Foto interior: Nacho Vegas de camarero en La Plaza en 2001.
Luis Argeo da voz al bar gijonés en un libro que discurre entre ficción y obra documental y donde no falta lo más granado del Gijón Sound
Hay bares que son mucho más que un local de copas. Hay bares que, sin pretenderlo, se convierten en emblemas de la ciudad donde yacen. La lectura de ‘La Plaza. Confesiones de un bar musical’ provoca unas irrefrenables ganas de salir a tomar algo a cualquiera de esos bares, llámese La Plaza o cualquier otro en la ciudad que toque. Porque son esos bares parte de la intrahistoria de las gentes que los habitan y, como no podía ser, de la banda sonora de la zona. En Gijón contamos con un lugar tan emblemático como La Plaza y, sin embargo, pocos sabíamos de su historia con nombres y apellidos más allá de anécdotas mil veces repetidas.
El libro de Luis Argeo aporta no solo luz sobre su historia, sino que lo hace de forma novelada a través de la personificación de esas cuatro paredes que han visto desfilar tantos personajes en 30 años de historia. A medio camino entre la crónica documental y la ficción, la obra publicada por la editorial independiente Milvecesmil aborda con pasión algunos de los mejores momentos del bar y sus protagonistas.
Luis Argeo fue igual de generoso a la hora de contestar nuestras preguntas sobre este libro tan recomendable:
Luis, en tu propia historia personal, ¿qué ha significado el bar La Plaza?
Uy, pues es una pregunta que me hace sentir como un veterano de guerra: allá en los noventa, el bar para mí apenas era un destello a lo lejos, al que atendía en ocasiones especiales. Mis amigos del pueblo y yo teníamos plazas más cercanas para reunirnos. El Bar Cactus, en una ensenada de la ría de Avilés, era una de ellas, donde todos los grupos de Gijón pasaban antes o después para tocar fuera de casa. Allí conocimos la existencia de Manta Ray, Eliminator Jr., Medication, Die Gobs… Desde allí descubrimos que Gijón estaba cambiando, en una época en la que Oviedo aún era referencia por sus bares musicales.
Pero a mí los estudios universitarios me llevaron a Salamanca, a otras plazas: La Iguana, el 911, el Benny’s…, bares musicales donde viví y gocé la noche con igual intensidad que quienes acudían a La Plaza. Luego salté a Madrid, y más de lo mismo. Los bares musicales siguieron apareciendo en mi vida allá donde fuera. Así que al bar La Plaza llegué ya curtido en batallas. Y cuando escribí el libro, constaté que todo cuanto me contaban de él quienes lo habían hecho su hogar a mí me sonaba cercano, familiar.
La Plaza, pues, significa el epítome de todos los bares musicales que he frecuentado a lo largo de mi vida. Haber conocido a Nacho, su dueño, en la puerta del cole donde estudian nuestros hijos cerró el círculo de mi odisea personal por los bares del mundo.
¿Qué opinas tú de la etiqueta de Gijón Sound?
Me parece desaprovechada. En su día, fue algo que funcionó lejos, fuera de la ciudad, de Asturias, en determinados ambientes, para identificar y hablar sobre sus protagonistas: bares, bandas, discos… La propia ciudad quedó asociada a un fenómeno musical. Esa etiqueta ya es historia, y hoy, que el mundo se mueve de marca en marca comercial, debería servir de espejo para dar un impulso a la música en la ciudad, a la importancia de la cultura musical, a la importancia de colectivizar intereses, fuerzas, impulsos independientes, singulares, en pos de un beneficio común.
Actualmente, en Gijón no hay una sala que acoja a 100 personas donde toquen grupos emergentes, de aquí o de fuera. Y la música en directo en los bares sigue ocurriendo con extrema dificultad. Somos un país de bares, vendido a las marcas. Aquel Xixón Sound debería servir para tomarle el pulso a esta ciudad en muchos aspectos, no sólo el musical.
El ‘Chup Chup’ de Australian Blonde sobrevivirá en la Historia de la Música pop española
Aparte de Manta Ray, ¿qué grupos reivindicarías de Gijón ya sean antiguos o actuales?
Soy mal coleccionista de cromos, porque me dejo llevar por impulsos difíciles de explicar. Sin duda, quienes siguen tocando música desde aquellos años 90 tienen todo mi respeto, mi admiración y mi apoyo. Creo que el ‘Chup Chup’ de Australian Blonde es una canción simbólica y sobrevivirá en la Historia de la Música pop española.
Entre lo más escuchado de aquí estos últimos años, en el coche, cantando con mi hijo, están Petit Pop, o el Pulgarina de Alicia Álvarez. No sé si se hace música infantil de tanta calidad fuera de Asturias (no te pierdas nuestra lista de canciones indie para niños en Spotify). Un proyecto interrumpido por la pandemia que merece más recorrido es A.L.M.A., que anunció el invierno totalitario que nos ha caído encima. Y quiero apostar por la progresión de Tarik Rahim, me da envidia su belleza, su juventud, su talento.
¿Cuánto tiempo tardaste en terminar de escribir el libro (incluyendo el proceso de documentación previo?
Pues empecé tras la celebración del #25 Aniversario de La Plaza, en noviembre de 2017. Y entregué a maquetación en agosto de 2021, después de dos manuscritos y varias modificaciones. En esos años pasaron tantas cosas fuera del libro que hoy me cuesta creer que lo haya podido terminar.
Podrías haber escrito un libro más biográfico sobre el bar y sus gentes pero decidiste hacerlo novelado. ¿Por qué?
Sí, así es. Lo decidí por pura intuición. En primer lugar, ningún sitio como un bar para dar rienda suelta a la imaginación. Entramos a los bares para salir de nuestra realidad, que es el trabajo, la familia, la rutina que nos doblega. Allí dejamos que salgan nuestros otros yoes y se “suelten” a su antojo.
El alcohol, el baile, el contacto humano, la noche forman una combinación donde inventarse hasta que uno quiera. Es el escenario perfecto, y en los escenarios se practica la ficción. Se arregla el mundo. La Plaza, además, lleva años al servicio de una clientela que le ha hecho ser lo que es: un lugar legendario. Con semejantes ingredientes, la ficción estaba cantada. Era inevitable. A partir de ahí, las paredes se han puesto a hablar.
¿Ha habido mucha licencia poética o todas las historias son reales?
Lo anuncio en la primera página, es un libro basado en hechos reales, e inspirado en bellas canciones. Las historias que dan forma a las noches, a las juergas, pueden azuzar la imaginación del lector. Los hechos son reales. Las distorsiones provocadas por efecto del whisky o las drogas no hizo falta remarcarlas, la gente que sabe leer entiende por dónde van los tiros dentro de un bar musical.
La historia de La Plaza, que es el verdadero protagonista de esta ficción, también está sujeta a los grandes acontecimientos del cambio de siglo. Conciertos pequeños dieron paso a festivales grandes, que llegaron por boca de clientes, o de Nacho. El cambio del vinilo al cedé y al streaming del ordenador… Sucesos como la caída de las Torres Gemelas y la expansión de las prohibiciones, el paso a la vida “responsable”, el humo fuera de los bares, el horario vermú. Hay muchas historias reales que se vivieron en el bar y este las cuenta a su manera. Y como el bar no habla, pues yo me he inventado la voz para que las verbalice mientras espera a ser abierto un día más.
Cuando lo terminaste, ¿qué sentiste?
Diría que cierto alivio. Al fin y al cabo, el bar es un ente vivo, sigue subiendo su persiana a diario y vendiendo cerveza, vuelve a estar bien de salud, hay que decir. Esto de alabar al rockero desaparecido, al fallecido, es muy difícil de poner en práctica cuando el sujeto en cuestión es un bar en activo, un negocio que da de comer a varias personas.
Que su reputación saliera indemne era un asunto importante. No me importa quedar mal como biógrafo o escritor si el bar sale bien parado de este lance. Hoy, fans de León Benavente y fans de Ptazeta comparten barra y terraza, y eso es difícil de lograr. La Plaza lo hizo desde que abrió su puerta en 1992.
¿Hubo alguien que no quisiera participar? ¿Te dijo los motivos?
Al contrario. Hubo gente que se quedó fuera de mi ronda de entrevistas y me lo echa en cara con cariño. En mi defensa diré que fue falta de tiempo, mala organización, conciliación, trabajos paralelos, viajes, interrupciones, lo que me alejaron de todas las voces que se han quedado fuera. Aunque espero que leyendo el libro se sientan representadas. No ha habido intención de dejar a nadie fuera ni nadie que me dijera “paso de ti”. Si hubiera querido hacer una memoria oral del bar La Plaza, te aseguro que habría entrevistado a muchísima más gente.
Muchos creen que el indie no existe («no hay un solo género que se denomine como tal») o que es una pose (porque «cualquiera firmaría con una discográfica grande en cuanto pudiera»). ¿Qué opinas tú del indie de ahora? ¿Ves mucha diferencia con respecto a lo que hacían los grupos de los que hablas en tu libro?
Bueno, creo que algo básico que no debe faltar en un grupo musical joven es la diversión. Un grupo joven puede estar necesitado de todo, pero si va sobrado de diversión tapará cualquier otra carencia y disfrutará como haría el más cutre de los grupos punkies. Otro asunto es adónde lleguen como grupo. Eso ha pasado siempre.
Creo que hoy es más difícil tener una trayectoria larga en una banda, publicar cinco álbumes, tener una furgoneta y salir de gira durante tres meses, porque el indie español vive hipotecado dentro de esa clase media musical que tiende al desahucio, a la protección oficial o la desaparición, como ocurre en la propia sociedad. No sé si ahora con tanta presión por triunfar, tanto espejismo virtual, tanto jaleo con los likes y los followers, tanta falta de dinero y de contacto humano -leí que la falta de locales de ensayo ha hecho aumentar los artistas que se lo hacen todo solitos en casa-, y con tanto indie viejo que sigue divirtiéndose en el escenario por cuatro duros, aún existen grupos de jóvenes con ganas de indie.
Noto que ahora les va más la música urbana, supongo que puede ser incluso más marginal e independiente, casi indigente. Pero yo veo a Hinds, a Biznaga o a Chill Mafia y me da la impresión de que todos se lo pasan bien…, así que todo en orden. Quizá, simplemente, es que yo me hago viejo.
Como periodista, ¿crees que hay también un circuito indie? Muchos de los que nos dedicamos a esto lo alternamos con otros trabajos, muchos lo hacemos de forma altruista y pocos pueden dedicarse a ello. ¿Es tu caso? ¿A qué te dedicas actualmente?
Bueno, no deberíamos confundir indie con precariedad o abuso. Recuerdo cuando me instalé en California en 2008 -cuando sobrevivía escribiendo guías de viaje- y conocí a mi amigo Andrew. Habíamos quedado para ponernos cara, otro amigo en común había allanado el camino del primer encuentro. Y él, a última hora, tuvo que cancelar la cita, pues debía cruzar el país para pasar una entrevista de trabajo como escritor de viajes freelance. El propio medio le pagaba el viaje de costa a costa para ser entrevistado como aspirante. Yo flipé. Ese dispendio era inconcebible para mí, también freelance.
Hoy, en nuestro periodismo, no sólo se ha cruzado la raya más mezquina de la profesionalidad, parece que ciertos medios sobreviven normalizando y hasta fomentando esa nueva forma de esclavitud (te consigo un pase para que cubras un bolo, ¿te parece poca recompensa?), que, personalmente, me deja asombrado. Digámoslo claro. Eso no es profesional, es insostenible. Así funcionaban las hojas parroquiales, no las publicaciones serias.
Bruno Galindo ha descrito muy bien la industria musical desde todos sus ángulos, incluido el periodístico, en su libro Toma de tierra. No sé adónde vamos a llegar. Mi fe en el periodismo sigue firme, pero no creo en absoluto en las instituciones que dicen sostenerlo. Yo, actualmente, toco el piano en un burdel, navego en un barco de papel y vivo con el agua al cuello.
¿Crees que ese romanticismo del periodismo es similar al que se traslada cuando se habla del indie de los 90? ¿Podemos estar dejando un sesgo en ello?
Voy a ponerme “vegasiano”… Creo que mientras se siga aceptando que haya gente encarcelada por cantar contra la monarquía cuando al mismo tiempo la televisión pública ridiculiza y denigra año tras año la cultura musical, la cultura, los principios básicos del servicio público, y todo esto siga tomándose a broma sin importancia, este país seguirá estando lejos de ser un lugar sano.
Si quieres saber más sobre los bares indie en Gijón, visita nuestro sección de bares.
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Rocío García
Redacción