Sur en el valle (2021)
- Quique González
- ⭐️ 8/10
- Cultura Rock / Varsovia!! Records
Quique González es un artista de raíces. Su discografía ha evolucionado y pivotado sobre muchos de los subgéneros que abarca el rock, el padre de todos sus discos: 11 en concreto (13 si contamos los dos directos).
Sur en el valle (Cultura Rock Records/Varsovia!!Records, 2021) se presenta al oyente como una revolución sosegada, pausada, por momentos melancólica ante un pasado mejor, por momentos ambiciosa ante una madurez en la que el compositor madrileño se revuelca sin miramientos.
Muchos de sus fieles seguidores encontrarán en este disco al Quique de siempre, pero muchos otros apreciarán esos matices –tanto sonoros como líricos- que hacen tan especial el legado que poco a poco ha ido construyendo con su obra. Durante las últimas dos décadas ha pasado del pop-rock rebelde de sus 20 a la americana más orgánica de sus últimos trabajos, pasando por la electrificación y distorsión de discos como La noche americana (2005) o Avería y redención (2007), trasteando con la desnudez acústica de Kamikazes enamorados (2003), sacando a relucir su faceta de cantautor rock con el alabado Salitre 48 (2001), o acariciando su especial interpretación del folk en Daiquiri Blues (2009).
Sin embargo, como decíamos al principio, Quique González es un artista hecho a sí mismo, con un estilo personal ferozmente marcado, y del que es difícil escapar, para bien o para mal. Sur en el valle se convierte en un nuevo capítulo de su historia, con guiños nostálgicos, olor a roble americano y sabor a Jack Daniels.
La canción que arranca y da título al disco se convierte en el prólogo perfecto de lo que te vas a encontrar en los siguientes 10 cortes. “Sur en el valle” funciona como fotografía ideal donde el protagonista es el misterio, una armonía que envuelve el reto (“dame cine, tensión, el ticket de devolución”) gracias a escasos pero afilados golpes de timón en forma de guitarras, batería y un teclado que avisa de lo que vendrá más adelante.
La calma eterna de “Lo perdiste en casa” se sujeta sobre una deliciosa Steel guitar que alude al Quique más reciente, cantando a esa omnipresente segunda persona en la que tanto se apoya, y que tiene su continuación en la elemental “Amor en ruta”. Piano, guitarra y contrabajo para forjar una melodía que viste de emoción a una letra marca de la casa.
“Te tiras a matar” parece romper brevemente con la dinámica más sensible de sus predecesoras gracias a una melodía cadenciosa, órgano mediante, y un ambiente luminoso que te traslada a la imagen en movimiento de esos paisajes norteños que tan bien define González.
La historia continua con “Tornado”, con una armonía predominantemente clásica, parece ser el corte que más se escapa de la tendencia del disco, aunque manteniendo la máxima del donde –paisajes- en lugar del que –historias-, pareciendo preguntar(se) más que contarnos.
“Jade”, segundo adelanto del álbum, y una de las canciones más impecables de Sur en el valle, ataca desde el primer momento con un maravilloso hammond –a cargo de David ‘Chuches’ de Morgan-, reminiscencias a Van Morrison aderezadas con el Quique más melodramático y auténtico (“Espero que estés bien / Aunque ya no es lo más importante / Esto se me está haciendo grande a mí también”), un estribillo fabuloso, y una interpretación vocal sobresaliente –acompañado por la gran Carolina de Juan-.
La producción del disco, busca y encuentra el culmen de su sonido orgánico en “Luna de trueno”. Arena, silencio y la voz como protagonista en otra de esas canciones enigmáticas y casi tenebrosa, que termina por estallar en un medio tempo de blues con guitarras y órganos que te arañan con violencia… mientras tanto, la vertiente folk y la madurez lirica del artista se dan la mano en “Alguien debería pararlo”: “La camiseta doblada del rock and roll” canta en uno de los versos, dando a entender que ya no es aquella mojada, ni que nosotros somos los que éramos. Nostalgia, lagrima y un solo de armónica final para la canción más Quique del disco.
Un disco que intercala aromas más clásicos, como es el caso de “La tripulación”, con otros muy diferenciados –tratándose de Quique González-, como el ya conocido “Puede que me mueva”. Batería casi sintética mandando, groove de bajo y el traqueteo-riff de guitarra para decorar con preciosísimo uno de los cortes más redondos del álbum.
“Los amigos se van” cierra el disco como más le gusta hacer a Quique. Desnudez absoluta, escasa armonía e innecesaria melodía para concluir hablando de un trance inevitable en la vida de cualquiera, el modo en que se va transformando la amistad a lo largo de los años.
Con la necesidad de una escucha pausada, opuesto a la vitalidad y lo digerible de su antecesor Me mata si me necesitas (2016), parece claro que Sur en el valle se va a convertir, y no habrá que esperar mucho tiempo, en otro de los trabajos de referencia del músico madrileño. Encontrarte con el de siempre, pero a sabiendas que te recoge en la esquina para un nuevo viaje.
Las nuevas y delicadas armonías se entremezclan con sonidos más clásicos de su última década. Letras cambiantes en su enfoque, pero con la imprenta genuina de uno de los mejores contadores de historias de nuestra música. Un cambio dentro de lo clásico. Una evolución entre las raíces. ¿Un Dylan de nuestra generación?
Iñaki Molinos
Redacción