La banda gallega presentó, por fin en sociedad, su nuevo y destacado trabajo en un concierto marcado por la ya archiconocida “nueva normalidad” y la forma en que nos ha tocado vivir la música en directo en este año 2020.

Intentaré evitar, en la medida de lo posible, lo que ya hayáis podido leer al respecto de la nueva logística y mecanismos varios para poder ofrecer un concierto en esta nueva etapa vital para todos, etapa igualmente sufrida -o más- por la industria musical, aunque a muchos se le olvide. Por este y otros motivos pocas veces ha sido tan emocionante volver a una sala de conciertos y disfrutar de la música en directo.

La continua sensación de satisfacción sin alcanzar el clímax estuvo presente durante una velada que tenía como protagonista a una de las mejores bandas del panorama nacional desde hace ya unos cuantos años, y es que poco debate existe entorno a la calidad, capacidad y distinción musical de Triángulo de Amor Bizarro entre la crítica musical de este bendito país. Por una vez parece que estamos -casi- todos de acuerdo. Y su reciente trabajo así lo ha refrendado.

A pesar de la falta de ritmo consecuente, y del formato innegociable del concierto -que poco favorece a su espectáculo habitual-, la reconexión de la banda gallega con su sonido en directo y con el respetable, que colmaba la sala madrileña, alcanzó notables cotas de emoción y una interpretación sobresaliente durante toda la noche, obviando algunos fallos de rodaje que la misma Isa detallaba hacia el final del concierto.

Sonaron sin descanso, golpe tras golpe, nuevos y melodiosos temas como “No eres tú” o “Para los seres atados”, intercalados por su característica mixtura de sonido noise rock -“Nuestro signo Fnord” – con ambientaciones igualmente ruidosas bañadas en melodías pop -“El fantasma de la transición”- para retomar su reciente trabajo con cortes shoegaze como “Ruptura” -con la primera intervención al micro de Rodrigo-, la bellísima catarsis de “Fukushima”, la desgarradora “Asmr para ti” quirúrgicamente enlazada con “Qué hizo por ella cuando la encontró”, de su fascinante disco previo Salve discordia (2016), desembocando en uno de los puntos álgidos de la noche gracias al éxito instantáneo en que se ha convertido “Vigilantes del espejo” desde el momento en que se publicó.

Más de unx la catalogó como el pelotazo del verano en el circuito festivalero -y no disiento-, refrendándose con la respuesta de un público que sufrió serios problemas para mantener el culo pegado al asiento. Una vez más, emoción y exaltación contenida.

Tras esta primera cima de concierto, donde pudimos apreciar el más que correcto ensamblaje de las nuevas canciones en su habitual repertorio, el cuarteto coruñés volvió a su versión más ruidosa de la mano de temas como “Canción de la fama”, “Cómo encontró a la diosa”, “O Isa” o al post-punk melodioso y exquisito de otro nuevo tema como es “Cura mi corazón”.

Este bloque sirvió como perfecto preludio del incendio final que supondría un tramo definitivo arrasador. Y es que, con cinco discos de estudio y una evolución envidiable como banda, Triángulo de Amor Bizarro son un modelo a seguir dentro de la escena independiente -incluso a nivel de gestión-, alcanzando en la actualidad su cima creativa gracias a dos álbumes consecutivos que merecen estar encabezando las estanterías de la música popular española del presente siglo.

Así, los fuegos de artificio corrieron a cargo de maravillas como “Baila sumeria”, “Estrellas místicas” o “Les llevaré mi cruz”, para terminar de exprimir al personal con la explosión prodigiosa que supone “Barca quemada”, continuar la hipnosis con “De la monarquía la criptocracia”, resquebrajarte un poquito el alma con el pragmatismo de “Seguidores” y reventarte los tímpanos con la distorsión de “El crimen: cómo ocurre y cómo remediarlo”.

Leña al fuego de una hoguera que debe volver a arder. Tanto a nivel particular, con una banda en el mejor momento de su carrera, como general, con una industria que necesita y merece de la música en directo para esquivar un golpe casi definitivo.

Iñaki Molinos

Iñaki Molinos

Redacción

Emi Picazo

Emi Picazo

Fotografía