La banda ofreció un concierto impoluto en la Plaza de Toros de Murcia dentro del ciclo Murcia On, donde presentaron su último y destacado disco, Cruel Country, compartiendo protagonismo con el aniversario del Yankee Hotel Foxtrot (2002) y el resto de joyas de su extenso repertorio.

Es muy difícil no querer a Wilco. No cabe la menor duda de que no es el grupo perfecto, que seguramente haya pasado su mejor momento compositivo y discográfico, que no a todo el pueblo divierte, y que algún dice aburrirse con su música, pero lo que si es cierto es que es una banda que ha marcado una época, y cuyo directo es de todo menos pretencioso.

Lo cierto, es que es muy fácil querer a Wilco. A la humildad y bondad que derrocharon Tweedy y compañía ante un auditorio lejos de llenarse, se sumaron cuantiosas dosis de profesionalidad, pasión y ejecución intachable de un repertorio regular, compacto y emocionante. Ejecución en el sentido técnico de la palabra – con un sonido amoldado a las circunstancias de la noche-, pasión en la interpretación cálida y cuidada de cada uno de sus temas y profesionalidad en la vertiente más gremial de su significado.

Aunque al inicio de esta crónica hacía referencia a la menor brillantez de los últimos trabajos de estudio de Wilco, es de justicia poner en su sitio a Cruel Country, la última criatura de la banda, donde el country y la americana se apoderan de unas melodías tan simples como pegadizas, con el habitual barnizado que impregna la delicada voz de Jeff Tweedy en cada una de sus interpretaciones.

Y todo esto pudimos disfrutarlo en directo el pasado sábado, donde su nuevo disco fue el hilo conductor de la noche, en un repertorio gratamente fiel al sonido de cada uno de sus trabajos. Arrancando con ‘Story to tell’ o ‘I am my mother’ entre los primeros temas de un setlist que contendría un regalo que no por previsible dejó de reconfortar a un público sediento de nostalgia.

Ya en el tercer corte, el sonido caótico pero placentero de ‘I am trying to break your heart’ nos invitaba a adentrarnos en un excitante viaje de ida y vuelta entre el ahora y el ayer, en una visita al fascinante Yankee Hotel Foxtrot (su mejor álbum cumple 20 años), que sería habitual durante toda la velada.

A pesar de las esporádicas visitas a álbumes como A ghost is born o Schmilco, la ronda la seguían pagando los dos invitados de honor de la noche. La pureza y desnudez de temas como ‘All across the world’ se alternaban con escalofriantes explosiones como ‘Poor places’ o ‘War on war’.

A estas alturas de concierto, ya se había hecho notar la sincronía y engrasado de la maquina perfecta que es Wilco sobre el escenario, pero más aún la presencia de su guitarra solista, NIils Claine, ausente por COVID en los conciertos anteriores de la gira, donde el repertorio se vio comprometido.

La imponderable suerte de su presencia alcanzó su culmen con la interpretación de la apoteósica ‘Impossible Germany’ o la tormenta perfecta que arrecía en ‘Via Chicago’. Tras ellas volvimos a sumergirnos en la dualidad presente-pasado gracias al sabor puramente americano de ‘Falling apart (Right now)’ o el momento más popular y bonito de la noche –por qué no decirlo- gracias al majestuoso ‘Jesus, Etc.’.

Aun así, el tempo del concierto no decaía gracias a las acertadas apariciones eléctricas entre piezas magistrales acústicas como ‘California Stars’, hasta que el superlativo concierto de los de Chicago se fue apagando entre la frescura melódica del Yankee Hotel Foxtrot y la mística del sonido de raíces de su primera etapa.

Y como si de una película se tratara, en 120 minutos pasó por delante de nuestros ojos un pedazo grande de la música popular contemporánea, para recordarnos porque hay que querer tanto a Wilco.

 

 

Iñaki Molinos

Iñaki Molinos

Redacción