclan con acierto clásicos y nuevos temas de su prolongada y exitosa carrera, aderezadas con hipnóticas y gigantes proyecciones, aunque con menor intensidad en la parte final que en otros eventos de similar calado.
Después del pequeño valle, alcanzamos un nuevo pico de la mano de los londinenses Hot Chip, que desplegaron su enérgico y delicioso dance pop-rock, ante un público que se agolpó en el segundo de los escenarios del festival para seguir bailando al ritmo de una discografía notable, en la que destacaron los temas de su nuevo trabajo Freakout/Release.
El sábado se presentaba como la jornada con mayor poderío hispanohablante del festival, en cuanto a grandes nombres se refiere.
Arrancando con la madrileña Soleá Morente y los cordobeses Fuel Fandango, la tarde se tornó al son latino de Nathy Peluso.
Aunque afincada desde hace años en nuestro país, la argentina propone un espectáculo repleto de raíces latinoamericanas clásicas, que entremezclan el bolero, la salsa y una buena dosis de géneros actuales como hip-hop o trap, todo ello en un batido aderezado con un potente show de empoderamiento acompañada de una potente banda que hizo danzar a todo y corear sus temas a todo el festival.
Sin descanso, saltaron a escena en el escenario contiguo León Benavente, en un show más acotado de lo habitual, el cuarteto no dejó títere con cabeza gracias a su espectacular sonido de sintetizadores bañados en rock, y un listado de temas ya convertidos en himnos del indie nacional.
Ambiente caldeado y perfectamente preparado para la aparición de la última gran estrella del rock and roll, según dicen muchos. Liam Gallagher, aún en solitario, representa gran parte de la historia de cada uno de los asistentes a cualquier festival de guitarras que se precie, y en Cala Mijas, su concierto no fue una excepción.
Su habitual chulería y desgana forman parte de un espectáculo que arraso en forma, gracias al sonido de su brutal banda, y fondo, con un repertorio variado en el que intercaló temas propios con himnos generacionales de Oasis coreados a pleno pulmón por el respetable sediento de la banda de los hermanísimos.
El cierre definitivo del festival –al menos para un servidor- corrió por cuenta de los barceloneses Love of lesbian, que al igual que otros compañeros patrios, ejecutaron un setlist preciso y conciso, perfecto para nostálgicos de su música y disfrutones de la noche malagueña, y el viaje final por el electropop preciosista de Röyksopp.
Una primera edición redonda, donde más allá de la organización, destacó la mezcla entre la electrónica y el rock and roll, en sus vertientes más clásicas, para demostrar una vez más que nunca hay que darles por muertos.
Iñaki Molinos
Redacción