Un cartel musical sin fisuras y muchas ganas de divertirse hicieron del festival una cita difícil de superar
Circula una cita del compositor austro-húngaro Franz Liszt que dice que «la música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella, no hay bien posible y con ella todo es hermoso». Perdón por la pedantería, pero quizá en pleno Romanticismo durante el siglo XIX el pianista simplemente ya apuntara lo que hoy en día todos sabemos: que la música habla por nosotros aun cuando no tenemos palabras.
Esa sensación de pertenencia colectiva y de aire insuflado en emociones se refleja en cada festival marcado por la pandemia y crea un ambiente de buenrollismo donde recuperar el espíritu juvenil que perdimos por el camino. Y, conciertos aparte, es la percepción generalizada en citas como la del pasado fin de semana en el Santander Music Fest pero, en realidad, también en cualquier otra parte donde la comunión de música y sujetos se da cita. Podríamos decir que este año es el verano del amor para muchos. El otoño dirá cuánto de fugacidad tenía, y mientras la música habrá ejercido su papel secundario, poniendo la banda sonora a muchos buenos momentos que ya volvemos a coleccionar.
Este año ha sido prolijo en buenos discos en lo que a indie se refiere. Un ejemplo perfecto de ello es ‘Burbuja cómoda y elefante inesperado‘ o esa suerte de conjunción magistral entre Los Estanques y Anni B. Sweet del cual disfrutamos en directo el pasado sábado en el escenario de La Magdalena. Si ambos proyectos por separado ya brillaban, en este trabajo hemos descubierto que aún se podía mejorar.
Para la puesta en escena, tanto Los Estanques como Anni B. Sweet juegan a presentarse como parte de una estrafalaria banda teñida de azul (togas para ellos, vestido para ella). Pudimos disfrutar de escuchar el disco en vivo, con temas tan reseñables como el primer single ‘He bebido tanto (que…)’ y su pareja ‘(…Estoy) muerto de sed’ o la preciosa ‘Tu pelo de flores’. Bromas escénicas aparte, lo que queda palpable es que la calidad musical tanto del grupo santanderino como de la cantautora malagueña está fuera de toda discusión. Animados por el tiempo sobrante (fue un concierto sin pausas) aún nos regalaron un par de temas extra como el ‘Buena suerte’ del LP ‘Universo por Estrenar’ con el que Anni B Sweet emprendió hace 3 años un brillante nuevo paseo en castellano y la divertidísima ‘Soy español, pero tengo un Kebab’ del disco ‘IV’ de Los Estanques.
Turno para dejarse arrastrar por el vendaval de León Benavente, una de las bandas con mejor directo y cuya deriva hacia la electrónica es cada vez más palpable. En su último álbum ‘ERA’ están las claves de su sonido actual, ejemplificado en las discotequeras ‘Líbrame del mal’ y en ‘Mítico’ que les aleja del rock de aquel primer trabajo de 2013 con ‘Ánimo, valiente’ o ‘Ser brigada’ como abanderadas de su primer sonido. En vivo, siguen siendo el torbellino donde nadie, pero muy especialmente Abraham Boba deja un minuto de descanso para apoderarse de todo el público en una sinergia colectiva que dura todo el recital sin que nadie pueda resistirse a ello. Hubo sin embargo algún pequeño momento para la introspección a través de temas como ‘La canción del daño’, ‘Como la piedra que flota’ o ‘La Ribera’. Pero fueron mucho más numerosos los momentos de baile desatado del que su repertorio está bien repleto: ‘Amo’, ‘Gloria’, ‘Tipo D’ o ‘Ayer salí’ son buenos ejemplos de cómo sonaron León Benavente en Santander con sus acólitos bailando de principio a fin.
Tras este chute de adrenalina en un privilegiado espacio como es la península santanderina bañada por el Cantábrico, la noche se presentaba imparable con el siguiente concierto a cargo de Lori Meyers y su elenco de hits. Si algo queda demostrado es que los de Granada se han desnudado de toda languidez para convertirse en los últimos años en un nombre muy apetecible para festivales. No en vano su sencillo ‘Emborracharme’ es uno de los más escuchados en plataformas digitales y consiguen que la gente baile, coree y disfrute sin acordarse de sus penas. Los andaluces eligieron ‘Seres de luz’ como arranque de su concierto en Santander y que puede erigirse como una declaración de intenciones: «Todos somos seres de luz / Y hemos venido a brillar / Junto a mí un nuevo temblor / La nueva normalidad«. Luz que sigue brillando en temas ya clásicos como ‘Mi realidad’, ‘Luces de neón’ o ‘Alta fidelidad’ y por los cuales siempre estaremos a sus pies.
‘Planilandia’, ‘Punk’, ‘Luciérnagas y mariposas’, ‘Zona de confort’ o ‘El tiempo pasará’ fueron parte de su repertorio salpicado de copas de vino y juegos con el público para alimentar el espíritu de diversión que los granadinos defienden en sus directos. Quizá ya en casa alguno se sorprenda escuchando algunos de sus temas y la nostalgia le muerda sin previo aviso porque las letras de Lori Meyers no son tan festivas como pudiera parecer visto lo de Santander.
Por último, cabe destacar el acierto de traer una apuesta musical diferente para una jornada salpicada de hits a través del desparpajo de Sandra a cargo de Delaporte. Parecería a priori que su propuesta es simple pero precisamente en esa sencillez reside todo el encanto. Con Sergio Salvi como fiel escudero y dos reseñables percursionistas para llenar el escenario de ritmos, consiguieron poner patas arriba al público del Santander Music Fest.
Puede que Billie Holiday o Frank Sinatra fueran los padres musicales de Delaporte y, sin embargo, Sandra sabe perrear y cantar ‘Droga dura’ con una sonrisa grabada a fuego mientras su público le lanza ‘te quieros’. El buen rollo nunca fue tan contagioso.
Probablemente no habremos salido mejores personas de una pandemia mundial como algún optimista vaticinó mientras se aplaudía en los balcones, pero lo que sí es seguro es que las ganas de divertirse se han convertido en una nueva enfermedad de las que muchos esperamos no librarnos tan fácilmente. Ahora sí, bailemos como mejor antídoto para ahuyentar todo mal.
Rocío García
Redacción